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» Corrienteshoy
Fecha: 21/09/2025 02:19
El 'sheriff' Trump militariza la capital del reino y a su población Un viernes por la noche, en el sureste de Washington, un Chevy Malibu sin distintivos avanzaba despacio por calles húmedas y poco iluminadas. Dentro van policías locales y dos agentes federales de Seguridad Nacional, mezclados en una misma patrulla como parte del nuevo orden impuesto por Donald Trump, presidente y, de facto, nuevo sheriff de la capital. Cerca les seguía un coche con agentes del FBI. Un muchacho negro de 27 años estaba de pie en una esquina, con un porro encendido entre los dedos. Nada extraordinario en una ciudad donde, desde hace años, el olor a marihuana forma parte del paisaje urbano. En Washington es legal tenerla en pequeñas cantidades, pero no fumarla en público , uno de esos vacíos legales que nunca se resuelven por falta de leyes federales. Esta vez, sin embargo, no hubo indulgencia. Una orden presidencial también había convertido el humo del 'cigarro' en motivo de arresto.Según el atestado policial, uno de los miles registrados durante la militarización de la capital norteamericana, rodearon al chico con rapidez, lo registraron allí mismo y en su cintura apareció una pistola cargada. El porro quedó reducido a anécdota. El joven fue esposado y trasladado de inmediato a los tribunales, convertido en el ejemplo perfecto de lo que la Casa Blanca quiere demostrar: que una falta menor puede esconder una amenaza mayor, y que en los barrios castigados por la violencia cualquier esquina puede dar paso a un hallazgo importante, en una ciudad hasta hace poco ahogada en una ola criminal.En pocas semanas, Washington se ha convertido en un escaparate de la estrategia de mano dura de Trump para su nueva presidencia. Desde que el presidente proclamó la «emergencia por delincuencia» y asumió el mando de la policía metropolitana, se han registrado más de 1.200 arrestos en los ocho distritos de la ciudad. El operativo ha desplegado unos 2.300 soldados de la Guardia Nacional en puntos estratégicos como la explanada del National Mall, Union Station y las avenidas que rodean el Capitolio, reforzados por más de 500 agentes federales en turnos nocturnos, llegados del FBI, la agencia antidroga, Seguridad Nacional e incluso las policías de Parques y Frontera.El impacto en las estadísticas ha sido inmediato, apabullante: los homicidios se redujeron más de un 60% en las primeras tres semanas, mientras que los robos de vehículos cayeron en torno al 35% y los delitos contra la propiedad en un 25%. En paralelo, se han incautado más de 260 armas de fuego, muchas halladas en controles de tráfico o tras arrestos por esas infracciones menores, como fumar marihuana en la calle o beber alcohol en parques. La alcaldesa, Muriel Bowser, tuvo que admitir finalmente que Trump ha reducido la delincuencia, y ofreció toda la cooperación posible. Un factor, sin duda, es que no tiene más remedio, pues este es un distrito federal que carece de autonomía real. Pero lo cierto es que el delito es mucho menor. El discurso oficial es sin duda triunfal: Trump ha proclamado que la capital es ya una «zona libre de crimen». Pero bajo esas cifras, es cierto que la vida cotidiana se ha militarizado : retenes en los accesos a barrios enteros, patrullas camufladas en coches sin distintivos, redadas en estaciones de metro y más de 900 indocumentados detenidos desde agosto, un número que no se veía aquí en décadas.El precio a pagarPara Trump es un precio necesario a pagar por vivir, de nuevo, en un entorno seguro. Aunque atribuirle nada bueno a Trump sea algo similar a una herejía en Washington —la ciudad más demócrata del país, donde el 92% votó por Joe Biden en 2020 y el 90% lo hizo por Kamala Harris en 2024—, lo cierto es que no pocos vecinos han agradecido, aunque sea calladamente, que las calles estén más tranquilas por la noche, que los robos de coches se hayan reducido y que los tiroteos ya no dominen la conversación diaria en los barrios más golpeados por la violencia.En Washington , la sombra de la violencia ha dejado cicatrices hondas durante los últimos años. Desde 2020, año de la protesta racial y la pandemia, los delitos con menores como perpetradores y víctimas han marcado la vida de la ciudad. Ese verano, mientras el país estaba confinado por la pandemia, Davon McNeal, un niño de apenas 11 años, murió alcanzado por una bala perdida durante un tiroteo en el barrio de Congress Heights, en el sureste de la capital, cuando se dirigía a una fiesta del 4 de julio. Dos años más tarde, en 2022, Karon Blake, de 13, fue abatido a tiros por un vecino armado que lo sorprendió supuestamente intentando robar coches en Brookland, un caso que desató protestas por la impunidad de la violencia armada.Arrestos, despliegue y sus efectos 1.600 arrestos: detenciones acumuladas desde que Trump asumió el control de la policía local 2.300 soldados: efectivos de la Guardia Nacional desplegados en puntos estratégicos de la capital 260 armas incautadas: pistolas y rifles hallados en controles y redadas por infracciones menores 900 indocumentados detenidos: cifra inédita en décadas, fruto de las redadas conjuntas con agencias migratoriasLas calles de Washington también han sido escenario de atropellos mortales en medio de la ola de robos de vehículos que estalló tras la pandemia. En marzo de 2021, dos adolescentes de 13 y 15 años intentaron atracar a un conductor paquistaní de Uber Eats, Mohammad Anwar, de 66 años. El forcejeo acabó con el coche volcado y el hombre muerto en la acera, en una escena que conmocionó a la capital y al país entero.Estas historias no son aisladas. Entre 2020 y 2023, los homicidios en Washington superaron cada año los 200, cifras no vistas en dos décadas, y los delitos de robo de turismos alcanzaron récords históricos. En 2023 se denunciaron más de 950 robos de coches, casi tres al día, muchos cometidos por jóvenes armados en barrios residenciales a plena luz del día. La ciudad que alberga a los símbolos del poder federal se convirtió, en esos años, en un mapa de escenas del delito y velas improvisadas en las aceras, donde las vigilias y el duelo por los menores asesinados se entrelazaba con la indignación por una violencia que parecía imparable, asfixiante.Para Trump, la delincuencia en las ciudades gobernadas por demócratas es la prueba del fracaso de sus rivales políticos. Repite con frecuencia que los recortes en los presupuestos policiales han dejado barrios enteros a merced de bandas juveniles y traficantes. El efecto de aquel canto de la izquierda tras el asesinato de George Floyd: «Recortad la policía».Washington, al ser un distrito federal, le ofrece un escenario idóneo para demostrar su receta: intervención directa, tropas en las calles y un mes de control absoluto sobre la policía local. Ahora amenaza con llevar ese modelo a otras urbes, empezando por Chicago y Memphis, todas gobernadas por alcaldes demócratas afroamericanos. «No quieren gastar dinero para luchar contra el crimen, da lo mismo», dijo el mandatario el pasado viernes en el Despacho Oval. «Vamos a Chicago, vamos a Memphis después, vamos a limpiarlas».El caso de Chicago resulta más complejo, porque la decisión de permitir un despliegue federal depende del gobernador del estado, que es demócrata. En cambio, en Memphis el escenario es más favorable para Trum p: el gobernador de Tennessee es republicano, lo que facilita la intervención.Un paseo por WashingtonCierto es que un recorrido en coche el pasado jueves mostraba un centro de Washington irreconocible comparado con hace un año: alrededor de la Casa Blanca, los museos y el National Mall, soldados de uniforme y agentes federales vigilaban cada esquina. Los coches de seguridad se multiplicaban y las acampadas de personas sin hogar habían desaparecido. Pero lejos de allí, en los barrios más castigados por la violencia, la presencia federal era menor y las cifras de delitos, aunque menores, aun son más altas.La operación, diseñada por Trump como una 'tolerancia cero' a la delincuencia en la capital, ha llenado los tribunales de casos de armas y drogas, pero también de infracciones menores como evasión de tarifas en el metro o coches con matrículas vencidas, alteradas, exceso de velocidad, lo que fuera. El plan de Trump es ir a por todo, que se acabe la permisividad tradicional de la Policía de Washington con los delitos aparentes menores. Una cosa lleva a otra, parece pensar la Fiscalía bajo su dirección.En una noche reciente, 43 personas fueron arrestadas tras un refuerzo masivo de patrullas federales y la Guardia Nacional. Entre los detenidos había sospechosos de homicidio, siete por narcóticos, 33 por delitos relacionados con armas de fuego, diez con órdenes pendientes de detención, y 23 inmigrantes indocumentados. Se incautaron 24 armas.Durante el fin de semana del Día del Trabajo, el 1 de septiembre en EE.UU., las fuerzas federales y la Policía Local realizaron más de 200 arrestos en la ciudad. Con ellos, el balance de la operación de Trump superaba ya las 1.600 detenciones desde que la Casa Blanca asumió el control directo de la seguridad en Washington. Solo en esos días festivos se incautaron además cerca de 20 armas ilegales.Un miembro de la Guardia Nacional de EE. UU. limpia escombros de la carretera AFP Borrada la protesta más larga frente a la Casa blanca Donald Trump no solo ha convertido a Washington en un laboratorio de su guerra contra el crimen, sino también en un escenario donde las protestas pierdan visibilidad. El jueves, agentes federales desmontaron una vigilia por la paz frente a la Casa Blanca, considerada el acto de protesta ininterrumpida más largo de la historia de Estados Unidos. Se mantenía en Lafayette Park desde 1981, cuando el activista William Thomas lo inició contra las armas nucleares. Luego mantuvo la protesta una española, Concepción Piccioto, fallecida en 2016. La decisión llegó tras una rueda de prensa en el Despacho Oval, a principios de septiembre, cuando un periodista calificó la vigilia de «molestia visual» y sugirió que podía ser un problema de seguridad. Trump, sorprendido al oír hablar de esa tienda azul que durante décadas había formado parte del paisaje frente a la residencia presidencial, reaccionó con una orden inmediata: «Quítenla. Quítenla hoy, ahora mismo. Nadie me había dicho nada».En los primeros diez días de la intervención, la Policía había informado de unas 800 detenciones, un 25% más que en el mismo periodo del año pasado y casi un 40% más que hace dos. Las cifras, por sí solas, reflejan la magnitud de un despliegue que ha alterado la vida en la ciudad.La semana pasada se registraron dos homicidios en Washington, frente a cinco en el mismo periodo de 2024. En lo que va de mes, hasta el 19 de septiembre, se contabilizaron cinco asesinatos con arma de fuego, frente a los 16 que hubo en el mismo lapso del año pasado . En conjunto, los delitos bajaron en 162 casos en la ciudad respecto al mismo periodo en 2024.En las dos primeras semanas del despliegue federal en Washington no hubo ni un solo homicidio, algo inusual en una de las capitales más violentas del país. La racha terminó en la madrugada del 26 de agosto, cuando Franck Foute Mohdjiom, de 31 años, fue tiroteado en el 300 de Anacostia Road. Alcanzado por varias balas, llegó con vida al hospital, murió después. El crimen ocurrió en Anacostia, el barrio más castigado por la violencia, lejos de la Casa Blanca y de las zonas turísticas blindadas por 2.000 soldados de la Guardia Nacional. Temor en el suburbanoEl operativo ha cambiado la vida diaria en Washington . Hay controles nocturnos en varios barrios y presencia constante de la Guardia Nacional en monumentos y estaciones, lo que ha frenado la afluencia de turistas y vaciado algunas calles comerciales. Restaurantes y museos informan de menos visitantes, y en zonas como Columbia Heights o H Street se nota una caída del movimiento peatonal y de los trayectos en bicis de servicios de alquiler. Parte de la comunidad inmigrante y los sin papeles evitan el metro por temor a redadas, y algunas familias han optado por llevar a los niños a la escuela en grupos o mantenerlos en casa. Los juzgados acumulan causas nuevas mientras jueces federales cuestionan detenciones y registros, y la defensa pública avisa de una «insostenible saturación». Comerciantes de barrios pobres dicen que no ven refuerzos suficientes lejos del centro, mientras los alrededores de la Casa Blanca parecen una fortaleza. La hostelería intenta atraer clientela con promociones y semanas gastronómicas extra, pero la demanda sigue por debajo de lo habitual y la ocupación hotelera ha caído respecto a 2024. Para Trump, lo importante es «poder salir a la calle sin ser atracado o agredido». Fuente: https://www.abc.es/internacional/radiografia-militarizacion-eeuu-20250921233015-nt.html
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