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  • La vida de la alpinista que debió vencer montañas de prejuicios y se convirtió en la primera mujer que conquistó el Everest

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/09/2025 04:45

    Junko Tadei en la imagen de su llegada a la cima del Everest A pesar de sus logros deportivos y de su fama, la alpinista japonesa Junko Tabei tenía la costumbre de rehuir entrevistas. No fueron muchas las que concedió en su vida. La última de esas pocas data de mayo de 2016, cuando tenía 76 años y sabía que tenía los meses contados por un cáncer terminal. Quizás por eso, al hablar en esa ocasión con el periodista Brad Franette dejó de lado la parquedad que la caracterizaba y se explayó, aunque no mucho, sobre sus sensaciones de la tarde del 16 de mayo de 1975, cuando se convirtió en la primera mujer en llegar a la cima del Everest. “Todo lo que sentí fue alivio. No grité nada, pero pensé: ‘¡Ay, ya no tengo que escalar!’”. Cuando llegó a la cumbre de la montaña más alta del mundo, Junko Tabei tenía 35 años y, pese a ese recuerdo, estaba lejos de pensar que, con esa conquista, ya no le quedaba nada por intentar. Se propuso entonces llegar a las cumbres más altas de cada uno de los continentes y también lo logró. Los obstáculos que tuvo que vencer fueron muchos más que los desafíos propios de su deporte y quizás el más difícil de todos haya sido enfrentar y derribar los prejuicios de sus propios colegas, que consideraban que el alpinismo era cosa de hombres. Los sufrió desde el principio. Cuando a principios de la década de los ’60 había querido inscribirse por primera vez en un club de alpinismo en su Japón natal, uno de los directivos le dijo sin contemplaciones: -Las mujeres están para servir el té. Junko, que tenía 23 años y acababa de graduarse en Literatura, levantó la cabeza desde su escaso metro 47 de estatura, miró al hombre a los ojos – un acto realmente atrevido para la época – y le respondió con determinación: -Cualquiera con dos pies que pueda caminar, puede escalar. Así, en 1962, Junko Tabei batió el primero de sus récords, el de convertirse en la primera mujer japonesa en ser aceptada por un club de alpinismo, una práctica deportiva reservada exclusivamente a los varones. Le había llevado tiempo lograrlo. Junko Tabei fue la primera mujer en llegar a la cima del Everest (Reuters) “Cuando sea grande…” Ese día Junko – nacida el 22 de septiembre de 1939 - cumplió una meta que se había propuesto cuando cursaba la escuela primaria y una maestra organizó un grupo de escolares varones para realizar una excursión y escalar un monte llamado Nasu, un volcán del parque nacional Nikku, en su Fukushima natal. Al llegar arriba se sorprendió por la falta de vegetación de la cima, un paisaje que la fascinó. Al volver compartió su plan de “cuando sea grande voy a ser alpinista”, y se desilusionó cuando sus compañeros de colegio se rieron de ella. Si bien la sociedad japonesa de la posguerra había roto con muchas viejas costumbres patriarcales, las actividades vedadas a las mujeres seguían siendo muchas: no solo la práctica de algunos deportes o el acceso a puestos de importancia en las actividades comerciales y profesionales, sino también la posibilidad de cursar estudios terciarios en las universidades comunes, donde solo se aceptaba a los varones. Si una chica quería estudiar una carrera de grado, solo podía hacerlo en la Universidad de Mujeres Showa, en Tokio. Allí fue Junko Tabei a estudiar Literatura Inglesa y mientras cursaba la carrera encontró a un amigo al que también le gustaba ir a la montaña. “Fui un caso excepcional. Sentí una especie de complejo de inferioridad al hablar con acento de Fukushima, porque la mayoría de las estudiantes eran de ciudades. Tuve la suerte de encontrar un amigo en el campus que iría a las montañas conmigo, así que caminamos juntos muchas veces. Cuando conocí a un grupo de estudiantes varones y supe que estaban en un club alpino, sentí mucha envidia”, contó muchos años después, cuando ya había alcanzado la cima del Everest y las de las montañas más altas de cada continente. Junko Tabei fue la primera mujer en llegar a la cima del Everest. Once días después llegaría una delegación de China Un grupo de mujeres Después de recibirse, finalmente la aceptaron en el club, pero no la pasaba bien ahí. Sus compañeros hombres le decían que con su físico frágil – no solo medía menos de un metro y medio, sino que además era extremadamente delgada – nunca podría llegar muy alto. Incluso uno de ellos llegó a decirle en público que lo del alpinismo era para ella solo una excusa, que se había inscripto en el club para encontrar un marido. A pesar de todo, siguió adelante, entrenando a la par de los otros. “Casi todos los fines de semana salía a una zona de montaña, y durante la semana después del trabajo, entrenaba. Comencé a soñar con ir al Himalaya con un equipo de solo mujeres”, relató. Corría 1965 y Junko acababa de casarse – como si cumpliera la predicción de uno de sus compañeros del club – con Masanobu Tabei, una figura muy conocida en los círculos del montañismo japonés. Para entonces nadie en el club masculino se burlaba de ella, pero la joven montañista sintió que era hora de buscar un espacio exclusivamente femenino. Lo logró en 1969, cuando fundó su propio club de escalada, el Joshi-Tohan Club (Club de Montañismo Femenino), que aceptaba solo a las mujeres como miembros. Ese mismo año escaló con algunas de sus compañeras el monte Fuji, de 3.776 metros, el más alto de Japón, y después de esa conquista les propuso. “Vayamos solas en una expedición al extranjero”. Un año más tarde, el 19 de mayo de 1970, el mismo grupo, con Junko Tabei a la cabeza, coronó el Annapurna III, de 7.555 metros, en el centro de Nepal. Fue un logro impresionante, pero ella quería llegar todavía más alto y puso sus ojos en la cima del monte Everest. La alpinista japonesa Junko Tabei fue condecorada por el rey Birendra de Nepal (EFE) La montaña prohibida Ese deseo encontró una barrera que por momentos le pareció infranqueable. Si lo lograba, sería la primera mujer en alcanzar la cima de la montaña más alta del mundo, pero nuevamente – como le había sucedido en Japón – se encontró con trabas que tenían que ver con los prejuicios. Cuando pedía los permisos necesarios, las autoridades de Nepal se los negaban una y otra vez. En Japón tampoco veían bien su intento, porque ya era madre de una niña y los medios criticaban que la abandonara tantos meses solo por tratar de escalar una montaña. Todo indicaba que nunca autorizarían al grupo, pero cuando la ONU declaró a 1975 el Año Internacional de la Mujer, Nepal les dio finalmente el permiso para subir. Habían esperado cinco años, durante los cuales nunca dejaron de entrenar. Otro obstáculo que debieron sortear fue el de la financiación de lo que Junko había bautizado como “La Expedición japonesa del Everest para mujeres”. Cuando ya creían que no obtendrían los fondos, la televisión japonesa y el diario Yomiuri Shimbun, el de mayor tirada de Japón, decidieron apoyarlas. Así y todo, para ahorrar dinero, las integrantes de la expedición usaron asientos de automóvil reciclados para coser bolsas impermeables y guantes, y compraron plumas de ganso de China para hacer sus propias bolsas de dormir. Corrían los primeros meses de 1975 el equipo de 15 miembros, la mayoría mujeres trabajadoras, llegó a Katmandú y comenzó a preparar el ascenso. Decidieron seguir la misma ruta utilizada por Sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953, cuando fueron los primeros hombres en llegar a la cima del Everest. Junko Tabei venció prejuicios para llegar a la cima del Everest (Reuters) En el techo del mundo Junko y sus compañeras pudieron sortear los primeros tramos del ascenso sin mayores inconvenientes, pero el 4 de mayo, cuando estaban acampando a 6.300, una avalancha de nieve estuvo a punto de convertir la empresa en una tragedia. Junko y varias de sus compañeras quedaron sepultadas bajo la nieve. A ella la rescataron inconsciente después de seis minutos. Muchos pensaron que estaba muerta. “Poco después de la medianoche del 4 de mayo, cinco de nosotros estábamos durmiendo en una tienda de campaña en el campamento 2. Sin ninguna señal previa, fuimos golpeados por una avalancha y enterrados bajo la nieve. Estaba enredada en la tienda y empujada debajo de los otros cuatro miembros del club. Comencé a sofocarme y pensé en cómo reportarían nuestro accidente. Entonces, de repente los sherpas que nos acompañaban nos rescataron. Fuimos muy afortunados de que ninguno de nosotros resultase herido, pero aun así pasaron tres días hasta que pude caminar y moverme con normalidad”, contó después. Cuando estuvo repuesta, sus compañeras y ella decidieron esperar el momento más adecuado para intentar llegar a la cima. El 16 de mayo, pese a las magulladuras que todavía tenía en su cuerpo, decidió lanzarse y, acompañada por el sherpa Ang Tsering, atravesó las crestas más peligrosas y llegó a coronar la montaña. “Parecía un tatami de nieve. En ese momento, la cima aún era una cresta muy estrecha y escarpada. Las dos vistas tan contrastantes de las planas y marrones cumbres tibetanas y la vista del glaciar rocoso de Nepal eran impresionantes. No tenía ni idea de que una expedición china, con mujeres, escalaba por el otro lado. Llegaron a la cima 11 días después”, contó en su entrevista con Brad Franette. En Japón fue recibida como una heroína nacional. Había muchísimos periodistas. Casi no tuve tiempo para estar con mi familia. Mi hija de tres años tenía miedo de las cámaras. El Emperador, el Príncipe Heredero y la Princesa nos invitaron al Palacio. El primer ministro, el ministro de Trabajo y el ministro de Cultura y Educación nos invitaron a un almuerzo. Tardé dos meses en adaptarme a casa. Incluso después, tuve que lidiar con muchas invitaciones y dar conferencias. Simplemente escalé una montaña, pero el entorno que me rodeaba cambió muchísimo, solo por ser la primera mujer. No pretendía ser la primera mujer en el Everest”, recordó. Si bien se mostró reacia a la publicidad, Junko aprovechó su logro para impulsar el alpinismo femenino participando en una miniserie de televisión y recorriendo Japón para contar su experiencia. Nunca se adjudicó sola el mérito de haber conquistado la montaña más alta del planeta, sino que por el contrario, cada vez que se refería al tema rescataba el apoyo de sus compañeras y del sherpa que llegó con ella a la cima. Junko Tadei en una ladera del Everest, mientras iba rumbo a la cima Los cinco continentes Después de cumplir su mayor sueño, se propuso escalar las montañas más altas de cada uno de los continentes. Así llegó a la cima del Kilimanjaro, en África, en 1980; alcanzó la cumbre del Aconcagua, en América del Sur, en 1987; conquistó el Denalí, en Estados Unidos en 1988; subió al Elbrus, en el Cáucaso, en 1991; llegó a la cumbre del Vinson, en la Antártida, en 1991, y cerró la lista con el Puncak Jaya en Oceanía en 1992. También escaló el Shisha Pangma, en el interior de la región del Tíbet, en 1981; la cima meridional del Jitchudrake, en Bután, en 1983; el Ismail Samoni, en Tayikistán, en 1985, y el Erebus, un volcán activo en la Antártida, en 1992. “Hice todo eso porque amo las montañas. Me encanta ir a donde nunca he estado. Así que me reté a mí misma a escalar los picos más altos de todos los países del mundo. Ahora tengo 76 años y he escalado los picos más altos de 76 países. Padezco cáncer, pero me gustaría seguir mi camino y escalar montañas”, dijo en su última entrevista. Al mismo tiempo que recorría el mundo para conquistar las cumbres más elevadas, comenzó a ver con preocupación el surgimiento de un nuevo tipo de turismo que ponía en peligro el medioambiente de las regiones vírgenes de las alturas. Eso la motivó a volver a la Universidad en 2000, donde estudió y se licenció en Ciencias Ambientales. Luego de graduarse, se convirtió en la directora del Himalayan Head Trust of Japan, una organización que trabaja a nivel mundial para preservar los entornos de montaña. También escribió una autobiografía donde repasó los obstáculos patriarcales que debió vencer para llegar tan alto. Allí se definió irónicamente como “un ama de casa que escala montañas”. Junko Tabei murió en un hospital en Kawagoe el 20 de octubre de 2016. Acababa de cumplir 77 años. Unos meses antes, le habían preguntado: -Si pudieras retroceder en el tiempo, y darle un consejo a aquella niña que fuiste, ¿qué le dirías? -No te rindas. Seguí adelante – respondió.

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