Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Trump y Georgieva crean kirchnerismo

    » Misionesparatodos

    Fecha: 19/10/2025 10:02

    “Hay un fuerte apoyo a la Argentina para que sea un país normal” dijo Kristalina Georgieva este jueves llamando nuevamente a votar a favor de Javier Milei. Resultaría muy interesante ser su psicólogo para hurgar sobre qué será normal en la subjetividad de la directora general de FMI proviniendo de Bulgaria, estado que en su origen llegó a agrupar todos los Balcanes con su devenir tan anormal. Además, Georgieva se diplomó en la Universidad Nacional de Economía de Sofía en 1976, donde fue profesora hasta 1993, todo el período en que Bulgaria fue miembro del Pacto de Varsovia y su política estaba absolutamente alineada con la ex-Unión Soviética enseñando economía planificada como en Moscú. Luego continuó en la London School of Economics y Harvard por lo que, quizás, con la asertividad de los conversos ‘normal’ sea todo aquello contrario a la etimología de la palabra bulgaria de origen prototurco: bulgha que significa tanto “mezclar” como “sacudir” y su derivado bulgak “revuelta” o “de-sorden”. ¿Cuántos recuerdos de aquella Bulgaria le traerá esta Argentina? Aunque de manera más elegante que Donald Trump en su bilateral con nuestro presidente, no es la primera vez que Kristalina Georgieva se refiere a la necesitad de que los ciudadanos argentinos voten por Milei para continuar su rumbo hacia la normalidad, de múltiples maneras: “Que la voluntad de cambio no se descarrile”, “le pido a los argentinos que mantenga el rumbo” y “Argentina ha demostrado que esta vez es diferente”. Traducido: somos un país anormal porque hemos votado mal hasta ahora, pero esta vez es distinto. Normal se podría explicar como aceptación de normas, adecuar las conductas a las reglas y aceptación de aquello que no se puede modificar, concretamente que la mayoría de los votantes se resigne a una capacidad de consumo menor. Y que el problema de la economía argentina en realidad, sea sociológico: una población que tiene expectativas superiores a sus posibilidades demandándole a sus políticos logros inalcanzables, subiéndolos a la cima y tirándolos como la piedra de Sísifo uno tras otros. Que el problema no es la oferta política: los dirigentes (la casta), sino de la demanda política: la sociedad, los votantes que no comprenden su destino y que una y otra vez por impaciencia y desintrincación pulsional pasan al acto violento abortando la dirección que recorrían. Y vale tanto para caminos ideológicos diferentes como el menemismo y el kirchnerismo. Menem en los 90 a diferencia de Fujimori, promovió déficit fiscal apalancado en consumo de stocks y luego endeudamiento, haciendo que tras su caída no hubiera posibilidad de continuar las políticas económicas como sí sucedió en Perú, que tras Fujimori lleva más de dos décadas con el mismo presidente del Banco Central en el contexto de media docena de presidentes presos o suicidados. Lo mismo el kirchnerismo, más Cristina Kirchner, quien a diferencia de Lula no aprovechó el aumento del precio de las commodities para incrementar las reservas del Banco Central, sino que aumentó significativamente el gasto público generando distribucionismo insustentable. Que el ser-para-ser argentino siempre es consumir más de lo que produce en su presente, agotando stocks generados en el pasado o futuros en forma de endeudamiento. Ser puro presente y cuando al gobierno de turno se le agoten los recursos y no puede satisfacer su promesa a la demanda, sea derrumbado pasando a preferir el significante ideológico contrario. Metafóricamente tira una bomba atómica. Casualmente la energía atómica es un ejemplo del mundo material sobre lo que se produce en el mundo psíquico y que Freud llamaba intrincación y desintrincación pulsional, que brevemente citamos en la columna precedente sobre El regreso del péndulo de Zygmunt Bauman y Gustavo Dessal. Un reactor nuclear controla –intrinca– la energía orientándola a producir electricidad, mientras que una bomba atómica, en la liberación plena de esa energía, la desintrinca y ya sin canalización ni propósito se convierte en energía destructiva. En psicología las fuerzas internas del ser humano llamadas pulsiones buscan descarga en forma de satisfacción y se organizan en dos: pulsiones de vida que son constructivas y se sintetizan en todo aquellos que signifique formas de amor, y las pulsiones de muerte que representan la agresividad y lo destructivo. Lo sano es la intrincación de esa pulsiones donde lo sexual –y no solo en su forma genital– pone esa energía destructiva al servicio de la vida: es el reactor nuclear. Lo patológico es cuando el equilibrio se rompe y esas pulsiones se desintrincan ya sin función moderadora liberando la agresividad y la violencia a la producción de una destructividad descontrolada. En el lenguaje psicológico eso se produce en la psicosis, el sadismo, el masoquismo, traumas, perversiones y conflictos psíquicos extremos que devienen todo tipo de comportamientos autodestructivos. En El malestar en la cultura Freud se refería a la desintrincación en gran escala como generadora de explosiones de masas, donde la propaganda podría funcionar como una especie de “psicótico social” y uno de los ejemplos son las sociedades en crisis económicas reiteradas. El discurso del odio y la polarización extrema son otros de sus síntomas, fomentando la desintrincación pulsional de manera simultánea en millones de personas, como sucedió en nuestro 2001/2002. Los líderes y las instituciones cumplen en la sociedad el papel del reactor nuclear canalizando la agresión a fines constructivos, problema que se agrava cuando en una crisis se carece de esos líderes o, peor aún, el líder mismo es quien tiene desintrincadas sus pulsiones. Los Balcanes de Kristalina Georgieva con su histórica autodestrucción acuñaron el neologismo balcanización para describir a escala social la desintrincación pulsional. Votar bien y volver a ser normales podría también ser no votar por Milei, sino por las ideas de la normalización de la Argentina donde las polarizaciones extremas no continúen fomentando el desligamiento de nuestras pasiones pudiéndolas orientar constructivamente al progreso colectivo y no al enfrentamiento polarizante hacia el que se nos quiere conducir equivocadamente. Por Jorge Fontevecchia-Perfil

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por