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Gualeguaychu » El Argentino
Fecha: 07/09/2025 00:42
Desde el Instituto Secundario Sagrado Corazón, los alumnos de cuarto año “B”, junto a su profesora de Lengua y Literatura, licenciada Noelia Campostrini, sintieron la necesidad de reflexionar sobre un hecho que conmocionó a su propio barrio. Sábado, 6 de Septiembre de 2025, 17:34 Redacción EL ARGENTINO El domingo 24 de agosto, en una vivienda de las calles Gutemberg y La Rioja de Gualeguaychú, el oficial de policía, Leonel Corvalán, disparó contra su pareja, Carolina Huck, vecina y egresada de la institución, en presencia de su hija de 5 años. En diálogo con este medio, Campostrini explicó: “Este episodio, que impactó profundamente a la comunidad educativa, no lo abordamos solo como un hecho policial o judicial, sino como un espejo doloroso de las tragedias que la literatura ya ha puesto en escena siglos atrás. Al leer Otelo de William Shakespeare, encontramos en la ficción elementos que dialogan con lo sucedido en nuestra ciudad, y que nos invitan a pensar sobre los celos, la violencia y las formas de vincularnos”. De ese debate surgió este artículo, que busca tender un puente entre la literatura y nuestra realidad. El “síndrome de Otelo” designa en psicología el trastorno de celos obsesivos e infundados que lleva a acusar permanentemente de infidelidad a la pareja, aun sin pruebas. En la obra de Shakespeare no se habla de evidencia, sino que bastan los fantasmas internos y la desconfianza enfermiza para desencadenar la tragedia. En Otelo, el protagonista dice: “Los celos son el monstruo de ojos verdes que se burla de la carne de que se alimenta” (Shakespeare, 2002, p. 117). Esta frase es clave porque muestra que los celos no solo consumen a la víctima, sino que también destruyen al propio celoso. Más adelante, Otelo declara: “Que ella sea falsa, ¡oh, cielos!; si aún hay cuerdas y cuchillos, veneno, fuego o agua, no viviré para encontrarlo” (Shakespeare, 2002, p. 143). Aquí la sospecha basta para activar la idea de matar, como si el amor se tradujera en un derecho a disponer de la vida de la mujer. En la obra, al igual que en Gualeguaychú, la violencia sorprendió a todos: “El mundo no puede producir un alma más honesta”, dice Otelo de Yago (Shakespeare, 2002, p. 85), convencido de la lealtad de quien en realidad lo manipulaba. Así también, la Fiscalía y la Policía expresaron asombro porque el agresor era considerado un “buen trabajador” sin antecedentes de violencia. Los datos del Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano”, de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, muestran que en Argentina cada 35 horas una mujer es asesinada por la violencia machista. Entre enero y junio de 2024 se registraron 131 femicidios, y en más de la mitad de los casos los agresores eran parejas o exparejas. Estas cifras confirman que lo ocurrido con Carolina no es un hecho aislado, sino parte de una problemática estructural que atraviesa todo el país. Como institución educativa, sentimos la responsabilidad de abrir este espacio de reflexión. La tragedia de Shakespeare no quedó en los escenarios del siglo XVII: hoy se reproduce en nuestras calles, en nuestras casas, en nuestras comunidades. Los “Otelos” siguen existiendo porque todavía persiste la idea de que la pareja es una pertenencia y no un vínculo de libertad y respeto. Desde el Instituto Sagrado Corazón creemos que la educación, la lectura crítica y el diálogo social son herramientas para transformar esta realidad. Nuestra intención no es solo leer Otelo como una obra clásica, sino también preguntarnos qué nos dice hoy, aquí y ahora, en Gualeguaychú. El desafío es aprender de la literatura para construir relaciones más sanas y evitar que la tragedia se repita en la vida real. Como comunidad educativa católica, también estamos llamados a sembrar esperanza. La fe nos invita a recordar que el amor de Dios no es posesión ni control, sino entrega, respeto y servicio mutuo. Confiamos en que, a través de la educación, la oración y el acompañamiento pastoral, podamos ayudar a nuestros jóvenes a que no haya más “Otelos” y a construir vínculos más libres y respetuosos, donde el otro sea visto como un don y no como una propiedad. Como expresó el Papa Francisco: “El amor no es posesión, sino don de sí; no es un impulso que busca servirse, sino un corazón que sabe entregarse” (Amoris Laetitia, n. 127).
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