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  • “Coronas huecas”: cómo hizo Shakespeare para crear la tragedia histórica moderna

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 01/10/2025 12:58

    “Coronas huecas: el poder según Shakespeare” (Mardulce) de Marta Cichero La primera obra que escribió Shakespeare, cuando era un actor de veintisiete años, fue Enrique VI y trataba sobre el largo reinado de este hijo del heroico Enrique V, el rey que había conquistado media Francia con un ejército diezmado. El dato se conoce porque el dueño del teatro Rose anotó en un libro de contabilidad que la obra había hecho la mayor recaudación de la temporada. La habían visto diez mil personas en ciento cinco días. Enrique VI fue coronado a los nueve meses, y fue un rey pacifista, honesto, bueno, compasivo, austero, pero su inacción en el gobierno desató la Guerra de las Rosas, la guerra civil más sangrienta de Inglaterra entre las Casas de Lancaster y York. Llegué a Enrique VI hace muchos años, después de leer una nota sobre las obras históricas de Shakespeare. Nos habíamos establecido por tres meses en un país del Caribe, la estadía se prolongó, y cuando se agotó mi reserva de libros, fui pidiendo esas obras vía courier para encerrarme a leerlas al resguardo de un calor asfixiante: Ricardo II, Enrique IV, Enrique V, Enrique VI y Ricardo III. Había estudiado la materia Shakespeare en el colegio, pero las obras que recordaba eran Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano, Macbeth. Siempre creí que Macbeth había sido un vil asesino usurpador, pero supe entonces, en ese remoto lugar donde vivía, que él era el sucesor elegido por los lords. Y que el rey Duncan había violentado esa decisión, la legal de ese tiempo, nombrando sucesor a su hijo. Descubrí que Shakespeare se había basado en hechos históricos pero no era fidedigno, que había modificado la historia para escribir sus dramas. Que las sucesiones son siempre una crisis de resultado incierto y que en Inglaterra, donde estas obras se representaban, había una gran incertidumbre porque Isabel I, que reinaba cuando Shakespeare llegó a Londres, era una empecinada soltera que no había nombrado sucesor. Otra guerra de sucesión podía desatarse, tan violenta como la de entonces. Enrique VI venía a recordarlo. Marta Cichero, autora de "Coronas huecas" Con la lupa en la historia por un lado y el drama por otro, entendí que Shakespeare no tomaba la totalidad de una biografía ni de un reinado. Recortaba una parte, como un científico. Shakespeare no va a pintar a Ricardo II cuando era el rey joven y arrojado que dominó una rebelión campesina, lo hará cuando sea un monarca necio, arrogante, insolvente. No va a tomar a Julio César cuando construye en dos semanas un puente sobre el Rin para que lo atraviesen sus legiones, lo hará cuando sea dictador perpetuo y en su declinación aspire a ser rey. ¿Por qué haría eso? Mi impresión era que quería mostrar algo sobre la naturaleza del poder. La vanidad de Ricardo II; la traición de Enrique IV a los nobles que lo habían ayudado a llegar al poder; la temeridad de Enrique V al proyectar una guerra contra Francia; la debilidad de Enrique VI, cuando pedía que otros tomaran las decisiones; la maldad de Ricardo III, que había asesinado a once personas, entre ellos sus dos sobrinos, para ser rey; la desmesura de Julio César y Antonio y Cleopatra, que ansiaron conducir el mundo. Porque cuando se prohibió tratar en el teatro la historia de Inglaterra, Shakespeare fue a la traducción de las Vidas Paralelas de Plutarco, y escribió estas dos obras sobre la historia romana con la intención de hacer política en Inglaterra. Al final de Enrique VI, esa primera y exitosa obra que escribió Shakespeare, el futuro y sanguinario Ricardo III dice: “Puedo sonreír y asesinar mientras sonrío, mandar a Maquiavelo a la escuela, ¿puedo hacer eso y no conseguir una corona?” Me pregunté si Shakespeare había leído a Maquiavelo. Y pude asociarlos en una conjetura. Hay una teoría que dice que Shakespeare, ese actor nacido en Stratford upon Avon, no escribió sus obras. Sería largo refutarlo aquí. Pero podemos ver que uno de los personajes a quien se atribuían sus obras era John Florio, el humanista, traductor y lexicógrafo, que fue tutor del mecenas de Shakespeare, y que en los hechos era muy cercano. Había traducido una obra de teatro de Maquiavelo para su diccionario italiano-inglés A world of words. Es muy probable que Florio, un apasionado de la traducción, tuviera un pequeño volumen de El Príncipe. Y que Shakespeare, por él o por otro, lo conocía, me parece casi una evidencia. En el recorte del personaje para juzgar su acción política, habrá siempre una lección que podría haber dado Maquiavelo. La primera obra que escribió Shakespeare, cuando era un actor de veintisiete años, fue "Enrique VI" y trataba sobre el largo reinado de este hijo del heroico Enrique V Algo que ocurría en ese tiempo era que las obras sobre temas del pasado repicaban en el presente. Así como la guerra de las Rosas era una contienda que estaba viva en los ingleses, cualquier historia del pasado aludía a la actualidad. Las obras eran como un diario, la profesión de dramaturgo peligrosa, y al teatro no iban solo las damas sentadas sobre almohadones en las gradas, sino los carreteros y changarines, apiñados en el foso por un penique. Y también iban los agitadores. Los autores teatrales tenían que pasar por una Office of Revels, una Oficina del Ocio, y el Master of Revels, una especie de censor, aprobar la obra antes de que se representara. Tanto se las asociaba con la realidad que durante un tiempo no se pudo representar la historia de Inglaterra. Shakespeare supo caminar al borde del desfiladero. Había aprendido en la escuela de gramática de Stratford a argumentar de los dos lados del litigio, in utramque partem. Por eso cuando se representó Ricardo II, obra en la que fue censurada la abdicación del rey, el público podía preguntarse: ¿Ricardo fue un mártir o un tirano, un loquito o una víctima de los lords? El primo que lo depone ¿era un oportunista o un patriota? Shakespeare escribió Ricardo II poco antes de que un golpe a Isabel estuviera en el aire. Una tarde, ella le dijo al archivero de la Torre: “¿Usted no lo sabía? Yo soy Ricardo II”. Monarcas sin hijos, favoritos influyentes, altos impuestos, corte esplendorosa. Pero Isabel era una líder brillante y estaba rodeada por un Consejo de hombres inteligentes (que ella había elegido), Aún así, no se podía representar la abdicación, era un riesgo para la reina. Por esta correspondencia entre obra y actualidad, me propuse cotejar qué pasaba en Inglaterra cuando se representaban las obras y cuáles habían sido los hechos históricos. En Enrique V fue importante leer un libro sobre la batalla de Agincourt, en el que se relata la lúcida táctica del rey para ordenar a su reducido ejército frente al número torrencial de enemigos, pero también conocer los pactos que había hecho Enrique con dos duques franceses para que no intervinieran en la batalla, y que Shakespeare no menciona para que todo sea arrojo y patriotismo. Leer la Juana de Arco de Vita Sackville West para confirmar lo injusto que había sido con ella al describirla como una bruja en la precuela de su exitosa Enrique VI. Esa descripción de Juana, la libertadora de Francia, va a condenar a la obra para siempre, así como condenó la historia al afligido Enrique VI. En Ricardo III, epítome de la maldad, más jorobado, más maligno, más criminal tal vez que el histórico, se filtra la necesidad de los Tudor de justificar el golpe del abuelo de Isabel a Ricardo III, para fundar su dinastía. Y finalmente Shakespeare tiene que ir a Plutarco. Encuentra en Julio César, apuñalado por veintitrés senadores, la excusa para hablar de los males hechos con buenas intenciones, del peligro del caos y la anarquía. Saca un grado, desafina una cuerdaY ¡oy! qué discordancia sigue. Shakespeare escribió "Ricardo II" poco antes de que un golpe a Isabel estuviera en el aire Era una advertencia para los que querían deponer a una reina o a un rey. Al leer el Marco Antonio de Plutarco, advertimos que Shakespeare, en Antonio y Cleopatra, ve en él algo más que su renuncia al deber cívico y su caída en las redes de la sensualidad. Más que un desborde de los sentidos, describe la historia de amor con Cleopatra. La declaración de guerra de Octavio, el futuro emperador Augusto, a Cleopatra, encubría la lucha por el dominio del mundo con Marco Antonio. Esto puede verificarse cuando se estudia qué pasó con la memoria de Antonio después de su muerte. Octavio borró a Marco Antonio de los archivos, destruyó sus bustos, declaró de mal augurio el día de su nacimiento, prohibió usar los nombres Marco y Antonio juntos. El futuro Augusto no dejó vivo a nadie capaz de ejercer autoridad después de la muerte de Antonio y Cleopatra. Así fue la pax romana. Cotejar los hechos históricos fue útil para ver qué tomaba Shakespeare y qué excluía de sus textos. Shakespeare había llegado a Londres poco después de la ejecución de María Estuardo, la prima de Isabel. Ella se había fugado de Escocia para eludir la condena del Parlamento como instigadora del asesinato de su esposo. Isabel la tuvo encerrada durante veinte años en un castillo porque fue condenada en Inglaterra también, y porque los católicos la reivindicaban como reina. No puede haber dos reinas en Inglaterra, le decían los funcionarios a Isabel, que dudaba en violar el derecho de asilo, en ejecutar a una monarca. Sin embargo, para la reina y para el pueblo fue un alivio muy grande su muerte. El terrible jefe de los espías Walsingham la había hecho caer en una trampa y la habían juzgado por complicidad para asesinar a Isabel. Lo encontré en María Estuardo de Stefan Zweig. En esas dos islas de trescientos mil kilómetros cuadrados, Shakespeare montó su laboratorio del poder. Transcribió las crónicas a verso, reformuló historias, condensó el tiempo, alteró edades, resucitó muertos para crear antagonistas, rivalidades, crímenes, venganzas. Fundó el género de la tragedia histórica moderna con un procedimiento extraordinario: tomar hechos históricos, comprimir años en varias escenas violentas, demorar un suceso para crear intrigas y suspenso, y darles un trasfondo político para que vibraran en el presente. Pero también, además, inventó la historia de Inglaterra.

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