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  • Soberanía hoy: obligados sin vuelta a su defensa

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 19/11/2025 10:57

    ARCHIVO: Vista de dron de buques con granos para exportar navegando por el río Parana, en Rosario, Argentina, en agosto de 2024 (Reuters) Cada 20 de noviembre, la brisa del Río Paraná nos trae ecos de cañones y el rugido de la valentía. Conmemoramos el Día de la Soberanía Nacional, recordando la Batalla de la Vuelta de Obligado en 1845. Sin embargo, no es solo un feriado en el calendario nacional: es una cita ineludible con nuestra identidad más profunda, una que transforma el recuerdo de una gesta histórica en la energía que honra la memoria de nuestros padres fundadores, asume los desafíos de nuestro presente y labra el porvenir de grandeza que merecen nuestras generaciones venideras. En definitiva, es un llamado a la acción ineludible en la gestión, el control y la plena fiscalización de nuestra principal vía navegable. El río, ayer y hoy En aquella curva del río, unos pocos, armados solo de coraje, lucharon por el derecho esencial a decidir por nosotros mismos y a ejercer jurisdicción sobre nuestros ríos interiores. Aunque aquel combate bélico fue una derrota táctica, la feroz resistencia de siete horas por las fuerzas de la Confederación Argentina causó pérdidas que convirtieron la expedición extranjera en un fracaso comercial y político para los invasores. El sacrificio se transformó, así, en una victoria estratégica fundamental, obligando años después (1849 y 1850) a las potencias europeas a firmar tratados que reconocieron plenamente la soberanía argentina sobre sus ríos. Hoy, el Río Paraná sigue siendo el principal escenario de la defensa de nuestra soberanía. Empero, el desafío ya no es militar, sino de gestión, visión estratégica y cumplimiento de los principios republicanos. El sistema fluvial del Río Paraná y sus afluentes conforma una cuenca vital de más de 1,51 millones km2, que constituye cerca de la mitad de la Cuenca del Plata, abarcando catorce provincias argentinas y nos conecta con otros cuatro países (Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia). Su Vía Navegable Troncal (VNT), que se extiende por más de 1.200 km de ríos interiores, es la arteria esencial que canaliza el flujo comercial de la región. Por ella transita cerca del 80% del volumen total de las exportaciones argentinas, constituidas principalmente por commodities agroindustriales (cereales, granos, aceites y subproductos), además de gran parte de las importaciones. Todo ello representa un flujo comercial anual estimado en más de US$ 30 mil millones. Este volumen de divisas lo consolida como la fuente más crítica de ingresos de dólares genuinos para el país, superando las entradas por turismo y servicios, y a menudo, rivalizando con la totalidad de las reservas disponibles en el Banco Central. Más importante aún, su cuenca de influencia alberga a millones de ciudadanos cuya vida, trabajo y acceso a recursos dependen directa o indirectamente de esta arteria. La magnitud de su tráfico y su impacto social la convierten en un interés estratégico de primer orden. Hoy, defender la soberanía es construir un consenso amplio y fuerte para ejercer el control efectivo y legítimo sobre este eje logístico crucial, asegurando que su funcionamiento beneficie a toda la Nación. Bien común y compromiso institucional Los desafíos de la VNT son, hoy, las nuevas fronteras de nuestra independencia, y enfrentarlos con éxito es la gran tarea que nos convoca: Soberanía económica y logística : Nuestra acción debe enfocarse en que la gestión del tránsito y los servicios (dragado, balizamiento, remolque y salvamento) optimice costos y maximice los ingresos fiscales. Esto significa potenciar nuestras economías regionales y abrir al debate público informado, entre otros temas, sobre la creación de una flota mercante nacional, para que la riqueza que fluye por el río impulse, en definitiva, el desarrollo argentino. Soberanía ambiental y la esencia del río : El Paraná es un bien de dominio público, parte de nuestro patrimonio común y fuente de agua potable. La soberanía ambiental nos impone que el desarrollo económico deba ser necesariamente sostenible. Además, la gestión del río es inseparable de su rol estratégico como fuente de energía. La Cuenca del Plata posee un enorme potencial hidroeléctrico, gran parte del cual ha sido desarrollado a través de centrales binacionales como Yacyretá e Itaipú, determinantes para el desarrollo socioeconómico de la región. De allí que la gestión de este recurso vital requiere el máximo cuidado y responsabilidad, garantizando que todo proyecto se ejecute con el rigor técnico y la previsión necesarios para el progreso económico; asegurando, paralelamente, la protección del ecosistema y la vida de las comunidades ribereñas. Soberanía legal, transparencia y participación : El ejercicio de la soberanía moderna exige legitimidad y consenso, pilares de todo Estado de Derecho democrático. La gestión de un recurso tan estratégico debe ser ejemplar en su transparencia institucional. La participación ciudadana, derecho que emerge con claridad del Acuerdo de Escazú y de nuestra propia Constitución, es un mecanismo esencial para garantizar la licencia social del proyecto. Es un compromiso nacional trabajar con rigor científico para que el camino de crecimiento sea sólido y esté plenamente ajustado a nuestro marco legal vigente. Seguridad, control y Justicia: Nuestra acción debe enfocarse en que el control de tráfico fluvial (mediante radares, comunicación monitoreada) y la fiscalización plena (aduanera, migratoria, de peajes, practicaje y pilotaje) sean fundamentales para la defensa de nuestros intereses. Pues, existe una correlación directa y trágica: la debilidad en el control de este corredor navegable se traduce en violencia en nuestras calles. El dinero del contrabando, el fraude fiscal y el flujo de droga, principalmente cocaína, que utiliza el Paraná como plataforma logística, son el motor financiero que alimenta a las bandas criminales, el tráfico de armas y el incremento de homicidios que debemos juzgar. Por ello, la falta de rigurosidad en los controles portuarios otorga al Paraná una ventaja comparativa criminal, facilitando al crimen organizado transnacional el uso de métodos como el “gancho ciego” (rip-off) o la contaminación en alta mar (drop on). Esta vulnerabilidad es magnificada por la dispersión operativa: en la zona de mayor actividad exportadora (el Gran Rosario), se concentran cerca de 20 terminales, la mayoría de gestión privada, en solo 70 km de margen del río. Esta densidad y simultaneidad de operaciones, sin dudas, dificulta y atomiza la fiscalización, creando un cuello de botella de altísimo riesgo para la soberanía fiscal y la seguridad nacional. Dada la complejidad de este escenario, la Justicia en sus diferentes jurisdicciones debe actuar con unidad de criterio. En tanto, la acción soberana debe manifestar la voluntad inquebrantable de resistir estas adversidades y transformarlas en un triunfo político y legal, asegurando la capacidad total de vigilancia del Estado. En tal sentido, los planes de seguridad del Ministerio de Seguridad de la Nación, como el Plan Bandera (en Rosario y área metropolitana), el Plan Güemes (en Salta), el Plan Guaçurarí (en Misiones) y el reciente Plan Paraná (en la Hidrovía Paraguay-Paraná) son fundamentales. Precisamente, porque conjuntamente constituyen una estrategia integral para fortalecer el control del sistema fluvial del Río Paraná y sus afluentes, a fin de enfrentar redes de narcotráfico, contrabando, trata y lavado de activos. Todo ello a través de tecnología de vigilancia avanzada, cooperación internacional, articulación con fuerzas federales, policías provinciales y el Poder Judicial; además de crear un Comando Unificado para coordinar las acciones y centralizar la conducción operativa. En conclusión, y como lo prescribe claramente el referido Plan Paraná, no hay soberanía si hay compartimentos estancos en la gestión estatal. Soberanía y unidad Que cada 20 de noviembre nos recuerde que la defensa de la soberanía es un imperativo constitucional: todos los poderes del Estado y la ciudadanía en su conjunto estamos convocados a una responsabilidad indelegable. La trascendencia de los desafíos nacionales exige la construcción de un consenso amplio y mancomunado, en el cual las diferencias partidarias converjan en políticas de Estado. Un destino de grandeza se afianza sobre el cumplimiento irrestricto de la ley, el rigor técnico, el consenso institucional y la participación pública informada. Miremos el horizonte con firmeza: que la conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado sea la brújula que guíe la acción coordinada y responsable sobre nuestro río vital, enmarcados siempre en la legalidad. La soberanía no es una cualidad abstracta, sino un poder que debe ser ejercido activamente para alcanzar los fines que justifican la existencia misma del Estado: entre ellos, afianzar la justicia y consolidar la paz interior, tal como lo expresa nuestro Preámbulo Constitucional. Es este el marco de consenso nacional que, con rigor y responsabilidad, el Estado y la ciudadanía debemos asumir y exigir. Construyamos, sobre la base de nuestra soberanía, una Argentina próspera para todos. ¡Viva la Patria! ¡Viva la Soberanía Nacional! * El autor es Juez de Cámara Penal de Santa Fe.

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