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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/11/2025 14:31
El plan israelí de 1985 es tomado por el BCRA como antecedente de una re-monetización exitosa El Gobierno de Javier Milei espera que, superado el período electoral—en el que resultó vencedor—, se consolide una fuerte recuperación en la demanda de dinero, lo que permitiría sostener el precio del dólar dentro del esquema de bandas establecido. El Banco Central (BCRA) prevé que desde 2026 podrá comenzar a acumular reservas. Una posible deficiencia en ese frente genera dudas entre economistas locales y del exterior, , así como entre inversores que buscan mayor certidumbre sobre la capacidad del país para honrar sus deudas. La visión oficial se refleja en informes recientes del BCRA, que tomó como ejemplo el plan de estabilización aplicado por la Israel de Shimon Peres en 1985, y en declaraciones de funcionarios. La permanencia de bandas cambiarias que se mueven al uno por ciento mensual, por debajo de la inflación, indica que Milei apostará nuevamente a un super peso, a contramano de sus afirmaciones previas sobre la moneda argentina. El propio presidente ha dicho al diario británico Financial Times que la actual política cambiaria se mantendrá hasta 2027 Tres etapas El vicepresidente del BCRA, Vladimir Werning, expuso ante inversores en Washington una presentación titulada “Monetary Targeting: From Stabilization and Regime Transition to Re-monetization”, donde describió la hoja de ruta prevista para la economía argentina entre 2024 y 2026. El esquema planteado contempla tres etapas: estabilización, transición de régimen y re-monetización. Presentación de Federico Furiase En la primera fase, durante 2024, se adoptó un objetivo monetario para dejar atrás la inflación elevada. “El desafío consistió en establecer un esquema de metas monetarias que eliminó la dominancia fiscal y el exceso de dinero en circulación”, explicó Werning. El éxito se evaluó a través de la baja acelerada de la inflación y los ajustes en los precios relativos internos. Este proceso implica “dolencias de corto plazo”, porque el anclaje nominal en la cantidad de dinero exige flexibilidad cambiaria y de tasas de interés. Durante la segunda fase, proyectada para 2025, el Banco Central propuso adaptar su objetivo monetario para dejar atrás la represión financiera originada por los controles cambiarios, enfrentando al mismo tiempo el riesgo de eventos electorales. Según la exposición, este proceso implica “dolencias de corto plazo”, porque el anclaje nominal en la cantidad de dinero exige flexibilidad cambiaria y de tasas de interés. En este contexto, el BCRA planificó modificar su política monetaria al levantar los controles cambiarios en abril y eliminar el esquema de LEFI en julio, con el fin de separar la dinámica inflacionaria del tipo de cambio y alcanzar un equilibrio externo. El documento destacó que la administración activa del mercado local —a diferencia de la gestión pasiva previa— ya está evidenciando beneficios de largo plazo a través del manejo de la liquidez y las operaciones de mercado. Presentación de Vladimir Werning Werning también alertó que, en 2025, la economía podría atravesar un “riesgo de evento”: un shock electoral que deprime la demanda de dinero. En ese momento, el desafío será gestionar la aversión al riesgo en una economía bimonetaria, marcada por la preferencia de los argentinos por el dólar. El éxito de la política monetaria se medirá, según la presentación, por la capacidad de revertir una caída abrupta en la demanda de dinero, en un entorno donde la cobertura cambiaria equivale al 40% del agregado M2 en la previa de las elecciones (circulante y depósitos no remunerados en cuentas corrientes y cajas de ahorro). Remonetización La tercera fase, que iniciará en 2026, fue definida como etapa de re-monetización. El Banco Central buscará generar una recuperación sostenida de la demanda de dinero y acumular reservas. “El margen para el crecimiento de la demanda monetaria es amplio y puede financiarse con fuentes internas o externas”, sostuvo Werning. Precisó que las fuentes de “dinero interno”, relacionadas con el déficit fiscal, han sido eliminadas o están finalizando, mientras que la creación de “dinero externo” asociada a compras de reservas—ofrecerá un canal que podría acelerarse con acceso a los mercados y refinanciación de deuda. En el “punto Anker” ocurre una transferencia de liquidez del sector público al privado. La economía se reactiva, la inflación baja, disminuyen las tasas y la demanda de crédito crece En esa línea, Federico Furiase, director del Banco Central, amplió el análisis en una entrevista televisiva. Detalló el concepto de “punto anker”, que ocurre cuando en las licitaciones de deuda en pesos el Tesoro no logra renovar todos los vencimientos porque los bancos destinan fondos a otorgar créditos a familias y empresas. Ese fenómeno evidencia el cambio estructural buscado por el Gobierno: una transferencia de liquidez del sector público al privado. La economía se reactiva, la inflación baja, disminuyen las tasas y la demanda de crédito crece; en ese escenario, los bancos prefieren utilizar sus pesos para financiar empresas y familias en lugar de renovar títulos públicos. Según Furiase, ese punto marca el inicio de la remonetización en pesos, cuando la demanda de dinero repunta y el sector bancario financia el crédito mediante depósitos, sin necesidad de reducir posiciones públicas. “Hoy la cantidad de pesos en la economía es irrisoriamente baja”, advirtió Furiase. El funcionario epecificó que el M2 privado transaccional, estimación de la demanda de dinero de la población, representa actualmente solo el 6% del producto, frente a un promedio de 10,5% entre 2007 y 2025 y un pico del 13,9%. La base monetaria equivale al 4,6% del PIB, también por debajo del promedio histórico del 7,4% y el máximo de 10%. Furiase remarcó que con la estabilización y el repunte de la actividad productiva, “es lógico esperar que se recupere la demanda de pesos”. Ese proceso facilitará la acumulación de reservas y más financiamiento al sector privado sin presionar sobre el tipo de cambio ni sobre los precios. “Cerramos la emisión monetaria tanto por el déficit fiscal como por los pasivos remunerados. A medida que bajó la inflación y la economía creció, la demanda de dinero se recuperó y eso permitió mantener estable el tipo de cambio”, explicó. Añadió que ese dinero luego “generó el combustible para que haya crédito y crecimiento económico”. El modelo israelí El modelo israelí de 1985, uno de los principales referentes de la actual conducción del Banco Central, se basa en combinar una fuerte reducción del déficit fiscal con la fijación sincronizada de varias anclas nominales—tipo de cambio, salarios y crédito interno—, según puntualizó el economista Jorge Vasconcelos, del IERAL. El plan incluyó un severo ajuste presupuestario, la desindexación de contratos y un tipo de cambio inicialmente fijo que derivó en bandas cambiarias. Tras un año de tipo de cambio fijo, la moneda israelí se ancló a una canasta de divisas con predominio del dólar, para luego adoptar un sistema de bandas de intervención. La tercera fase, que iniciará en 2026, fue definida como etapa de re-monetización El Tesoro de Estados Unidos anunció en su momento un desembolso equivalente a otros 7,5 puntos del PIB. Una señal similar a la que tuvo la Argentina cuarenta años después con el swap de monedas por USD 20.000 millones y compras de pesos -venta de dólares- para intervenir en el mercado cambiario. Vasconcelos destacó que el plan israelí logró equilibrar estabilidad y crecimiento gracias a la expansión de exportaciones, acumulación de reservas y reformas estructurales. Además, la política monetaria se mantuvo consistente por la eliminación del financiamiento al Tesoro y el fortalecimiento de la autonomía del Banco Central. Para Vasconcelos, Israel es uno de los programas de estabilización más exitosos en lograr que la desinflación y la recuperación económica avancen de manera conjunta, un objetivo central que el equipo económico argentino busca replicar.
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