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Parana » AIM Digital
Fecha: 07/09/2025 01:52
La armonía, el equilibrio de la naturaleza, es una noción central del taoismo, como fue en aquellos tiempos en que la sociedad china estaba muy alterada por luchas de facciones. Tales luchas eran y son habituales entre políticos y gobernantes, que no quieren abstenerse los mejor situados de recoger los frutos más jugosos del poder, y los menos jugosos los que todavía tienen escalones por trepar. La doctrina taoista destaca esa espontaneidad que expresa la naturaleza propia de cada uno, algo similar a aquello que el hinduismo llama dharma, la ley universal que se refleja en la conducta individual. Por eso, si se la ve necesaria, aun si llega a ser inevitable, la política debe intervenir tan poco como sea posible en la vida cotidiana, debe basarse en el wu wei, la "no acción" o acción sin esfuerzo ni espera de resultados, como el sol que derrama en silencio cada mañana su luz gratuita o la lluvia de primavera que beneficia a todos por igual. Los gobernantes, en lugar de promover conflictos, dolor y miseria para ofrecer luego soluciones, deben guiar sin imponer; permitir que la comunidad se organice naturalmente. Las instituciones sociales son dignas de desconfianza, porque habitualmente terminan interfiriendo con la naturaleza de cada uno e intentando reglamentar la armonía natural, moldearla según intenciones que parecen sabias y resultan necias. Los gobernantes, surgidos al calor de la lucha de facciones, no debieran interferir, controlar, ejercer coerción ni manipular. Parece que ya en aquellos tiempos, hace dos milenios y medio, esa actitud de los gobernantes era habitual, y había provocado unos tiempos revueltos que quedaron en la historia como la era de los Estados combatientes, reinos feudales que desataban guerras en busca de la hegemonía, como sospechamos que ha pasado muchas veces después y pasa ahora a nivel planetario. Por eso el mejor gobernante es el que no interfiere en el curso natural de las cosas, en última instancia el que no existe. El Estado como institución coercitiva que da a unos y quita a otros, siempre con la intención de garantizar el dominio de los unos sobre los otros, queda deslegitimado en el taoísmo de una manera que parece utópica, pero cuando se permite al pueblo conocerla, semejante utopía puede adquirir un prestigio peligroso para el juego político más habitual, el toma y daca. Los políticos modernos suelen mentar su actividad como la más valiosa posible para los seres humanos, ejemplo sumo de ética, en un intento quizá de rodearla de prestigio a los ojos del pueblo, hacer que la considere necesaria y útil y no la resista. Sin embargo, la sabiduría que atraviesa todas las épocas es de otra opinión. Un ejemplo es un breve apólogo taoísta incluido en el libro de Chuang Tse, una exposición de la doctrina más amplia que el Tao Te King. El capítulo "Tratando de reyes y emperadores" recoge un diálogo entre dos hombres, Chien Wu y el excéntrico Chieh Yu. Chieh Yu le preguntó a su visitante: -¿Qué te dijo últimamente Chung Tsi? - Me dijo que quien tiene autoridad sobre el pueblo debiera constituir un ejemplo personal por sus normas adecuadas, sus leyes y sus prácticas. El corolario de esto sería que no habría súbito que le desobedeciera y que, como consecuencia, todos quedarían transformados. Dijo el excéntrico Chieh Yu: -Eso arruinaría la virtud. Si alguien intentara gobernar de esa forma, sería como querer caminar sobre el mar o querer que un mosquito transportara una montaña. Cuando el gobierno está en manos de un gran sabio, no debe controlar las cosas externas. Ante todo, ha de dejar que la gente haga lo que es natural, y asegurarse que todas las cosas sigan el camino de su propia naturaleza El pájaro vuela alto en el cielo y de ese modo evita el riesgo de ser atravesado por una flecha. Los ratones hacen sus madrigueras bajo la colina de los espíritus (lugar reverenciado y temido al que los seres humanos no se aventuraban) y de ese modo nadie los molesta. ¿Acaso no tienes tú más comprensión que los ratones? De la Redacción de AIM.
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