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  • Indignación rentable

    » Diario Cordoba

    Fecha: 08/10/2025 01:25

    La ira ha descubierto su mina de oro: rinde clics, fabrica prestigio instantáneo y da a cada cual la máscara de un profeta sin desierto. Las causas, convertidas en escaparate, se suceden como modas de temporada: hoy una consigna que nos inflama, mañana otra que nos excita el pulgar; pasado mañana, olvido. El dolor ajeno se vuelve atrezzo y la conciencia, un accesorio de usar y tirar. La cólera ya no es temblor del alma, sino espectáculo: suena, deslumbra, sube audiencia. Y a eso lo llaman -con palabreja de mercader- engagement: tiempo de exposición, catarata de reacciones, palmadita en la espalda que confunde influencia con verdad. No extraña que los templos de esta devoción sean las plataformas que ceban el algoritmo con furias frescas. Se alquilan indignaciones como se alquilan trajes: a medida del trending. Se adopta una causa como quien se pone un lazo, y se abandona al primer bostezo del público. Cambios de avatar, manifiestos de plantilla, selfies,compungidos: corre la tinta moral como si bastase el gesto para redimir la realidad. Pero ya lo decía san Mateo en el Evangelio: «por sus frutos los conoceréis». ¿Qué frutos quedan cuando baja la marea del ‘hashtag’? ¿Quién visita al enfermo cuando amaina la verbena digital? En este mercado, la retórica suplanta el sacrificio. Hay paladines que aman más el foco que la justicia; custodios de agravios que comercian con ellos como con especias raras. Quevedo dejó escrito que «poderoso caballero es don Dinero»; hoy su primo es el estatus, esa moneda de espuma que cotiza en el parqué de la visibilidad. Y así la ira, que debería ser brasa de la caridad, se degrada en pólvora húmeda. Shakespeare lo clavó con su puñalada de lucidez: «un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia». Ruido tenemos; furia, a espuertas. ¿Y el cuento? El de siempre: la vanidad. Entretanto, se difama con crueldad piadosa, se lincha con devoción higiénica, se perdona la mentira si alumbra espectáculo. El nuevo moralista no se deja la piel; se deja la batería. Su calvario es el feed, su martirio, la notificación. Cuando la compasión exige horas sin fotografía, desaparecen los apóstoles de la ira rentable. Queda entonces el pobre con su pobreza, y la causa sin los suyos. Bernanos desconfiaba del sentimentalismo sin renuncia; sabía que la verdad se reconoce en la paciencia, no en el estruendo. Tal vez haya que regresar a la lentitud de las obras, a ese territorio donde el bien no presume. Reaprender la vergüenza de hablar menos y hacer más; sustituir el fogonazo por la llama. Porque la justicia no se improvisa como un eslogan: se cultiva como un jardín, a fuerza de constancia y tierra bajo las uñas. Y si la palabra ha de encenderse, que lo haga para abrigar, no para chamuscar. Lo recordó san Pablo en su carta primera a los Corintios: «si no tengo amor, nada soy». En un tiempo que mercadea con la indignación, quizá el verdadero escándalo sea ese: amar en silencio, perseverar sin público y dejar que hablen -al fin- los frutos. *Mediador y escritor

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