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» La Capital
Fecha: 04/05/2025 09:57
En medio de la bajante, profesionales de las facultades de Ciencias Médicas, Arquitectura, Odontología y Psicología de la UNR trabajan en prevención en el delta del Paraná Joana vive en las islas del delta superior del Paraná ; su casa está cerca de la Boca de las Piedras, como se conoce al paraje al que se llega después de navegar casi dos horas en lancha desde la localidad de Puerto San Martín. Para la mujer, la llegada del otoño se presenta como una amenaza: el más chico de sus hijos tiene asma y en todo ese inmenso territorio de 17.500 kilómetros cuadrados existe sólo un dispensario médico . "Cuando tenemos un problema de salud pequeño, viajamos a Victoria. Si es más importante nos atendemos en Rosario", explica la mujer. Los traslados no sólo implican tiempo y dinero sino que las condiciones meteorológicas acompañen. Por eso lo más preocupante, dice, son las urgencias, que pueden incluir desde una descompensación, un accidente doméstico o la mordedura de una víbora. "Ahí tenés que salir de la forma que sea", explica Joana, mientras prepara la merienda para los alumnos de la Escuela Nº 46, perteneciente a la Sección Islas de la localidad de Victoria, que lleva como nombre Patagonia Argentina. El edificio con vista al rio, construido sobre pilotes y con el frente pintado de celeste intenso, es una de las postas del proyecto Entre Saberes, una propuesta de extensión universitaria que realizan profesores y alumnos de las facultades de Ciencias Médicas, Arquitectura, Derecho, Odontología y Psicología de la Universidad Nacional de Rosario . La iniciativa busca relevar las dificultades que las comunidades isleñas tienen en relación al acceso al derecho a la salud y desarrollar actividades de prevención . "Las islas de esta zona del Paraná se encuentran en un ámbito fronterizo, sobre el límite político entre las provincias de Santa Fe y de Entre Ríos. Si bien están más cerca de Santa Fe, son parte del territorio entrerriano ", explica Liliana Rateni, docente e investigadora de la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario y directora del proyecto. isla5.jpeg Para la profesional, esta situación geográfica, históricamente determinó la precariedad de la vida en estas islas a partir de la escasa presencia de ambos estados provinciales, lo que dificulta la implementación de políticas sanitarias. Rateni lleva casi diez años al frente de proyectos de promoción y prevención de la salud y después de la pandemia de coronavirus empezó a recorrer el delta del Paraná junto a otros profesores y alumnos de distintas carreras. "Cuando hablamos del acceso a la salud, nos referimos a vivienda, acceso al agua, caminos, son muchos temas", explica. Tan cerca, tan lejos El humedal del delta superior del Paraná es inmenso: unos 17.500 kilómetros cuadrados de superficie, lo que equivale a 97 veces la extensión de la ciudad de Rosario. Una o dos veces por mes, los docentes y alumnos de las cinco carreras recorren parte de esa superficie laberíntica, la otra orilla que se extienden entre las localidades de Puerto General San Martín y Villa Constitución. En todo ese trayecto relevan la realidad de once escuelas que agrupan a comunidades de entre diez y quince familias. Y si bien la situación de cada una difiere, el poco acceso a la atención de salud es un problema compartido. La escuela Patagonia Argentina es una de las escuelas que visitarán ese jueves soleado que arranca muy temprano. En el único salón de clases, adornado con retratos de próceres, abecedarios de colores y mapas, una odontóloga, Adriana Ruiz, revisa la salud bucal del alumnado y sus familias y estudiantes avanzadas de Psicología instruyen sobre el uso del preservativo en una clase de educación sexual. La escuela tiene diez alumnos que cursan desde el nivel inicial hasta el tercer año de la secundaria. isla3.jpeg "El acceso a la salud es uno de los principales problemas de quienes viven en la isla. No hay un lugar donde las mujeres se puedan controlar sus embarazos, a los bebés chiquitos, las afecciones respiratorias invernales de los chicos o los achaques de la gente mayor", señala la directora y única maestra de la escuela, Cristina Muñoz. La docente llegó a la isla conocida como Boca Las Piedras hace tres otoños, buscando un nuevo desafío para su carrera. El comienzo fue difícil. "Era mayo y nunca pasé tanto frío, pero me gustó la comunidad, mis alumnos, sus familias", recuerda, y al final se fue quedando. Convirtió el patio de la escuela en un lugar de juegos, con una huerta. Como la Cooperativa de Trabajadores Portuarios de Puerto San Martín apadrina la escuela, consiguió que le donen una salamandra, ventiladores y útiles para los chicos. También financiamiento de un programa internacional de energías renovables para instalar paneles solares. "Fue un cambio de 180 grados", dice la maestra y confiesa que el próximo objetivo es contar con un dispensario médico. >> Leer más: El Paraná ya está en menos de un metro y la bajante seguirá todo el otoño Otra bajante, nuevos problemas La vida en la isla está marcada por los pulsos del Paraná. El río provee a sus habitantes de agua, trabajo y, sobre todo, es la principal vía de comunicación. Por eso, cada bajante es un problema: los canales internos quedan prácticamente secos y muchas zonas permanecen aisladas. Y la caída de nivel del río es cada vez más frecuente: en 2020 llegó a niveles críticos, convirtiéndose en la bajante más aguda y prolongada desde que se tienen registros, en la primavera pasada puso en riesgo la provisión de agua en la ciudad de Victoria y este otoño volvió a retraerse, reducido a un tercio de su altura media para estas épocas. "El medio de transporte de quienes habitan el humedal es la canoa o la lancha, porque muchas veces las distancias son largas y los caminos no existen o son riesgosos por la presencia de víboras", cuenta Florencia Grillo, subsecretaria de Extensión de la facultad de Arquitectura de la UNR y participante del proyecto de extensión en el humedal. isla6.jpeg La arquitecta se encarga de relevar las condiciones de vida en la isla: la calidad del agua, las necesidades de infraestructura, cómo se manejan lo residuos, las condiciones paisajísticas y la conectividad, entre otras cosas. "La bajante del Paraná, sumado a las consecuencias del dragado, complican la comunicación", apunta y recuerda que los habitantes de las islas realizaron numerosas gestiones para solicitar el dragado de la boca de los arroyos. "En algunos casos, el poco caudal de agua complica la llegada a la escuela. Lo mismo sucede con la atención de salud. En situaciones de urgencia no hay un lugar a dónde puedan llegar rápido, el camino se extiende por la falta de agua en los arroyos. Prefectura suele ayudar en casos de urgencia, pero hay escuelas que tienen más de dos horas de lancha para llegar a Victoria o a Rosario, es mucho tiempo para cuando sucede algo grave", considera. La escuela Nº 41 Angel Piaggio, se encuentra casi sobre el borde del canal que lleva el mismo nombre. Piaggio fue subprefecto del puerto allá por 1898 y era un experto conocedor de los riachos del humedal. Esa coincidencia lo llevó a descubrir una forma más rápida conectar por agua las ciudades de Rosario y Victoria, ahondando el cauce del arroyo Campaña. La obra se realizó y actualmente el canal lleva su nombre. islax1.jpeg Sin embargo, con la bajante de este otoño, que puso al Paraná por debajo del metro en el Puerto de Rosario, por tramos el canal quedó reducido a un hilo de agua. "Para que los hicos puedan venir a la escuela, traer mercadería, o bidones de agua, tenemos que dejar la canoa y arrastrarla unos 200 o 300 metros, hasta llegar a una zona donde haya agua", cuenta Javier Hereñu, director y maestro de la escuela Angel Piaggio. El único de los alumnos que llegó a la escuela ese jueves, Juan un nene de seis años, lo escucha atento. Es el camino que hace todos los días junto a su papá para no faltar a la escuela. El docente recuerda que en la provincia de Entre Ríos ya se presentaron varios expedientes solicitando el dragado del ingreso al canal que ya perdió, calcula, dos o tres metros de altura. "Con el dragado del canal principal del río, el agua circula más rápido y la arena se acumula en los accesos a los riachos que se van secando", explica el maestro. Su alumno se acomoda en uno de los bancos del centro del aula, cerca del escritorio del director y de la biblioteca que desborda de libros de autores como Salinger, Cortázar o María Teresa Anduretto, e intenta descomponer números de varias cifras en centenas, decenas y unidades. "Nuestro interés como docentes es que nuestros alumnos tengan las mismas posibilidades que los chicos que viven en las ciudades", dice el docente que lleva más de 20 años trabajando en escuelas de isla. "En los humedales viven cada vez menos familias, los jóvenes se van a las ciudades a buscar otras posibilidades. Acá tienen dos oficios, o pescan o son puesteros y cada vez hay menos pescado o vacas para cuidar. Entonces se van a trabajar al puerto", cuenta y considera que es una forma de superar las dificultades que tiene la vida en la isla. islax.jpeg Para el docente, el aislamiento y las dificultades de acceder a atención de salud son las más urgentes.
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