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» Diario Cordoba
Fecha: 25/10/2025 03:07
Frutos fue un santo pajarero protector de las aves pequeñas. Se le tiene también como curador de hernias y quebraduras en las personas, y es el patrón de Segovia y su diócesis. En la ciudad del acueducto, cada 25 de octubre, se organizan diversos actos para festejarlo, y en la catedral se entona un villancico compuesto en 1874 por Arturo Hidalgo. Ese día muchos devotos de la provincia acuden en romería hasta su ermita, ubicada en un lugar muy próximo a la villa de Sepúlveda. Dicho lugar, uno de los parajes naturales más bellos de la provincia, se encuentra cerca de la Hoz del río Duratón, cuyas aguas discurren entre altas paredes sobre las que se levantan numerosas ermitas de piedra. En alguna de ellas es probable que viviera Frutos junto a Valentín y Engracia, sus hermanos, santos también de la Iglesia de Roma. Hasta dicho refugio, según cuenta la tradición, llegaron una vez los sarracenos. Para no ser capturado, trazó una raya en el suelo con su cayado, abriéndose un abismo que separó a moros y cristianos. Hoy se erige allí un puente. Al otro lado del mismo, en la llamada zona de la «cuchillada», muy cerca de la ermita, habrían quedado marcadas sobre la roca las huellas de los caballos sarracenos. A la muerte de Frutos sus hermanos se trasladaron a la población de El Caballar, donde fueron decapitados. Brotó allí una «fuente santa» en la que hoy se sumergen sus reliquias, sobre todo cuando aprieta la sequía. La ermita, del año 1100, se halla suspendida sobre el abismo en el vértice de una hoz. Según la tradición, se edificó gracias a una donación que en 1076 el rey Alfonso VI hizo al Monasterio de Santo Domingo de Silos. Es de estilo románico, de una sola nave, rematada con un ábside semicircular. En época medieval se le añadieron dos capillas, de la que hoy sólo se conserva una. Cuenta con un bello retablo barroco con la imagen de san Frutos y las reliquias de sus hermanos. Bajo el altar, en un lugar de difícil tránsito debido a su estrechez, existe una piedra rectangular a la que hay que rodear tres veces. Es un ritual que, tras la misa, intentan numerosos devotos, quienes hacen así sus peticiones al santo. Al término de la procesión, se subastan y rematan las andas y se coloca la talla en su trono, siendo besadas las reliquias por los asistentes. En el exterior se encuentra la lápida de la despeñada: una mujer a la que el santo salvó milagrosamente del precipicio al que fue arrojada por su marido. A continuación llega la hora de celebrar los bailes al son de la dulzaina y el tamboril, seguidos de la comida donde participan centenares de peregrinos que llegan al lugar provistos de numerosas viandas y el tradicional asado a la parrilla. Algunos vienen andando desde Burgomillodo, donde por la mañana degustan antes de partir el tradicional chocolate. Una celebración ésta que nos muestra la riqueza etnográfica y natural de Segovia, y en la que se reafirma la fe de todo un pueblo. *Catedrático
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