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  • Juan Bautista Bairoletto: la leyenda del «Robin Hood argentino» que perdura en santuarios populares

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 13/11/2025 09:57

    Nacido en 1894 en Santa Fe y muerto en 1941 en Mendoza, el bandido rural se convirtió en mito por repartir dinero entre pobres y enfrentarse a autoridades. Su tumba en General Alvear sigue recibiendo ofrendas como santo pagano. La madrugada del 14 de septiembre de 1941 marcó el final de Juan Bautista Bairoletto, pero el comienzo de su leyenda como el «Robin Hood argentino». Rodeado por la policía en un rancho de adobe en Colonia San Pedro del Atuel, el bandido rural de 47 años cumplió su promesa de no ser capturado vivo: se disparó en la cabeza mientras su esposa Telma Ceballos y sus dos hijas pequeñas presenciaban la escena. Según el relato que Ceballos mantuvo en vida y reveló en 2003, «la Policía no lo mató; él se pegó un tiro en la cara. Cuando lo vieron en el suelo corrieron y lo balearon, pero ya estaba muerto». La autopsia confirmó que la bala mortal fue la que se infringió en el rostro, desmintiendo la versión oficial que atribuía su muerte a un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. Bairoletto había nacido el 11 de noviembre de 1894 en Colonia Los Algarrobos, cerca de Carlos Pellegrini, Santa Fe, hijo de inmigrantes italianos. Su vida dio un giro definitivo el 4 de noviembre de 1919 en Eduardo Castex, La Pampa, cuando mató al comisario Elías «el Turco» Farach en un confuso episodio relacionado con una mujer. Aunque fue absuelto por defensa propia tras un año de prisión, aquel hecho marcó su destino como prófugo. Durante las décadas de 1920 y 1930, su figura se transformó en leyenda. Se decía que robaba a estancieros y usureros para repartir el dinero entre peones y familias pobres, que ayudaba a pagar deudas y regalaba caballos a niños para que pudieran llegar a la escuela. Esta imagen de justiciero rural le valió el apodo de «Robin Hood de las Pampas» y la complicidad de muchos pobladores que lo escondían durante sus fugas. En sus últimos años, Bairoletto intentó dejar atrás la vida delictiva. Establecido en Mendoza con nombre falso -Francisco Bravo-, se dedicó a la agricultura junto a su esposa Telma y sus hijas Juana (nacida en 1939) y Elsa (1940). Sin embargo, la traición de un antiguo compañero, Vicente «el Ñato» Gascón, reveló su paradero a la policía. Su funeral en la Biblioteca Popular Sarmiento de General Alvear se convirtió en una manifestación de apoyo popular, con campesinos, obreros y anarquistas despidiéndolo como a un héroe. Hoy, su tumba en el cementerio de General Alvear permanece como santuario, cubierta de flores, estampitas, cintas rojas y cartas con pedidos de salud, trabajo y protección. La leyenda de Bairoletto trascendió generaciones a través de películas como «Vairoleto, la aventura de un rebelde» (1985) y la canción «Bandidos rurales» de León Gieco, que lo inmortalizó junto a otros rebeldes criollos. Como resume la copla popular: «Jinetes rebeldes por vientos salvajes… difícil de atraparles/ Igual que alambrar estrellas en tierra de nadie».

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