14/05/2025 01:58
14/05/2025 01:57
14/05/2025 01:57
14/05/2025 01:56
14/05/2025 01:56
14/05/2025 01:55
14/05/2025 01:54
14/05/2025 01:54
14/05/2025 01:54
14/05/2025 01:54
» Corrienteshoy
Fecha: 13/05/2025 21:52
La familia: raíz, refugio y semilla de futuro Por Tona Galvaliz ¿Sabías que la familia es como una escuela de humanidad? En tiempos de vértigo social, hiperconexión y creciente individualismo, hablar de familia es recordar lo esencial: ese núcleo humano donde aprendemos a amar, a ser, a cuidar y a convivir, la familia, en todas sus formas posibles, sigue siendo un valor fundante, una red vital para el desarrollo emocional, psicológico y espiritual de las personas. No se trata solo del modelo tradicional madre-padre-hijos; hoy, la realidad nos muestra una rica diversidad: familias monoparentales, ensambladas, adoptivas, extendidas, de crianza compartida, entre amigos, entre abuelos y nietos, e incluso vínculos afectivos no sanguíneos que se convierten en auténticos lazos familiares; ¿y acaso no es familia todo espacio donde se cultiva el amor, el cuidado y la pertenencia? Una familia sana no se define por su estructura, sino por la calidad de sus vínculos; un hogar donde hay escucha, respeto, contención y presencia emocional es un suelo fértil para que sus miembros florezcan; allí se aprende a confiar, a valorarse, a tolerar las diferencias y a construir desde la empatía. Ahora bien, ¿qué sucede cuando la familia no es un lugar de protección, sino de dolor? Cuando el hogar se vuelve escenario de heridas, abusos, ausencias o maltrato emocional, se rompe ese ideal de refugio y, sin embargo, aún en esas circunstancias, es posible crecer; no desde la negación, sino desde la transformación. Muchos seres humanos encuentran en sus heridas la materia prima de su despertar; capitalizar el sufrimiento vivido en el seno familiar requiere un camino valor, de conciencia, perdón (no siempre hacia el otro, sino hacia uno mismo), y la decisión de no repetir lo que nos dañó; se trata de hacer alquimia con el dolor, de convertir la sombra en aprendizaje y el pasado en impulso, sé que no es fácil, pero es profundamente liberador. Pero también está la otra cara, igualmente humana y a menudo silenciada: cuando el que no supo amar, cuidar o proteger fuimos nosotros; cuando nos descubrimos como padres, hijos, hermanos o parejas que no estuvieron a la altura del amor que el otro merecía. Aceptar eso no nos condena, al contrario “nos humaniza”, porque nadie ama mejor de lo que ha sido amado, y muchas veces actuamos desde nuestras propias carencias o heridas y sin darnos cuenta, repitiendo patrones que en su momento nos dolieron; la buena noticia es que siempre es posible “reparar”, a veces con una palabra humilde, con gestos reivindicadores, otras con un acto concreto, otras simplemente dejando de hacer daño y asumiendo la responsabilidad con dignidad. Un padre, una madre, que nunca supo expresar afecto puede, a sus años, mirar a su hijo a los ojos y decirle: "No supe hacerlo mejor, te pido perdón." Una madre, un padre, que fue demasiado duro/a puede empezar a ser más comprensivo con sus nietos y ofrecerles lo que no pudo dar antes. Un hijo que se alejó puede volver a acercarse con otra mirada, más madura, más compasiva. Reparar no es borrar el pasado, sino crear un presente con ilusiones y nuevas posibilidades u opciones; es sembrar en otro tiempo con otra conciencia; eso también es familia: la posibilidad de construir puentes nuevos, aunque las ruinas aún estén frescas. Y tal vez, cuando miramos con nuevos ojos, descubrimos que no todo está perdido y que es posible volver a comenzar. No es casual la familia en la que nacimos, no lo es el padre ausente o violento, la madre sobre protectora o con rol de hija, ni las heridas o silencios que marcaron nuestros vínculos tempranos, todo tiene un sentido más allá de lo aparente. Desde una mirada espiritual, nuestra alma elige, antes de nacer, el escenario exacto donde podrá desarrollar su mayor aprendizaje, a veces vinimos a aprender lo que es el amor, y otras veces, vinimos a recordarlo, precisamente donde no fue visible. Quizás nos tocó abrir un camino nuevo en nuestro linaje, romper con viejos mandatos, sembrar otra conciencia, nada es castigo, todo es posibilidad, y aunque haya habido dolor, siempre hay un propósito superior que pulsa detrás de lo vivido: crecer, despertar, evolucionar. Cuando comprendemos esto, dejamos de ser víctimas de una historia que nos dolió y nos convertimos en protagonistas de un nuevo destino eligiendo e final. Porque cuando una familia abraza, la sociedad entera respira, y cuando una persona se atreve a reparar, florece una esperanza que alcanza a todos. Cierro la nota, regalándote dos preguntas: ¿Qué parte de tu historia familiar estás listo para sanar o transformar hoy? ¿Qué gesto podrías hacer -por pequeño que sea- para reparar un vínculo importante en tu vida? Te mando un beso inmenso TG. IG Tona Galvaliz. FB/LinkedIn. María Antonia Galvaliz. Counselor-Logoterapia-Biodecodificación- Coaching Ontológico y Sistémico- Speaker- PNL- Coaching WingWave- Escritora Columnista- Desarrollo Humano personal y organizacional.
Ver noticia original