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» La Capital
Fecha: 04/05/2025 15:13
El técnico electrónico naval, investigador y escritor funense Carlos Fernández vivió una vida de película: habla siete idiomas y habitó 20 años entre Europa y una decena de países de África, donde resistió a tiros un ataque pirata y conoció a César Milstein, Jacques Cousteau y Sofía Loren Carlos Fernández: "En esa época yo era un pirata. Tuvimos que chorearnos un barco, que era del mauritano Limames el tipo que nos había cagado" Un personaje por donde se lo mire. A los 74 años el investigador, trotamundos y escritor funense Carlos Fernández sorprende por su cinematográfica vida de aventurero como técnico electrónico naval autodidacta, que lo llevó a habitar 20 años en España, Francia, Italia y más de una decena de países africanos, en los que sobrevivió a un naufragio y a un ataque pirata, y conoció, entre otros, al químico premio Nobel argentino César Milstein , al investigador ocenográfico francés Jacques Coustaeu y a la actriz italiana Sofía Loren. Como bien canta el tango: “Que me quiten lo bailao”. Enormes anteojos, cabello despeinado, remera gris, vaquero y zapatillas, Carlos Fernández , quien habla seis idiomas, dialogó durante más de una hora con La Capital en su sencilla casa del barrio Zona 5, en el norte de Funes , construida en el fondo de un enorme terreno cercado con tejido, en una humilde biblioteca con decenas de libros antiquísimos, junto a aparatos de vidrio de química, una encantadora radio de la primera mitad del siglo XX y un mapa de Africa, que recorre con el dedo –como en aquellas batallas del TEG de antaño– mientras cuenta su historia apasionante. Nacido el 28 de marzo de 1951 en Rosario en una vieja casa de la calle Balcarce, al lado de donde vivía la familia de Fito Páez , Carlos Alberto Fernández es hijo del contador Jorge Fernández y de la ama de casa Edith Agaard –hija de daneses–. Carlos llegó a Funes cuando era muy chico. –Era un poco más introvertido que la mayor parte de los chicos. Leía muchísimo, pero muchísimo... –¿Y qué leías? –Y, en esa época, (Emilio) Salgari, después me empezó a gustar (Julio) Verne, y básicamente la ciencia ficción: debo haber leído 200 escritores. Me gusta mucho la ciencia ficción, pero le he metido a todo: a la filosofía, a la ciencia. "20 años en el exterior" –¿Te considerás funense? –Sí, porque si juntamos los 20 año en el exterior y tres o cuatro en Rosario, el resto fue funense, y tengo 70 y pico... –¿Estudiaste en Funes y en Rosario? –Hice la primaria en el (Colegio) Nazaret, de Funes, y la secundaria en el Normal Número 3 de Maestros Mariano Moreno, de Rosario. Empecé Ingeniería Eléctrica, específica hacia Electrónica, no llegué a terminar, y después hice otras carreras universitarias en forma digital como Geología y me especialicé en la cuestión climática, en la que tengo escrito un libro en formato digital y en videos. –¿Cuál es tu oficio, lo podés definir? –Un amante de la ciencia, sobre todo. –¿Sos un técnico electrónico autodidacta? –Sí, se puede decir que soy un técnico electrónico autodidacta. Es más, tengo que decirlo aunque suene pedante: muchos ingenieros me decían: “Carlitos, dame una mano”. –¿Y por qué no estudiaste Electrónica en una escuela técnica? –Entre otras cosas porque en esa época todavía vivía en Funes. Al mismo tiempo que estudiaba Electrónica en la Universidad del Litoral, todavía no era la UNR, estaba trabajando en electrónica en Rosario hacía varias cosas: estudiaba y tenía dos laburos. Empecé con un taller de Sony, seguí con un negocio de venta de electrónica y después entré como docente de Química y Física en el Normal 3. carlos 1.jpeg Celina Mutti Lovera / La Capital –¿Por qué te fuiste a España? –Me fui a España en 1977 no por la cuestión política porque, más allá que yo no los quisiera, no me fui corrido sino porque tenía un montón de amigos, incluidos algunos exalumnos del Normal 3, que se habían ido a vivir fundamentalmente a Barcelona. «Che, pero venite acá que hay laburo por todos lados, se gana bien, las cosas están baratas...». Y un día dije: “Voy”. Encima soy hijo único. Los agarré a mi vieja y a mi viejo y les dije: “Tengo que darles una noticia: me voy a España”. –¿Y qué te dijeron? –Mi vieja me miró con esa mirada profunda y me dijo: “¿Vos sabés que hacés bien?”. –¿Cómo te fue en Barcelona? –Bien, estuve ocho o nueve meses en la zona de Barcelona y después estuve en Lyón, en Francia, donde aprendí el idioma, hablo razonablemente el francés, y sin acento. Siempre tuve facilidad para aprender idiomas. –¿En qué trabajabas en Europa? –En electrónica. Curiosamente en esa época, finales de los 70 y principios de los 80, trabajé en una firma de Lyon con una computadora que hacía diagnósticos de electrónica. –¿Cómo te fue en Francia? –Me cagué de frío. –¿No te gusta el frío? –No, jamás. No paso del paralelo 40 y si estoy más cerca del Ecuador, mejor. Soy bien lagarto. En Francia agarré el verano, pero después en el invierno no quise saber más nada porque vivía en los Pirineos. Los tejados estaban helados y goteaban, igual que los pies, así que dije: “Nunca más”. –¿Y dónde te fuiste? –A Canarias, donde viví bastantes años. Primero busqué laburo en lo que sea y fui “freganchín” o lavaplatos, y después trabajé en electrónica. >>> Leer más: Funes: el hombre que inventó una zanjadora con un tractor y una motosierra –¿Cómo surgió tu berretín por estudiar el clima? –Con mis conocimientos de física y química habían cosas que no me cerraban, me parecía que las explicaciones era muy ridículas. Hay cosas que no me cerraban entonces empecé a buscar trabajos científicos de distintos especialistas y leí un millar hace una década. Además hice algunas traducciones del alemán y del ruso. Una de las cuestiones que investigué es sobre la explicación de los gases de efecto invernadero que producen calor, pero digo que también podrían producir frío. –¿Cómo el efecto invernadero podría producir frío en vez de calor? –¿Has visto alguna vez una heladera de gas o de kerosen? Hay una multiplicidad de fenómenos climáticos, físicos y geográficos que cambian el clima. Quizá una de las cosas que se ha negado por ejemplo es la variación en la radiación cósmica. Eso tiene un valor fundamental en la condensación de los aerosoles naturales, entre el más importante del vapor de agua, y por tanto en las precipitaciones. Por cierto, aparte de esto, recién estuve viendo un artículo en el Meteofa que sustenta que el próximo invierno será el más frío en los últimos 60 años. Volviendo a lo que decíamos. Hace varios años hubo un físico meteorólogo de la Nasa, Martín Limsat, que revolvió el avispero con pruebas de que el CO2 tiene un valor enfriador. Creo que incluso lo rajaron por las presiones políticas. –¿Si fuera así estarías refutando su existencia y el calentamiento global? –Esa pregunta es demasiado general. Las variaciones climáticas se realizan desde hace unos 4.500 millones de años en que existe la Tierra. Lo que yo estoy casi convencido es que la variación actual, (muy normal dentro de los últimos 10 mil años, en que hubo épocas más frías y otras más cálidas) no es a causa del uso de combustibles carbonados, como petróleo gas o carbón, que generan CO2. "Hablo seis o siete idiomas" –¿Hablás francés, alemán y ruso? –Sí, y además hablo un poquito de otros idiomas como tongano, el idioma de Tonga, un país polinésico, donde quise ir a vivir. Un poco de maorí, que es de la misma lengua; por supuesto hablo bastante bien el catalán. ¿Cuántos idiomas conocés? –Seis o siete: catalán, francés, italiano, alemán, ruso, tongano y maorí. –¿Todos menos el inglés? –Tal cual. El único idioma en el que soy un negado es el inglés: no me gusta. –¿En vez de hablar inglés hablás otros siete idiomas? –Exacto. Lo que pasa es que acá tuve que leer los informes científicos en inglés. –¿Y por qué no te gusta el inglés? –Por una cuestión ideológica. –¿Porque invadieron todo el mundo? –Digamos... carlos 3.jpeg Celina Mutti Lovera / La Capital –¿Cómo siguió tu derrotero en Canarias? –Me puse un taller y trabajé en electrónica, primero solo, después con otra gente en un taller más grande y me conecté con Jorge, un muchacho marplatense que hacía electrónica naval, e hice un curso de radares y otro de sonares y sondas con una empresa japonesa y con otra sueca, y apareció la posibilidad de poner un taller en Mauritania, un lugar virgen desde el punto de vista de la actividad. Mauritania está cerca de Canarias, pegadito a Marruecos. –¿Cómo caíste en Mauritania? –Porque apareció un mauritano que había hecho reparaciones de barcos tenía una empresa en Canarias con 20 barcos pesqueros, con bastante movimiento comercial. Hicimos una sociedad con este tal Limame, habíamos quedado que cada tres meses íbamos a hacer cuentas, pero cuando pasaron seis meses el tipo se hacía el pavo porque mi trabajo era bien rentable: cambiar un fusible de un barco son 100 dólares. Y eso terminó mal. –¿Cómo siguió tu periplo africano? –Yo me había asociado con un electricista y bobinador español, con el que hacíamos trabajos a medias. Pensamos en diversificar el trabajo porque la sociedad con el mauritano Limame se iba a podrir. Y apareció un muchacho que tenía un barco pesquero para traer pescado congelado de otro lado. La costa del Sahara es arena y agua salada, no hay otra cosa. Toda Mauritania es un gran desierto al lado del mar. Este muchacho tenia un barco de madera grande, que cargamos con 70 toneladas de hielo y nos fuimos a Emenrar, en una época cuando no había ruta, ni teléfono, ni electricidad, y sufrimos un naufragio. –¿Cómo sobrevivieron? –Porque en esa zona no hay grandes olas, así que tuvimos que aprovechar la marea alta, acostarnos y pasar esos cuatro o cinco kilómetros de médanos, en una experiencia bastante interesante. Tuvimos que volver por tierra y eso fue terrible, especialmente hacerlo en camello porque después de 40 o 50 kilómetros te puedo asegurar que es peor que una tortura: estaba totalmente pelado. La gente de allá llevan una túnica y abajo no usan calzoncillo, pero yo tenía el pantalón y el calzoncillo, donde la arena te raspa, y estuve tres semanas sin poder caminar. >>> Leer más: La piloto de Funes en Europa: "Mis padres siempre respetaron mis sueños y me dejaron volar" –¿Cómo conociste a Jacques Cousteau? –Yo tenía 30 años. Cuando volví del naufragio me dijeron: “Un franchute te está esperando para una reparación”. Era un barco raro, un oceanográfico, y era él. Habían hecho pelota el radar. Me llamó la atención que tuvieran un radar tan grande, tipo militar. –¿Qué impresión te causó Jacques Cousteau? –¡Un viejo chinchudo de mierda! –Un cascarrabias. –Totalmente. Para darte una idea, una de sus amarguras fue cuando falleció uno de sus hijos, que era su nene, y el otro hijo no lo aguantó más, se fue a la Polinesia, compró una isla y puso un hotel, que llamó Hotel Cousteau. El padre le hizo un pleito por usar el nombre y se lo ganó. –¿Eso lo define? –Totalmente, pero eso no tiene nada que ver con el enorme conocimiento que ha aportado. –¿Cómo conociste al premio Nobel argentino César Milstein? –Lo conocí y hablé con él porque tenía un parentesco con un familiar cercano. –¿Y a Sofía Loren? –Eso fue de casualidad porque con mi pareja de entonces, una italiana, estábamos en el Vip de un aeropuerto y la encontramos a Sofia Loren. >>> Leer más: El loco de los autos antiguos: recorre Funes en un Ford A 29 o un Buick 39 –¿Hiciste una vida de trotamundos? –Bastante. –¿En cuántos países viviste? –En España, Francia, Italia, Mauritania, Gambia, Senegal, Ghana, Costa de Marfil, Gabón, Guinea Ecuatorial, Nigeria... –¿Cómo hicieron para escaparse de Mauritania? –Entre otras cosas tuvimos que robarnos un barco grande, de unos 30 metros. "En esa época yo era un pirata" –¿Siempre fuiste técnico electrónico naval? –Más o menos porque en esa época yo era un pirata: tenía un barco que le habíamos choreado al mauritano Limame, el mismo tipo que nos había cagado. –¿Qué hicieron con el barco que robaron? –Finalmente se incendió en Costa de Marfil. –¿Lo quemaron para que no quedaran pruebas? –Digamos. Lo incendiamos en forma remota. –¿Cómo hicieron? –En otras palabras dejamos todo preparado para que se incendiara. En primer lugar apagás la electricidad y esperás que alguien la encienda. Agarrás las bengalas, que había como para parar un carro, y las metés en la parte eléctrica, dentro de unas mamparas para que no se vean, y cuando alguien prende la electricidad vuela todo. –¿Cuáles son las coincidencias entre tu vida y la película “Forest Gump”? –Que ambos tuvimos un barco camaronero. carlos 4.jpeg Celina Mutti Lovera / La Capital –¿Qué fue “Lo que nunca te atreviste a contar de tu vida en Africa”, según se titula uno de tus libros? –Matar gente con un fusil. Tuvimos ataques piratas en Nigeria, en la parte africana negra, donde tuvimos que aguantar una agresión, entre otras cosas que no son agradables. –¿De qué nacionalidad eran los piratas que los atacaron en Nigeria? –Supongo que eran nigerianos. –¿Cuándo y dónde los atacaron? –No recuerdo la fecha exacta, a fines del 82, quizá noviembre o diciembre... El lugar fue cerca del delta del río Níger. –¿Viste crímenes cometidos por los piratas? –No, por suerte no, pero en los ámbitos navales se hablaba ampliamente. Incluso hubo noticias y algún reportaje en la TV en esas zonas. –¿Eran mercenarios de alta mar? –No propiamente. El delta del Níger es parecido al del Paraná, pero más selvático. Y, además, es un delta mixto, es decir parte interior y parte externo. Cómo si aquí fuese un delta extenso que incluiría el río de la Plata. –¿Cuál fue el episodio más grave que sufriste? –Hubo varios. Tener que tirarle a otra persona, quizá sin saber si fui o no quien la mató. Sustos, muchos, y situaciones desagradables, también. –¿Qué fue lo más llamativo que viste en tus 20 años en África? –La lógica de las personas, que tiene que ver con la cuestión material y con la espiritual. –¿En qué sentido? –Una y otra cosa está muy relacionadas. Por ejemplo, cuando allá hay un bautismo, se emborrachan, pero fundamentalmente lloran porque hay alguien que va a tener que cagarse de hambre. En cambio cuando se muere un viejo no sabés la joda que hacen porque tienen que poner un plato menos en la mesa. –¿Es otra lógica? –Totalmente, pero al final tenés que decirles que su lógica es mejor que la nuestra.
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