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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 10/08/2025 03:23
La derecha que gobierna tiene objetivos claros dentro de un plan cruel y dañino: deshumanizarnos por completo, llevarnos al fondo del tarro. Desde lo simbólico, arremeten furiosos a través del lenguaje, escupiendo insultos, agravios, burlas y hasta amenazas que cristalizan un clima de época inimaginable para quienes crecimos bajo los preceptos de la ética y la moral política. Se cruzan limites que no tienen precedente alguno y que afectan directamente a la construcción de un nuevo lenguaje político que pisotea la dignidad humana. Ya poco nos sorprende, la dura realidad nos golpea con un presidente que no tiene prurito alguno para sacudirnos con sus formas que, sin duda alguna, tienen una cuestión de fondo (léase FONDO). La mediocridad ha escalado sin límites hasta el mismísimo ridículo del que se sabe, es difícil volver, pero en la Argentina de Milei se pasa de naturalizar que el Presidente hable con perros muertos, hasta que haga de ventrílocuo con su muñeco libertario. Lo ridículo, lo bizarro y lo siniestro se combinan dejando la sensación que ya nada puede superar lo anterior. Sin embargo, cada día, la derecha muestra su ingeniosa capacidad de sorprendernos con algo más. Así, lo humano, lo cuidado, aquello que es parte constitutiva de nuestro ser, las palabras que son mella en las crisis más turbulentas, ésas que al menos nos invitan a creer que lo que venga pueda ser mejor, se entierran en lo profundo de un tiempo que permanece en oscuridad. Las imágenes de la época también están teñidas del mas siniestro color: jubilados golpeados y humillados semana tras semana, la policía de Bullrich a palo y palo espectacularizan un show que hasta podría confundirse con ficción. Se ve gente durmiendo en la calle, el hambre que atraganta, la basura revuelta, las rutas sin mantenimiento aumentando accidentes y muertos. Lo humano al tarro, la indignidad tocando fondo. Familiares llorando angustiados frente a las cámaras pidiendo ayuda, marchando por primera vez quizás ante la desesperación que provoca la incertidumbre de no saber si sus hijos/as con discapacidad podrán continuar con sus tratamientos. El plan no cierra con las personas con discapacidad adentro, hay que ir por más, hasta que de lo humano nada quede. Hasta que ya nada conmueva quizás, para que finalmente llegue el día en que ver un jubilado en el piso golpeado por la policía deje de indignar y pase a ser parte del paisaje común. Vinieron por lo colectivo, por la sensibilidad, la solidaridad y la empatía. A desarmar una trama sostenida con base en lo público, en lo que iguala y nos hermana como compatriotas. Legitimar la deshumanización desde distintas dimensiones conduce a la inevitable pérdida de derechos inherentes a nuestro ser: los derechos humanos. Así, despojarnos de alimentos, vivienda, arremeter contra la educación y la salud pública no tendría un costo político si de verdad nos convencen que esos derechos ya no nos pertenecen. Construyen sentido común pasando por encima de cualquier límite humano. Ese es el plan, que no quede límite alguno. Nos arrancan los deseos, las excpectativas y proyectos, no hay lugar para eso, sobrevivir es la consigna. Son tiempos donde la política y lo político cambian vertiginosamente al punto que es complejo identificar como proponer alternativas distintas que incluyan los nuevos tiempos sin dejar afuera lo viejo, lo que sabemos que si funciona. Resistir ante la deshumanización que se pretende es un acto revolucionario. Cuidar la especie, permitirnos sentir y duelar aquello que no volverá a ser como antes, pero sin dejar de pensar en un proyecto común para las mayorías. Crear nuevas modalidades de diálogo que interpelen lo común, lo colectivo.
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