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  • El predicador que vendía milagros en cuotas y por TV: la caída del pastor televangelista que fue condenado por estafar a sus fieles

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 05/10/2025 04:46

    Jim y Tammy Faye Bakker en plena emisión de The PTL Club, el programa que los convirtió en celebridades de la fe (AP) En los años 80, si alguien encendía la televisión en Estados Unidos a cualquier hora del día, era probable que se encontrara con la sonrisa inquebrantable de Jim Bakker. Peinado impecable, Biblia en mano, y una esposa con lágrimas listas para cualquier intervención divina, este dúo celestial de Jim y Tammy Faye no solo predicaba el amor de Dios, sino también una forma bastante terrenal de alcanzarlo: con una tarjeta de crédito. Bakker se convirtió en una de las caras más populares del cristianismo evangélico televisado. A través de su programa PTL Club, construyó un imperio religioso-financiero que incluía un parque temático cristiano, un hotel, canales de televisión y donaciones multimillonarias. Su discurso de fe y prosperidad conquistó a miles, pero detrás de las cámaras se escondía una maquinaria de promesas infladas, habitaciones que no existían y contratos imposibles de cumplir. El 5 de octubre de 1989, su reino se derrumbó con fuerza bíblica: fue condenado por fraude y conspiración tras vender miles de membresías “de por vida” a un resort que no podía alojar ni a una fracción de sus promesas. Pasó unos cinco años en prisión, su figura fue sepultada por el escándalo… pero nunca del todo. Décadas más tarde, resurgiría con nuevos programas, nuevos seguidores y la misma convicción de que la fe, bien empaquetada, sigue siendo un producto rentable. El momento en que Jim es detenido (Facebook) Los inicios James Orsen Bakker nació en Muskegon, Michigan, es hijo de una pareja de clase media, Raleigh Bakker y Furnia Lynette “Furn” Irwin. Su historia no comenzó en la gloria celestial ni entre luces de un estudio, sino en los pasillos de la institución bíblica North Central University, en Minneapolis, afiliada a las Asambleas de Dios. Allí conoció a Tammy Faye LaValley, su futura esposa y compañera de fe, destacada por su maquillaje y lágrimas televisivas. Cuando comenzaron su relación, Jim trabajaba en un restaurante y ella en un comercio de ropa cercano. Aunque él estaba comprometido en matrimonio, el amor entre ellos fue más fuerte y luego de que él terminara su primera relación, la pareja se casó el 1 de abril de 1961. Juntos dejaron de lado la universidad para dedicarse de lleno a la evangelización itinerante. En esa vida pseudo nómade tuvieron dos hijos: Tammy Sue y Jay Bakker, este último convertido también en pastor, aunque de una iglesia más progresista. El gran salto a la fama les llegó en 1966, cuando los Bakker comenzaron a trabajar en la Christian Broadcasting Network (CBN), fundada por Pat Robertson. Ahí crearon un programa infantil de variedades, Come On Over, que combinaba fe, títeres y rutinas cómicas, ideal para sembrar en los más chicos la idea de que Jesús tenía un guion de media hora y horario fijo. El programa fue todo un éxito, y Jim fue ascendido a conductor de The 700 Club, que eventualmente se volvió el buque insignia del canal. Pero donde hay poder, suele haber peleas... En 1973, dejaron la cadena CBN y ayudaron a fundar la Trinity Broadcasting Network (TBN) con Paul y Jan Crouch. Esa alianza duró apenas ocho meses y una pelea de egos terminó con los Bakker fuera de ese canal. Pero lejos de apagarse, el show apenas comenzaba. En los 70, Bakker transformó la televisión religiosa en show: entrevistas, oraciones y pedidos de donaciones en vivo Auge del ministerio y carrera mediática Durante el apogeo de su programa, Bakker se transformó en una celebridad espiritual. Había dado vida al PTL Club (Praise The Lord, o Alabado sea el Señor), que se transmitía a millones de hogares con segmentos que mezclaban fe, entretenimiento y promesas de abundancia para los fieles. Su estilo, una especie de show nocturno celestial, ofrecía oraciones, invitados, lágrimas, coros y una línea abierta para donaciones que no dejaba de sonar. “Si Jesús viviera hoy, estaría en la televisión”, llegó a decir Bakker, como para despejar cualquier duda de que el Mesías también necesitaba rating. Tras su breve paso por la Trinity Broadcasting Network (TBN) —canal fundado por los pastores Paul y Jan Crouch—, los Bakker se mudaron a Charlotte, Carolina del Norte, y en 1973 relanzaron Praise The Lord, una versión propia del programa que habían co-creado junto a los Crouch. Sin embargo, la alianza entre los dos matrimonios no duró mucho: una pelea de egos (y probablemente de ratings) terminó rompiendo la sociedad. Poco después, Jim y Tammy registraron la marca PTL como organización sin fines de lucro y comenzaron a emitir su programa a través de varios canales regionales. Lo que comenzó como un modesto estudio de grabación terminó convertido en un verdadero complejo de entretenimiento y fe. A lo largo de la década de 1970, Jim Bakker construyó en las Carolinas la sede de su ministerio, el Heritage Village, que se convertiría en Heritage USA, un mega parque temático cristiano en Fort Mill, Carolina del Sur. Era un mundo: tenía hoteles, estudios de TV, teatros, toboganes acuáticos y montañas rusas (por si no alcanzaban las emocionales), llegó a ser el tercer parque más visitado de Estados Unidos, solo detrás de Disney. Las donaciones recibidas superaban el millón de dólares por semana, y se destinaban a expandir tanto el parque como el alcance del programa. Como recompensa por su generosidad, los fieles podían adquirir membresías “de por vida” que les aseguraban estadías anuales en el resort, acceso preferencial y, de paso, un poco de salvación VIP. Claro que, como descubrirían luego, muchas de esas habitaciones no existían y las promesas eran más simbólicas que literales... El programa fue un fenómeno sin precedentes. Jim y Tammy se convirtieron en celebridades, tanto en el mundo evangelista como en el espectáculo. Él, como predicador de la prosperidad. Ella, como una figura pop evangélica: rímel eterno, sollozo fácil y frases de autoayuda religiosa que la hicieron entrañable incluso para quienes no creían en nada. “Llora. Dios cuenta tus lágrimas. Y a veces, cuando ya no puedes llorar más, Dios te limpia el rímel”, solía decir. Pero, como toda parábola, el auge era solo el primer acto antes del pecado y la caída. Ambos fueron una celebridad Denuncias de abuso sexual, causas por estafa y la caída La parábola del éxito evangélico de Jim Bakker encontró su Apocalipsis a fines de los años 80. La primera señal de la tormenta —y de la caída de su imperio celestial— fue lo inimaginable para sus fieles: Jessica Hahn, una joven secretaria de iglesia, denunció haber sido drogada y abusada sexualmente por Bakker y un asistente en un hotel. Aunque él negó las acusaciones y alegó sexo consensuado, los pagos secretos para silenciarla —unos 279 mil dólares extraídos del ministerio PTL— fueron imposibles de ocultar. En marzo de 1987, el diario Charlotte Observer se preparaba para publicar la historia y denunciarlo, pero Bakker se adelantó y renunció públicamente al ministerio, alegando agotamiento… pero el colapso ya era inevitable. La exposición mediática encendió nuevas alarmas. El abuso sexual también destapó una estafa multimillonaria disfrazada de fe. El modelo de negocios era simple y celestial: los creyentes enviaban “donaciones” a cambio de promesas de bendiciones, membresías exclusivas y estadías anuales en el parque temático cristiano Heritage USA. Como suele pasar en los negocios del alma, se vendieron muchas más promesas que habitaciones. Se hablaba de más de 150 millones de dólares recaudados bajo ese sistema. Para remediar el caos, Bakker dejó PTL en manos de otro peso pesado del evangelismo televisado, Jerry Falwell, quien asumió el liderazgo temporal con la promesa de “limpiar la casa”. Pero ni Falwell, ni la oración, ni los coros celestiales pudieron contener lo que venía. Y como en toda parábola moderna, llegó el día del juicio. Pero no fue divino, sino federal. El 5 de octubre de 1989, un jurado en Charlotte, Carolina del Norte, lo encontró culpable de 24 cargos de fraude postal, fraude electrónico y conspiración. La sentencia fue demoledora: 45 años de prisión y una multa de medio millón de dólares. Más tarde, fue reducida en apelación y Bakker terminó cumpliendo casi cinco años tras las rejas, hasta obtener la libertad condicional en 1994. Jim Bakker se casó con Lori Beth Graham, una ex televangelista, en 1998, y juntos presentaron "The Jim Bakker Show" desde 2003 El juicio —uno de los más mediáticos en la historia de la televisión religiosa estadounidense— expuso el corazón del engaño: vender el paraíso en cuotas, sin garantía de devolución. Para la justicia, fue un fraude masivo; para muchos fieles, una traición imborrable. En medio del escándalo, su imagen pública se desmoronó, su imperio religioso colapsó y su matrimonio con Tammy Faye también llegó a su fin. En 1992 firmaron el divorcio, sellando así la ruptura de la dupla evangélica más famosa de la televisión. El resort cerró sus puertas, Tammy se alejó del foco público (aunque con el tiempo se convertiría en un ícono de culto redescubierto por nuevas generaciones), y Bakker desapareció… por un tiempo. Porque lo más fascinante —y un poco escalofriante— fue lo que vino después. En los 2000, Bakker resurgió como si nada hubiera pasado. Tuvo un nuevo programa, una nueva esposa, una nueva iglesia (la Iglesia Morningside, en Missouri) y, por supuesto, nuevos productos milagrosos a la venta. Entre ellos, hace unos años habló de uno que prometía curar el COVID-19, lo que le valió nuevas demandas y un fuerte cruce con la FDA, agencia federal de los Estados Unidos encargada de proteger la salud pública. Como si el escándalo de los ochenta hubiera sido apenas un bache en el camino al cielo, Bakker volvió al púlpito con la misma sonrisa de siempre y un mensaje inquebrantable: la fe es poderosa… y también se vende por TV.

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