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  • El arte de la supervivencia: anatomía de una crisis en el Palacio de Gobierno

    Concordia » InfoConcordia

    Fecha: 19/09/2025 13:04

    No existe en el arte de gobernar un dilema más acuciante que el de la supervivencia. Cuando los cimientos se agrietan y las amenazas se multiplican, el príncipe no puede sino reconocer su vulnerabilidad y, como el avezado estratega que evalúa la retirada, buscar desesperadamente nuevos aliados. La situación actual del Gobierno no admite otra lectura. La crisis, admitida en la cúspide del poder, ha dejado de ser una mera conjetura para convertirse en un hecho tangible, un incendio que se propaga y amenaza con consumirlo todo. El plan económico, antes la promesa de la salvación, se ha revelado como el detonante de la catástrofe política. Los dos males, que hasta ahora corrían en carriles separados, han colisionado en un proceso de fusión que ha acelerado los tiempos de la política. El nervio óptico de esta crisis, como bien lo sabía el de Florencia, no es otro que la tesorería del Estado. La gobernabilidad en esta tierra se mide en reservas del Banco Central, no en discursos de redes sociales. La temeraria apuesta de Milei y Caputo de confiar en la flotación y las tasas de interés, ignorando la necesidad de acumular reservas, ha precipitado una crisis económica que se ha transmutado en un problema político de primera magnitud. El ministro Caputo, en un acto de desesperación, ha comprometido lo que queda de las arcas públicas, abriendo una oferta pública de dólares a precio de regalo. Los más avezados, y los más prudentes, ya han percibido la trampa. La divisa no puede mantenerse por mucho tiempo con una fuga de 400 millones de dólares diarios. El fracaso de las negociaciones con Washington, donde el halcón Marco Rubio se ha revelado como el más férreo opositor a un salvataje, solo confirma la gravedad del panorama. El dilema de los nuevos aliados: un guiño al pasado Con la estabilidad pendiendo de un hilo, y la sombra de una derrota electoral en octubre, los cerebros en la Casa Rosada han iniciado una serie de contactos discretos para recrear la alianza que los sostuvo en el primer año. Un retorno a la lógica de la realpolitik, donde las afinidades ideológicas se subordinan a la necesidad de gobernar. El plan, maquiavélico en su esencia, busca seducir a los viejos aliados para que compartan los costos de una inevitable caída. El primer gesto, un claro guiño a Macri, es la posible destitución de Martín Menem como presidente de la Cámara de Diputados en favor de Cristian Ritondo. Una jugada arriesgada, pues la traición siempre es un bocado amargo de digerir. El segundo eje, más audaz, apunta a los gobernadores, esos señores feudales que se han distanciado del experimento libertario. La idea de otorgarles la presidencia provisional del Senado y algunas carteras ministeriales es una clara muestra de la desesperación por tejer una red de contención. Pero, como bien lo señala la experiencia, los que prudentemente tomaron distancia no suelen ser propensos a acercarse para compartir las cenizas de una derrota. Anatomía de un colapso: la verdad tras el telón El derrumbe no es un fenómeno reciente. Se precipitó cuando la elección bonaerense, como el telón que se levanta en un teatro, reveló la verdadera debilidad electoral de Milei, desinflando la burbuja de las encuestas. Hoy, tenemos un gobierno con un presidente que lucha por liderar, una guerra intestina desatada entre Karina Milei y Santiago Caputo, y un plan económico con las ruedas en llamas. El Congreso, en una muestra de su poder, acumula votaciones en contra que superan con holgura los dos tercios. Las dificultades para enhebrar una solución son, en última instancia, un reflejo de la psicología de los personajes en el poder. La historia del fallido intento de girar fondos a las universidades y al Garrahan es un ejemplo perfecto de la parálisis y la falta de liderazgo que impera en la Casa Rosada. La propuesta, una sabia concesión política, naufragó no por una negativa de los ministros, sino porque «no se animaron a llevarle la propuesta a Milei». Un síntoma fatal de un gobierno acorralado por sus propios fantasmas. La Argentina, ese país donde lo fantástico se confunde con lo absurdo, ha pasado en pocas semanas de debatir la deriva autoritaria de un Milei imperial a especular sobre cómo estabilizar su gobierno para que pueda completar su mandato. De feroz amenaza electoral, el presidente ha pasado a ser un lastre para sus propios aliados, un giro del destino que confirma que la Fortuna, caprichosa en su esencia, no es más que el reflejo de las propias acciones y la debilidad del carácter.

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