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» Misionesparatodos
Fecha: 08/07/2025 11:27
"Acá, así como me ves, algún día fui otra cosa. Tuve un techo, un lápiz y un papel. Hoy solo tengo pastillas para olvidar lo que no tengo y floto mejor que en un colchón", me contó Pablo. El hombre que ingresó al universo del consumo creyendo que podía entrar y salir. Pero Pablo solo entra y sale de los hospitales. Lleva 15 años de consumo y aún así se presume superior en su relato. Pablo se quiebra en el silencio. Se contradice. Su dualidad es la jactancia y la pena. Aunque también la náusea. Pablo es la voz de muchos otros. Esas voces que habilitaron cantidad de discursos plagados de lugares comunes para analizar el tema de los consumos problemáticos. Nos adentramos en un mundo oscuro. Caminamos como observadores directos por la degradación de la droga. Asistimos a la mística del consumo. Trabajamos para que las emociones del otro nos atraviesen y así poder comprender cómo se llega a construir una subjetividad de muerte como un plan de vida. Al trabajo de campo llegamos con herramientas y construimos otras. Las entrevistas abiertas son las más ricas. La falta de un hilo conductor permite entender que en el fondo existe hastío. Rechazo contenido. La náusea acompaña los discursos que forman parte de las escenas de la vida cotidiana. Nada se oculta. Todo se exhibe. El exhibicionismo del consumo de sustancias psicoactivas trascendió la esfera de lo privado. Jean Paul Sartre ayuda a entender el espanto del consumidor que se envuelve en su mentira. Su entorno miserable le genera cantidad de sensaciones. Sentimientos encontrados. Prevalece el malestar cuando bajan los efectos. La euforia o la falsa calma. Aparece la náusea en el ser que no encuentra una razón. Un propósito superador que se debate en la contingencia de los sucesos bajo una única certeza; el llamado a la muerte. Un llamado al que confronta con repugnancia, desafiándolo contradictoriamente. Hacía la construcción de un potencial delincuente culposo fundido en la dialéctica del Amo y el Esclavo. En las sociedades los problemas de salud mental, más allá de las adicciones, no son aceptados abiertamente como una realidad que forma parte de los tejidos sociales y por ende de algunas composiciones familiares. Es decir, exteriorizar los desequilibrios psíquicos tiene más tabúes que reconocer el consumo de las sustancias psicoactivas. El imaginario colectivo impuso que es más fácil aceptar una adicción a las drogas que reconocer un problema de salud mental definido. Sin embargo, que la droga sea causa no es proporcional a que sea consecuencia. La detección de la patología de base es fundamental para no distorsionar el tratamiento del paciente. Y no distorsionar el tratamiento es prevenir la construcción, por ejemplo, de un potencial delincuente culposo. La droga quita el nivel de "represión" necesario para la vida en sociedad. El deterioro que la ingesta de las sustancias psicoactivas genera en el lóbulo frontal es progresivo y la línea hacia la comisión de hechos no deseados es sumamente delgada. Es como jugar a una ruleta rusa en donde el estupefaciente es el amo y el consumidor el esclavo. La sociología del narcotráfico entrelazada con la sociología del delito nos permite tomar una de las dialécticas Hegelianas para explicar ataduras y dependencias. Se trata de la Dialéctica del Amo y el Esclavo descripta en la "Fenomenología del Espíritu". Dialéctica que versa entre el conflicto y el reconocimiento. La droga como sentimiento de pertenencia y destaque para la obtención de un espacio. Dealer y consumidor en un conflicto de intereses se reconocen y perciben necesarios para existir. El narco con la droga como instrumento de poder es el amo que ve en el consumidor a su esclavo con la droga como proyecto de muerte. "Por una dosis de paco le vendí mi virginidad a un dealer. Hoy soy parte de ese pequeñísimo mundo que la puede contar", relata Silvina con los ojos que traspasan el horror. Una relación de dominación y resistencia en donde el que resiste también se envuelve en esa misma resistencia forjando una estructura miserable e incorrecta. Sin continentes integrales. Dos ecuaciones que se pierden en el amateurismo del abordaje se imponen en el territorio de la anomia. Dos ecuaciones, a continuación, que marcan un horizonte de pérdida plausible de ser prevenido. "A menor edad, menor percepción de peligro". "A menor información, mayor inclinación al consumo". Estas ecuaciones nos explican porqué el ingreso a la cadena del consumo es cada vez más temprano y porqué aumenta el número de consumidores en el mundo desafiando al narcotráfico a reinventar la oferta para hacerle honor a la frase criminal: "Tu muerte es mi ganancia". Un proyecto de poder contable y rentable que se hizo inmenso por connivencias gubernamentales y consumidores que representan una parte de lo que es la miseria mundial. "La marihuana de hoy es la cocaína de ayer" La droga en las voces de los consumidores reunidos en ronda. Las ollas de consumo que conforman un paisaje paralelo individual con rebote colectivo. Testimonios en distintos escenarios unidos por el mismo fracaso: la pérdida de una generación y el impulso de pérdida de otra. "Soy un trabajador vacío. Trabajador ya no. Vacío sí. No tengo laburo y tampoco expectativas. La droga me encontró y no la dejé ir más". “La droga es mi locólogo (en referencia al psiquiatra). El porro me calma". “No elegí estar acá pero elegí quedarme”. “Entrar es fácil. Hoy te digo que no veo salida. Es un viaje en donde cada estación es una droga nueva”. "María es mi música. Allá donde no veo nada siempre está María". "Nos juntamos a consumir para cuidarnos entre nosotros. Para que ninguno se zarpe". "En éste sector hay mucha marihuana. Se consume como un marlboro y no es joda". "Yo le digo a los pibes y las pibas que si están con las pasti que no chupen porque te podes ir más rápido". “Yo sé que robar o matar puede ser el próximo paso. También sé que puede ser mi propia muerte”. “El alcohol es mi paco cuando no tengo otra droga”. "Entre un rivo y un porro, un porro. O lo que de". “Yo sé que me estoy despidiendo de la vida”. Y otra chica agrega "Pero que sea a lo grande". La calle y la droga son socias en el mundo. El cielo arremete con sus propias reglas. Una jungla que construye diversos mecanismos de defensa. Entre ellos, la locura. Dinámicas sociales con sus colores locales acentúan exclusiones como valores agregados a la lógica del despojo institucional. Así es como Pierre Bourdieu manifestó en su obra, "La miseria en el mundo", los distintos niveles de miseria que influyen en las experiencias individuales. Una violencia simbólica que opera desde la mirada del rechazo por estética y contexto. La discriminación voyeur que no habilita a un cambio de paradigma sino a una estigmatización compulsiva que limita la posibilidad de resiliencia. La miseria en el mundo, tan cruel y perversa, agita el estancamiento para alcanzar la resignificación de un estado de ostracismo que no puede limitarse a la reducción de daños. La lucha contra el narcotráfico está pendiente. Tan pendiente y manoseada como lo está el trabajo con los consumidores. Masa necesaria para los narcotraficantes que a la única ley que se apegan es a la del abuso. Un esquema al que le consta que la socialización con la droga es cada vez más temprana y primaria. Historias de vida se recuestan con el espectro de la muerte para amanecer, si la droga así lo quiere, con la incertidumbre de un nuevo anzuelo. Continuará... Por Laura Etcharren-https://soclauraetcharren.blogspot.com/
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