Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La mujer que salvó a decenas de judíos perseguidos por el nazismo al esconderlos en una habitación secreta en la relojería de su familia

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 15/04/2025 04:45

    Corrie ten Boom en la relojería de Haarlem, Begijnestraat, Países Bajos, allí la mujer resguardó gente de la persecución nazi “No habíamos planeado nuestra labor de rescate. La gente empezó a acudir a nosotros diciendo: ‘La Gestapo nos apoya’, y nosotros los acogimos. Pronto, otros se sumaron también”, contaba Corrie ten Boom –relojera de profesión- después de la guerra, cuando recorría el mundo con su mensaje de paz. Y lo hacía con humildad, como si el riesgo de proteger a familias judías neerlandesas perseguidas por los nazis no hubiese sido una elección sino algo que simplemente no podía negarse a hacer. Aunque le hubiese costado la vida a su padre, a sus hermanos y a otros miembros de su familia, y a ella misma la había puesto al borde de la muerte en un campo de concentración. También contaba que, por sus convicciones religiosas, había perdonado a sus carceleros y al hombre que la delató. La historia de la relojera Ten Boom es mucho menos conocida que, por ejemplo, la de Oskar Schindler, pero la magnitud de sus resultados la iguala: se calcula que la red de refugios clandestinos que se formó en alrededor de ella y su familia en Haarlem -un municipio a unos veinte kilómetros de Ámsterdam- salvó las vidas de casi ochocientos judíos cuyo destino eran los campos de exterminio. Como hizo la familia de Anna Frank en su casa, Corrie armó en la suya un refugio oculto, aunque no para ella misma sino para otros, y resultó ser tan bueno que, incluso el día que los nazis la detuvieron junto al resto de su familia, no encontraron a las siete personas que se escondían en esa habitación secreta y pudieron ser rescatadas por la resistencia dos días más tarde. Una mujer con iniciativa Corrie ten Boom, nacida en la capital de Países Bajos el 15 de abril de 1892, llevaba la solidaridad en la sangre. Era, como la relojería y una profunda religiosidad, parte indisoluble del linaje de su familia. El abuelo de Corrie, Willem, había establecido una relojería en 1837 en el número 19 de Barteljorisstraat, en Haarlem. En la planta baja, sobre la calle, funcionaba el local comercial y en los pisos superiores vivía la familia, que profesaba con fervor las enseñanzas de la Iglesia reformada neerlandesa. El negocio que había iniciado Willem fue heredado luego por su hijo Casper, que además de llevarlo adelante con éxito decidió formar a su hija Corrie en la profesión, pese a que por entonces se la consideraba una ocupación masculina, para que continuara la tradición familia. La joven no lo decepcionó y en 1922 se convirtió en la primera neerlandesa “autorizada” en la práctica de la relojería. La historia de Corrie ten Boom fue llevada al cine (Grosby) La joven Corrie no solo demostró ser una adelantada en eso, sino también en el activismo religioso y social. Tenía 19 años cuando murió su madre y junto a su hermana Betsie se hizo cargo de llevar la casa sin dejar de colaborar con su padre en la relojería, mientras que ocupaba su tiempo libre en liderar un espacio de encuentro para chicas, donde proponía actividades a las adolescentes de su comunidad: gimnasia, teatro, enseñanza de alemán y paseos educativos. Bajo su dirección, ese pequeño lugar de encuentro se convirtió en el Triangle Club, uno de los más concurridos y prestigiosos de Haarlem. Al mismo tiempo la casa familiar, llamada “Béjé” -abreviatura de Barteljorisstraat, el nombre de la calle- siempre estaba abierta a cualquier persona necesitada. Los ten Boom eran reconocidos por todos sus vecinos por su predisposición a ayudar. En todo eso estaba la relojera de Haarlem cuando los nazis invadieron Países Bajos en 1940 y comenzaron a perseguir a las familias judías y a cualquiera que se les resistiera. Casper, el padre de Corrie, fue uno de los primeros hombres de la ciudad en unirse a la resistencia neerlandesa. Su hija lo apoyaba, pero con sus propias condiciones: por las convicciones religiosas y el pacifismo que profesaba solo participaba en acciones no violentas. No tardaría en convertirse en la primera mujer en crear y liderar una red de resistencia en el país con su solo objetivo: salvar vidas. La red de refugios Lo que terminaría siendo una organización clandestina comenzó cuando, a principios de 1942, una familia judía de la vecindad le pidió refugio porque les habían informado que los nazis irían a detenerlos. Sin dudarlo, Corrie los acogió en su casa, donde permanecieron hasta que la resistencia pudo sacarlos de la ciudad. Ese acto de solidaridad vecinal se convirtió en un punto de partida. Pocos días después, llegó a la relojería una mujer con una valija en la mano y le pidió ayuda; pronto se sumó también una pareja de ancianos. Las redadas de la Gestapo se multiplicaban y la única solución era esconderse hasta poder escapar. Fue entonces cuando Corrie le planteó a su familia la idea que venía elaborando para enfrentar la situación. Les propuso crear una habitación secreta donde quienes lo necesitaran pudieran ocultarse hasta que la resistencia consiguiera rescatarlos. En la segunda planta del edificio, en la propia habitación de Corrie se construyó un escondite, cuya entrada estaba disimulada por un armario, que consistía en un espacio de alrededor de dos metros y medio de largo por menos de uno de ancho. Podía albergar como máximo a unas seis personas en forma simultánea, las que debían permanecer de pie y sin moverse. La relojería era una perfecta “pantalla” para estas actividades porque no despertaba sospechas que, como en cualquier otro negocio, muchas personas entraran y salieran constantemente. La pequeña habitación secreta que la Gestapo no pudo descubrir Si no había peligro, los refugiados podían pasar el tiempo en el dormitorio de Corrie, pero cada vez que sonaba la alarma –un pequeño timbre oculto junto a la escalera-, debían ocultarse de inmediato en la habitación secreta, donde debían quedarse quietas y en total silencio hasta que les avisaran. En algunas ocasiones, los refugiados estaban sólo por unas pocas horas en la casa, que funcionaba como un lugar de espera y tránsito hacia otros sitios más seguros; en otras, se quedaban durante días hasta que lograban partir. Una vez que la idea se puso en marcha, la circulación de perseguidos se convirtió en algo permanente. La mayoría eran judíos, pero en ocasiones la utilizaban también miembros de la resistencia que habían quedado cercados en la ciudad. A Corrie pronto le quedó claro que las personas que requerían ayuda superaban ampliamente la capacidad del refugio que había construido y se propuso armar una red. En una comunidad donde se la reconocía por sus obras, no demoró en conseguir que varios vecinos se sumaran a la iniciativa construyendo refugios similares. Así nació la red por la cual, entre 1942 y principios de 1944, pasaron casi ochocientos refugiados. Detenidos por una delación A fines de febrero de 1944, un hombre entró en la relojería y le dijo a Corrie que él y su mujer eran judíos y que necesitaban sobornar a la Gestapo para poder escapar. La relojera prometió conseguírselo sin sospechar que sería su perdición. Ese mismo día, el hombre fue capturado y la delató. El último día del mes, los nazis pusieron el negocio de los ten Boom bajo vigilancia y detuvieron a todos los que entraban y salían de allí. Recién a última hora de la tarde entraron, allanaron el lugar y detuvieron a Corrie, su padre Casper, sus hermanos Willem, Nollie y Betsie y su sobrino Peter, que fueron a parar a la cárcel de Scheveningen. Afortunadamente, el hombre que delató a la relojera no conocía la existencia de la habitación secreta, que los agentes de la Gestapo no descubrieron al revisar el negocio y la vivienda. Allí estaban escondidas seis personas, que fueron rescatadas 48 horas después. Eran cuatro judíos y dos formaban parte de la resistencia; de los primeros, tres sobrevivieron a la guerra; de los segundos, uno murió combatiendo a los nazis y el restante sobrevivió. La misma noche de su detención, el oficial de Gestapo que lo interrogó le dijo a Casper que sería condenado a muerte por ayudar a los judíos. El viejo relojero, que acababa de cumplir 84 años, se le plantó: “Será un honor dar mi vida por el pueblo elegido de Dios”, respondió. Corrie y su hermana Betsie estuvieron en tres prisiones diferentes durante los siguientes diez meses, hasta que fueron enviadas al campo de concentración de Ravensbrück, cerca de Berlín, en Alemania. Betsie, de 59 años, murió al poco tiempo de llegar allí, al no soportar las privaciones a las que fue sometida. El hermano, Willem, de 60 años, se enfermó de tuberculosis durante su estancia en la cárcel y murió poco después de terminar la guerra. Otro de los sobrinos de Corrie, Christian, de 24 años, fue llevado al campo de Bergen Belsen también acusado de formar parte de la resistencia, y nunca más se supo de él. Corrie salvó su vida por un error de la Gestapo. A fines de 1944 la confundieron con otra prisionera y su nombre fue incluido en una lista de personas que serían liberadas. Pudo regresar a Haarlem y a la relojería, donde logró recobrarse y llegar viva al final de la guerra. Mientras tanto, su red seguía funcionando, porque ni ella ni ninguno de sus familiares delataron a nadie durante los interrogatorios. Predicadora del perdón Tras la liberación de Países Bajos, Corrie fundó otra red, esta vez de centros de rehabilitación para los afectados por el conflicto. Al mismo tiempo, comenzó a predicar el Evangelio Cristiano, poniendo especial énfasis en el perdón, en giras que realizó por más de cincuenta países. “Dios nos dio el amor para ser capaces de perdonar a nuestros enemigos”, era el mensaje central de sus discursos. Se refería siempre a un perdón de tipo personal, porque nunca se le escuchó una objeción a que los criminales de guerra y los responsables del genocidio perpetrado por los nazis fueran juzgados y condenados por sus delitos. La casa de la familia de Corrie ten Boom se preserva como museo Contaba como ella misma había logrado perdonar de esa manera. En 1947, luego de una charla que brindó en Múnich, un hombre se acercó a saludarla y lo reconoció como uno de sus carceleros en Ravensbrück, el mismo que había obligado a ella y a su hermana Betsie a caminar desnudas delante de él cuando seleccionaba a las mujeres que eran aptas para el trabajo. La primera reacción de Corrie fue rechazarlo y darle la espalda, pero el hombre le pidió perdón y le confesó que había abrazado el cristianismo en busca de redención. Conmovida, Corrie le dio entonces la mano: “Durante un momento largo nos estrechamos las manos, el antiguo guardia y la antigua prisionera. Nunca había sentido tan intensamente el amor de Dios como lo sentí entonces”, concluía al contar ese encuentro y decía que su experiencia le había enseñado que las personas capaces de perdonar a sus enemigos eran las que mejor podían reconstruir sus vidas. En 1971 relató la historia de su familia, del refugio construido en su casa y de la red que había organizado en Haarlem en su libro El Refugio Secreto, que fue llevado al cine. Y más tarde escribió Tramp of the Lord, donde vuelca su prédica sobre la necesidad de perdonar. En 1978, Corrie ten Boom sufrió un accidente cerebrovascular que le provocó una parálisis y pasó el resto de su vida postrada. Murió el 15 de abril de 1983, el mismo día que cumplía 91 años. Hoy, en la relojería y la casa donde estaba el refugio que salvó las vidas de cientos de personas funciona el Museo Corrie ten Boom House, que mantiene viva la historia de su heroísmo durante la Segunda Guerra Mundial.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por