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  • En Roma, el poder rindió tributo a la autoridad: gran reconocimiento de líderes al papa Francisco en su multitudinario funeral

    » Noticias del 6

    Fecha: 27/04/2025 10:33

    El que fue y será llamado por muchos “Papa de los pobres”, de los últimos, de los descartados del sistema, reunió en su despedida final a los principales líderes mundiales que, en muestra de reconocimiento y respeto, fueron a darle el último adiós en persona. De los “últimos” a los “primeros”, de un rey a un cartonero, del presidente de una potencia hasta un Julian Assange… la Historia les tocó el timbre y ninguno quiso faltar a la cita. Además de las decenas de miles de fieles, hubo en la plaza de San Pedro una numerosa concurrencia de jefes de Estado y de Gobierno y de otros referentes mundiales en un postrer reconocimiento al líder espiritual del mundo occidental y cristiano que acaba de fallecer y que en vida transmitió su mensaje verdaderamente “urbi et orbis”. El mejor símbolo de este tributo del poder a la autoridad es la imagen de Donald Trump con Volodimir Zelenski en un breve encuentro cara a cara en una Basílica de San Pedro tan vacía como llena de la presencia de Francisco; material, porque su féretro se encontraba a pocos metros de allí, pero sobre todo espiritual porque sus incansables llamados a la paz todavía resuenan y resonarán en la plaza vaticana. La autoridad de un líder espiritual como el Sumo Pontífice es una categoría de orden moral; no dispone de resortes físicos para ejercer presión sobre las fuerzas temporales. Y sin embargo, de pronto, puede manifestarse con enorme potencia cuando es reconocida. Está allí, como la reserva a la cual apelar, como la autoridad a la que remitirse, como una instancia superior en lo ético moral. Sería una esperanza para el mundo que el metamensaje de este homenaje de tantos líderes sea el reconocimiento de la necesidad de traducir en política los valores comunes a la inmensa mayoría de la humanidad -paz, fraternidad, solidaridad, humildad, piedad-, que el papa Francisco ha encarnado en estos doce años de pontificado y que no siempre han encontrado eco en las autoridades temporales. Pero hay esperanza porque una Europa cada vez más descreída dijo presente casi en su totalidad, tal vez en una admisión algo tardía de que el alejamiento de sus raíces espirituales la priva de una de sus fortalezas, de uno de sus cimientos de unidad y de uno de los mejores escudos contra los desafíos y riesgos geopolíticos y sobre todo culturales a los que se ve confrontada. Ni Trump ni Zelenski son de confesión católica -de origen protestante uno, judío el otro- y este hecho subraya aún más la potencia de la autoridad espiritual de un Papa que traspasa fronteras y no sólo geográficas. Es el peculiar estatus que tiene la Iglesia Católica, fruto de su imbricación en la historia y de cómo ha modelado las sociedades y la cultura occidental. La presencia de tantos dirigentes en la ceremonia del adiós a Francisco así lo atestigua. Trump en el Vaticano A propósito de la presencia del presidente de los Estados Unidos en la misa fúnebre del Papa, muchos observadores y analistas destacaron el hecho de que Trump y Francisco tuvieron más diferencias que coincidencias sin ver que en todo caso ello hace sobresalir aun más el gesto del primer mandatario estadounidense que no vaciló en anunciar que iría al funeral apenas conocida la noticia del fallecimiento de Jorge Bergoglio, y que de este modo le dedicó al jefe de la Iglesia Católica el primer desplazamiento internacional de su mandato. Trump dio continuidad así al mismo talante con el cual el pueblo y las instituciones estadounidenses recibieron al papa Francisco en el que fue uno de sus más impactantes viajes pontificios en septiembre de 2015. La presencia del Presidente de los Estados Unidos en su funeral representó el agradecimiento por el concepto con el que en aquella ocasión el Papa los honró cuando en el Capitolio dijo estar “en la tierra de los libres y en la patria de los valientes”. El destino -o la Providencia- quiso además que el último político que el papa Francisco recibió haya sido el vicepresidente J.D.Vance, a quien el pontífice no dejó de transmitir sus objeciones por la política hacia los inmigrantes, pero no por ello Trump se exceptuó de honrarlo, haciéndose portavoz de la fe del pueblo americano (y también de buena parte del episcopado de su país sin cuyos votos Francisco no habría sido Papa). De todos modos quienes destacan las diferencias entre ambos líderes, olvidan que Trump ha asumido sin ambages algunos aspectos centrales de la agenda papal: la defensa de la vida desde la concepción y el combate a una ideología que pretende imponer una nueva antropología como lo advirtió la propia Santa Sede bajo la conducción de Francisco. Nada de lo humano le fue ajeno Como lo recordó Giovanni Batista Re, el decano del Colegio Cardenalicio que presidió la misa fúnebre del Papa, “la decisión (de Bergoglio) de tomar el nombre de Francisco apareció inmediatamente como la elección de un programa y de un estilo sobre los cuales quería asentar su pontificado”, siguiendo el espíritu del Santo de Asís. “Fue un Papa entre la gente, con el corazón abierto a todo”, dijo Re. Pero también “atento a todo lo que emergía de nuevo en la sociedad”. A Bergoglio, nada de lo humano le fue ajeno, en pequeña o gran escala. Con su estilo particular, espontáneo, sencillo y directo de comunicar el mensaje evangélico, Francisco convirtió a la Santa Sede en una capilla cercana para los fieles del mundo entero y para todos los hombres de buena voluntad, porque sabemos que fue apreciado por muchos más allá de los confines de la Iglesia. Una tendencia a volcarse a la búsqueda de las ovejas descarriadas que no siempre fue comprendida por todos. Como en la parábola del hijo pródigo, el hermano que no cometió errores sintió celos de la atención que se le daba al recuperado. Es que para Francisco, el escenario era el mundo entero. En palabras del cardenal Giovanni Battista Re, “rico en calor humano y profundamente sensible a los dramas actuales, el papa Francisco verdaderamente compartía las angustias, los sufrimientos y las esperanzas de nuestra época de mundialización y se desvivió por reconfortar y dar aliento a cada uno con un mensaje capaz de tocar el corazón de las personas de manera directa e inmediata”. Todo esto fue inspirado, dijo, por su convicción de que “la Iglesia es una casa para todos, cuyas puertas están siempre abiertas”. Como lo subrayó también Re, misericordia y fraternidad fueron dos ejes esenciales de su prédica. “El papa Francisco siempre puso en el centro del Evangelio la misericordia, subrayando en muchas ocasiones que Dios no se cansa de perdonar”. En efecto, Bergoglio enfocó el mensaje de la Iglesia en lo esencial del evangelio de Jesucristo, que resumió los mandamientos en dos esenciales: amar a Dios con todo el corazón, alma y mente, y amar al prójimo como a uno mismo. El testamento de un argentino El mismo reconocimiento plural de plaza San Pedro se replicó unas horas después en Buenos Aires, componiendo una imagen de convivencia respetuosa que no pudo darse en vida del papa Francisco. En primera fila en la misa por el eterno descanso del pontífice argentino frente a la Catedral Metropolitana, nación, ciudad y provincia estuvieron representadas en las figuras de la vicepresidente Victoria Villarruel, el jefe de Gobierno de la Capital, Jorge Macri, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. También asistieron muchos otros dirigentes y, como destacó especialmente el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, todo el cuerpo diplomático extranjero acreditado en Argentina en otro gesto notable de reconocimiento a Jorge Mario Bergoglio. García Cuerva enumeró todos los demonios contra los cuales el Papa batalló: el demonio de la guerra, el de la exclusión, el de la fragmentación y el desencuentro. “Ante tanto demonio dando vuelta por el mundo, el testimonio de Francisco fue un faro que iluminaba la oscuridad, una voz profética que resonaba ante tanto silencio cómplice, un referente mundial frente a tanto desconcierto, un animador de sueños y esperanzas en un mundo desalentado y con miedo al futuro, un testigo de misericordia y del perdón en la tormenta de las descalificaciones y el odio”, dijo García Cuerva Y exhortó: “Hoy quisiera que volvamos allí nuestra mirada e imaginemos el abrazo que nos debemos como argentinos, el abrazo que negamos al que piensa distinto, o al que tiene otras costumbres u otro modo de vivir, el abrazo que no compartimos con los que sufren”. En estos días, hubo una coincidencia en declarar a Francisco “el argentino más trascendente de la historia”, el más “ilustre”, el más “importante”. El Papa además, nunca olvidó su origen. Argentino hasta la muerte, una de sus últimas decisiones fue donar su imagen de la Virgen de Luján al personal médico que lo atendió en la Clínica Gemelli, y en una de sus últimas salidas por la Basílica de San Pedro, se paseó envuelto en un poncho criollo. Ningún argentino de bien debería por lo tanto eludir el legado de este compatriota que le dimos al mundo como jefe espiritual de buena parte de la humanidad. Y cada uno deberá ponerse al hombro la parte de cruz que le toque. Porque, como recordó con voz quebrada por la emoción este hijo de Bergoglio que es el arzobispo de Buenos Aires, “las últimas palabras del Papa en su testamento, conocido el lunes pasado, son: ‘El sufrimiento que se ha hecho presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz en el mundo y por la fraternidad entre los pueblos’”. (Fuente: Infobae)

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