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  • Treinta granaderos se oponen al derrocamiento de Illia

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 17/08/2025 13:02

    Tanto Illia como Frondizi en 1958 fueron gobiernos débiles, que no gozaban del consenso popular. El ejército prometió no poner piedras en el camino del gobierno radical y su comandante en jefe el general Juan Carlos Onganía ansiaba tener unas fuerzas armadas cohesionadas y profesionales. Por esa causa no quería que la fuerza se entrometiera en política interna, esa había su lucha en el conflicto de azules (nacionalistas) y colorados. Estos eran los de facción liberal que junto con la Armada querían gobernar el país y tenían un encono manifiesto contra el peronismo. Los radicales no quisieron el apoyo de Alende, Aramburu y del peronismo, querían ser autónomos en las decisiones. El efecto fue el contrario, solo consiguieron ser un gobierno muy débil. Y se produce un quiebre entre el presidente y Onganía, al enterarse de que se planeaba reincorporar oficiales “colorados” que habían sido dados de baja o retirados. El jefe del Ejército no quería que se cumpliera esta medida de mantener en sus filas a los antiguos rivales, que solo querían hacer política. Cuando finalizaba el año 1965, se produce la renuncia del coronel Avalos, secretario de Guerra. El ministro de Defensa Facundo Suárez, le lleva la propuesta para designar al general Castro Sánchez. Onganía no la aceptó y renunció. Aceptada la dimisión su reemplazo fue el general Pascual Pistarini. Ya la relación se encontraba desgastada, el golpe seria consecuencia directa de estos entredichos. No había retorno posible. Cuando asume Pistarini, el general Julio Alsogaray, le pide al periodista Mariano Grondona que prepare el primer comunicado de la futura Junta Militar para cuando se derrocara al gobierno constitucional. El lunes 27 de junio de 1966, el país supo que se avecinaba un nuevo gobierno de índole militar. A la mañana el Jefe de la Policía Federal fue relevado por el general Mario Fonseca, donde no encontró ningún tipo de resistencias. Se ocuparon las radios y los canales de televisión, desde donde se difundieron decenas de comunicados militares. Las tropas terminaron el cerco sobre la Casa de Gobierno. Esta es considerada el símbolo de poder, una vez que es sacado un presidente literalmente, es cuando se produce el relevo del poder ejecutivo. Había un problema para los militares, y era que el presidente Illia, vivía en el sector presidencial. Sólo se retiraba los fines de semana para pasar con su familia, que residía de hecho en la Quinta Presidencial de Olivos. Las tropas del Cuerpo I de Ejército, con su sede en el corazón del barrio porteño de Palermo, ya tenían apostadas sus tropas para terminar con el gobierno constitucional. El ministro de Defensa general Castro Sánchez se comunicó con el presidente para decirle que no contaba con tropas leales. Era solo cuestión de que el presidente renuncie y se retire de la Casa. La tarea parecía sencilla, pero surge e carácter y temple del Oficial de Servicio, el teniente Aliberto Rodrigáñez Ricchieri, que se niega a dejar al presidente a su suerte y decide defender con sus hombres la investidura presidencial. La ascendencia de Rodrigáñez Ricchieri era de pura estirpe castrense, su tatarabuelo había muerto en las acciones del Ejército de los Andes. El Rodrigañez fue el único caballo del Ejército de San Martín que cruzó los Andes, hizo las campañas de Chile y del Perú, volviendo a Buenos Aires. Por el lado de su madre, tenía un parentesco con el artífice de la recreación del Regimiento como lo fue el general Pablo Ricchieri en mayo de 1903. El Teniente era de una estatura muy baja, amaba su profesión, los caballos y tenía una culta afición como la música clásica. Advirtió que se encontraba sitiado y contaba solamente con treinta granaderos con fusiles, sables de caballería y dos ametralladoras. No se amedrentó se dispuso a armar un dispositivo de defensa para salvaguardar la vida de Illia. Durante doce horas, mantuvo en velo a las tropas del Grl Julio Alsogaray. Rodrigañez ordenó cerrar las puertas de acceso de la Casa y lanzo una intimidante advertencia al jefe a cargo de las tropas rebeldes, para que se detengan, de lo contrario serían disuadidos con disparos. El autor Andrés Bufali cuenta que los sitiadores se miraron incrédulo y uno dijo: “¡Ese teniente de Granaderos está loco! ¡Treinta hombres contra todo el Ejército!” Alsogaray conocía bien al JRGC, eran amigos personales y habían estado juntos en el penal de Rawson durante cuatro años durante el gobierno peronista. Al enterarse de la situación imperante con el oficial de servicio, el Grl Alsogaray llamó por teléfono al coronel Marcelo de Elía, para que le exigiera a su oficial que se rinda y diera paso al nuevo gobierno. El coronel le dijo al general, que tenía razón, que el Teniente estaba loco, pero que de ningún modo le iba a ordenar que se rindiera. Además, le expreso que tenía alistado al regimiento para reforzar la defensa de la Casa de Gobierno, a pesar de que no pudiera atravesar el anillo ofensivo de los rebeldes. Era mejor intentarlo y morir como los granaderos del 55. El general Alsogaray suspendió toda acción, no quería que se produjese una masacre de los granaderos y de los civiles de la Casa. Se produjo un impasse táctico. El jefe de la Casa Militar de la Presidencia de la Nación, el brigadier Pío Otero, tuvo una conversación con el presidente donde insiste para que entre en razones y que renuncie. Illia se negó inicialmente, Otero le explicó que la resistencia será fútil, que finalmente serian arrasados por las fuerzas del Ejército y con la carga adicional de treinta muertos. El radical aceptó que se evacue el personal administrativo de la Casa. El jefe de la Casa Militar se comunicó con Alsogaray, para que no contestaran con fuego, en el supuesto caso de que tirasen desde el edificio gubernamental, petición que fue aceptada por el general Alsogaray. Otero intentó hablar con dirigentes radicales de peso, para que intentasen convencer a Illia y se evitara el derramamiento de sangre. Illia pretendió suicidarse en el dormitorio presidencial, cuando le solicitó a su edecán que le prestara su arma reglamentaria. El edecán le negó la pistola y le dijo: “Señor, mi primer deber es interponerme entre el presidente de la Nación y la muerte”. Finalmente, el oficial de servicio y el general Alsogaray, se iban a ver cara a cara. Alsogaray al sentir que no avanzaban, que se encontraban detenidos por el teniente de Granaderos, decidió ir personalmente hasta el despacho presidencial y pedirle formalmente la renuncia a Illia. El Jefe de la Casa Militar le recomendó que tenga cuidado porque había jóvenes radicales armados. Se cruzaron los dos oficiales en los pasillos del piso presidencial. El Tte se le presentó y Alsogaray le exigió la rendición. La contestación de Rodrigáñez Ricchieri fue una frase histórica que representa lo que implica la misión de los granaderos, que exige llevarla a cabo con valor y convicción: “Lo siento, mi general. Mi obligación es defender al presidente de la Nación”. Alsogaray no pudo lograr que Illia renuncie. Otero luego de una charla extensa logra convencer de que se releven a los granaderos de la misión suicida, el presidente Illia convencido de que no podía resistir más, decide dar un paso al costado. El Jefe de la Casa Militar le comunica la decisión presidencial al teniente y al general Alsogaray de que finalmente no habrá enfrentamientos fratricidas. En la madrugada del 28 de junio de 1966, el presidente Arturo Illia se retiró de la Casa de Gobierno desalojado por la Guardia de Infantería de la Policía Federal Argentina. Quien dirigió la evacuación fue el coronel Luis César Perlinger. Jóvenes partidarios radicales rodearon al presidente saliente, que se negó a utilizar un coche oficial. Detuvo un taxi que pasaba, se subió y se perdió, durante la fría madrugada porteña. La vida militar del entonces teniente Rodrigáñez Richieri, continuó hasta el año 1988, cuando solicitó el retiro con el grado de Coronel del Ejército. Además de ser un brillante interprete de violín. En el año 2010, en un programa de radio Nacional, dentro de la Feria del Libro, al que fui como invitado, representando al Regimiento de Granaderos, el periodista me preguntó cómo era el rol de los militares en el sistema democrático. Tuve la oportunidad de recordar esta valiente historia de un oficial de servicio que tenía el mismo grado que yo en ese momento. Que con hombría de bien defendió con convicción y fe, el respeto esencial a las instituciones republicanas. Sin ideologías, defendiendo como lo expresa la tradición de los granaderos y del pensamiento de su creador, salvaguardando los valores primordiales de una joven República. Ads Ads

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