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  • Superó la tragedia del tornado y como gratitud se convirtió en médico

    » Elterritorio

    Fecha: 07/09/2025 06:00

    Fidelino Dos Santos tenía 11 años aquel día -16 años atrás- cuando perdió a dos hermanos, una sobrina y a su mejor amigo. Pese a los obstáculos económicos y la tristeza siguió adelante. domingo 07 de septiembre de 2025 | 2:30hs. El joven se encuentra haciendo la especialización en otorrinolaringología. Se cumplen hoy 16 años del tornado que devastó el paraje Santa Rosa de San Pedro. Quedan secuelas irreversibles, pérdidas irrecuperables y cobran fuerza las historias de superación, de voluntad y de renacer desde el barro. Entre esas historias está la de Fidelino Dos Santos (27), quien encontró en el sufrimiento, la tragedia y el temor el camino hacia su profesión. Esa trágica noche, al observar la labor del personal de salud sintió que debía convertirse en uno de ellos: estudió medicina y sueña con trabajar en el municipio para devolver un poco de lo mucho que recibió en aquel momento. Aún perduran vestigios de aquella oscura noche, como chapas incrustadas en árboles y pedazos de vehículos que fueron arrastrados por la fuerza del viento a más de mil metros. Con el pasar de los años quedan en segundo plano por el crecimiento de la vegetación y cada uno de los proyectos productivos de las familias que siguen arraigadas al lugar pese a todo. Fidelino junto a dos hermanos y a su orgullosa mamá Florinda. Fotos: Carina Martínez De las once víctimas fatales, dos niños -de 10 y 12 años- eran hermanos de Fidelino y una niña de 9 era su sobrina. Pero como si el designio de la muerte no estuviera conforme con esas vidas, además se llevó la de su mejor amigo, con quien todos los días iba a la escuela. Su familia estuvo en el epicentro del tornado, de su casa nada quedó, fueron de los más afectados en todo los sentidos. En ese momento Fidelino tenía 11 años, hoy con 27 recibió a El Territorio en el mismo lugar de la tragedia para compartir su relato, contar sobre el porqué, los desafíos, dificultades y el orgullo que siente al haberse graduado como médico en 2023 y estar cursando el segundo año de la especialización en otorrinolaringología. Escucharlo con su madre Florinda al lado, observar los gestos de dolor y al mismo tiempo de felicidad en esas profundas miradas fue de lo más conmovedor. “Después de cenar se cortó la luz, la noche cambió, ese día se puso oscuro en todos los sentidos. Y en ese instante hubo un apagón en mi vida, creo que en el de muchos, creí que había pasado en todo el mundo, como en las películas”, recordó Fidelino de aquellos minutos en los que entre truenos, relámpagos y viento, la casa desapareció. “No se veía nada, era una oscuridad total, lluvia, granizo, frío, escuché a otros de mis familiares que lloraban. Todo muy trágico, heridas, sangre”, profundizó. El tornado destruyó todo a su paso y se llevó no sólo cosas materiales, sino también vidas. Foto: archivo/El Territorio Luego de eso, entre aquel desolador ambiente comenzó a llegar la ayuda por parte de la Municipalidad y Salud Pública. Los heridos y víctimas fueron trasladados por distintas vías hasta el hospital ubicado en el casco urbano, a más de 37 kilómetros del lugar del tornado con la ruta 14 casi toda terrada, lo cual dificultaba acceder por los caminos vecinales trancados por árboles caídos. En la memoria del joven los recuerdos siguen muy vigentes, las imágenes en el hospital están grabadas en su retina. Esa vivencia le sirvió como impulso para convertirse en un profesional de la salud. “El hospital estaba desolado, habían muy pocos profesionales, médicos, pero sí mucha gente del pueblo desde el camillero, cocinero, el que hacía maestranza, todos ayudaban”, relató. Ese día recorrió los pasillos del hospital donde se perdía, lloraba sin encontrar consuelo en nada, pero fue allí donde sintió muy de cerca la humanidad de las personas que se solidarizaron mientras la lluvia seguía y sus familiares, entre ellos su madre y uno de sus hermanos, habían sido derivados a Eldorado y a Posadas. Fidelino buscaba sin consuelo a otro de sus hermanos, Wilson, entre los demás heridos que estaban irreconocibles por la cantidad de barro que cubría sus cuerpos. En medio de su desesperación, recibió atención y contención por parte de una familia que llevó a ambos a su casa. Al amanecer supieron la noticia de que lo que había ocurrido fue un tornado. “Era tristeza y dolor en su máxima expresión”, dijo. Eran tiempos en los que era escasa la comunicación con teléfonos celulares, fue entre la noche del 7 y la tarde del 8 de septiembre de 2009, que nació su deseo de ser médico. “En ese instante por cuestión de vocación, de ayudar, más allá de eso con un sentido de gratitud, de devolver algo, de compensar y reconocer ese accionar en conjunto, dije ‘esto es lo mío, tengo que hacer algo’ y desde ahí en adelante ser médico era la meta”, compartió. Estudiar a pesa de todo En ese momento cursaba el séptimo grado, estudió en el nivel medio entre muchas dificultades, carencias, porque no había herramientas, sustento económico ni emocional y con la angustia diaria por lo que había ocurrido. Pero nada lo detuvo. “Los tres años de la secundaria fueron muy difíciles, iba todos los días pensando que iba salir de acá, ese miedo ante mínimos cambios en el tiempo era insuperable”, reconoció. La situación mejoró cuando en cuarto año comenzó a vivir en una residencia de hermanas religiosas que funcionaba en Tobuna. La posibilidad de estudiar se convirtió en un escape, superó el primer desafío que daba paso a la facultad de medicina, pero se debatía entre seguir y dejar a su familia. Era ir a lo totalmente desconocido que en muchas ocasiones lo llevaron a preguntarse ‘¿esto es para mí?’. “Me costó mucho, el sentirme solo, el pensar en la familia, era un miedo que me inhibía, no podía concentrarme para estudiar, muchas situaciones negativas, la incertidumbre me desanimaba”, manifestó el joven que en ese interin encontró motivación en desconocidos, amigos, en experiencias de superación de otros. Su trayecto comenzó a mejorar en el cuarto y quinto año de la facultad tanto que culminó la carrera en 2023 en la Universidad Nacional del Nordeste, ubicada en Corrientes, con el corazón aliviado y la grata sensación de haber alcanzado algo que en 2015 parecía imposible para un joven de la zona rural, sin recursos económicos y con la carga emocional de haber sentido la fuerza destructora de un tornado. La nueva meta, una especialización en otorrinolaringología, que culminará en 2028; dicha residencia la cursa en el hospital HPC de Mar del Plata. Durante los años de cursado, en cada visita a su familia permanecía muy vivo el sentido de pertenencia y ese anhelo de regresar para aportar a mejorar las prestaciones en el ámbito de la salud. Volver al lugar le genera muchos sentimientos. “A veces quiero armar un sentimiento, pero no puedo, los sentimientos son los que realmente uno tiene. Siento que es mi lugar, que algo de mí acá queda, me retiene, mis raíces, todo lo vivido en estos caminos, sólo que como antes algo falta”, expresó Fidelino. La emoción es siempre la misma y cuando hace referencia a que ‘algo falta’, tiene que ver con el objetivo de volver a San Pedro y traer cambios desde lo cultural hasta la material con la esperanza de encontrar en esta zona un centro de salud que le brinde las condiciones laborales que unan lo económico con la calidad para aportar a la sociedad con su profesión. “Creo que se va dar, creo que siempre hay lugar para un profesional comprometido, espero en los próximos años estar establecido y realizado en la zona”, dijo al tiempo que dejó casi confirmado su regreso como médico a San Pedro. En ese sentido, explicó que “si bien existen partes quirúrgicas que son de alta complejidad, pero también partes quirúrgicas simples y clínicas simples, es la que uno pueda aplicar en San Pedro, Pozo Azul, en cualquier zona”. De su especialización le encanta la parte quirúrgica. En ese contexto, contó sobre su sueño una vez que concluya la especialización. “Sueño con armar un equipo de jóvenes que tengan esas mismas ganas de sumar, de ofrecer un servicio para potenciar la salud de la zona. Creo que San Pedro tiene todo como para eso, esa es mi esperanza”, dijo y enfatizó en que “aportar algo más a Misiones, a San Pedro, a un lugar donde siento que la gente forma parte de mi vida, volver acá sería hermoso pero tienen que darse las condiciones”. Al cumplirse un nuevo aniversario del tornado, Fidelino destacó el valor de las familias que se quedaron y reconstruyeron el lugar. “Han pasado 16 años, los niños de ese entonces son jóvenes, estudian, los jóvenes son adultos con sus familias formadas, es una etapa superada. Como un libro de historia que volvés 20 páginas, encontrás una foto y no podés creer que estuviste ahí. Hay un antes y un después sin dudas. Es un día marcado, pero ya superado”, destacó. Por último, llamó a cada uno, en especial a los jóvenes, a buscar lo que les apasiona y sacarle provecho a las nuevas tecnologías. “Busquen lo que les gusta, lo que les hace felices. Creo que si muchos hacen lo que les apasiona va ser más fácil convivir y aprovechar la tecnología para crecer, leer, leer mucho, dibujar, soñar que eso no tiene límites”, concluyó. Florinda siempre al lado Fidelino relató su historia del tornado con su madre al lado y dos de sus hermanos. Florinda Dos Santos consentía y afirmaba con gestos lo que contó su hijo y no pudo decir más que dos palabras sin que las lágrimas y el llanto cortaran su voz. Ese sentir que sólo una madre puede expresar al ver su hijo cumplir una meta, con lo difícil que fue, compartió emocionada: “Me siento muy feliz, contenta porque desde la pobreza en la que vivimos él logró todo esto. Orgullosa de que es médico y de que tanto Fidelino como mis demás hijos, siempre me ayudan”. Teniendo en cuenta que no contaba con recursos económicos para avanzar el trayecto en la facultad fue fundamental contar con ayuda. En ese sentido accedió a becas de transporte en la facultad, dos años cobró el Progresar, becas de investigación, becas de crecimiento académico y el aporte de familiares, conocidos, médicos que conoció; también tuvo que ajustarse con los tiempos y trabajar para llegar con todos los costos. Cada ayuda resultó un estímulo del que se nutrió enormemente y hoy puede disfrutar de los frutos de tanto esfuerzo y dolor.

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