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Parana » Ahora
Fecha: 27/05/2025 04:28
Cuerdas Cada oración tiene que tener su propia tensión, decía Abelardo Castillo. Por las calles, dos mil bailarines van siguiendo el pericón, estiran los pañuelos de las puntas, los doblan, los vuelven a abrir, unen sus límites, dan pasos como saltos. Según Ricardo Piglia, encontrar el tono es encontrar la novela, en el tono está la novela. Más pasitos y rodillas que se quiebran y se vuelven a tensar. Cuando éramos jóvenes teníamos que vender rifas o pasteles, empanadas, entradas para la fiesta patria, completábamos números, poníamos fechas y mirábamos la lotería, asistíamos a la kermes, freíamos tortas en ollas inmensas con grasa vacuna. Crujía el aire. Las masas crocantes con burbujas atadas en su centro. La iglesia estaba llena de olor a pasto recién cortado, a cabo de flor de cantero, a agua fresca. Los caballos abonaban todas las cuadras del centro, los mástiles y las bostas entre los guardapolvos blancos. El intendente siempre era varón, decía algo que no escuchábamos, teníamos las orejas heladas que podían partirse si alguién las rozaba con violencia, un gorro tejido por la abuela, guantes heredados de un señor muerto. Tensión y tono. Qué ganas de sacudir las piernas en la marcha de Entre Ríos, la que Urquiza soñó, qué lindo loop el de la rima aprendida el 25 de mayo de mil ochocientos diez pasó una vieja a caballo con el calzón al revés. Los himnos solemnes: entrega de coronas como de muertos, con palmas afiladas, claveles y la cinta con letras en dorado: un club, una personalidad destacada, una institución. Los potros retobados parecían que iban a comerse una esquina con gente que saludaba con banderitas de papel crepé, pegote de plasticola bajo las uñas, espadas de cartón, caricias de pecheras azul y rojas. Tensión y tono. Palomas grises, el sol apoyando su hocico sobre la cara de cada niño, el pecho inflado de maiz.
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