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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/05/2025 02:38
La familia Fraticelli Hoy, Carlos Fraticelli, ex juez de Rufino y vecino, camina tranquilo por las calles de su ciudad. Hace su rutina de caminatas y paseos en bicicleta. Hace tiempo volvió a ser uno más. Pero 25 años atrás enfrentaba junto a su familia la pesadilla de su vida... “Esta me la dieron a mí”, repetía con desesperación aquella mañana del trágico 20 de mayo de 2000 cuando su esposa, Graciela Dieser, encontró muerta a Natalia —la hija de ambos, de 15 años— sobre su cama, con una bolsa de nailon en la cabeza y las manos atadas con un pañuelo. Desde un primer momento, Fraticelli instaló la teoría de que alguien pudo haber entrado a su casa a robar y asesinado a la adolescente basado en que le faltaban dos mil pesos que tenía en su estudio de la planta alta. “Entraron por acá”, dijo mientras señalaba la puerta del balcón, como si se tratara de un robo. En medio del caos y la confusión que había en la vivienda, el comisario de Rufino, Jorge Villalba, observó que la cortina apenas estaba levantada unos cuarenta centímetros, pero no halló ningún tipo de marcas o huellas. Se sorprendió cuando vio sobre el escritorio del magistrado expedientes, carpetas y papeles diversos dentro de bolsas similares a las que la adolescente tenía en su cabeza. Fraticelli pululaba por toda la casa. Su conducta y sus pensamientos iban de un extremo a otro. Por un lado, insistía con el asalto y, por otro, junto a su mujer quería saber si su hija pudo haber tomado la decisión de quitarse la vida. Hugo Costa, el primer médico en llegar al hogar familiar a las 8:45 llamado por Fraticelli hizo hincapié en ese punto, en la causa prestó testimonio: afirmó que lo sorprendió que los padres le consultaran si podía tratarse de un suicidio y si había posibilidades de reanimarla, ya que él había dictaminado su muerte. El por esos tiempos juez de Rufino había tenido una noche previa agitada. Había llegado tarde para lo que era costumbre a su casa, pasadas las dos de la mañana. Subió a la planta alta donde tenía su oficina para tomar un remedio. Frente al juez Carlos Risso, que intervino en la causa, declaró ante la consulta respecto a si había ingresado al cuarto de su hija para verla, como acostumbran muchos padres, dejó en claro que no, porque nunca lo hacía ya que no tenía ese hábito. Además llegó tan agotado y tarde que se acostó con sigilo en la cama matrimonial mientras su esposa descansaba, de algún modo para evitar preguntas incómodas. Venía de compartir dos turnos que costaban entonces 10 pesos cada uno, de acuerdo al tarifario de la época, con Mirta, profesora de gimnasia de la Escuela 6031, en la habitación 3 del Motel Tú y yo, cuyo slogan era “El Paraíso de la Higiene – El Hotel de las Sabanas Limpias”. La noche anterior su padre había regresado tarde porque había estado en un hotel alojamiento con una amante Fraticelli pidió un champagne Federico de Alvear para agasajar a su amada y le pedía discreción por su condición de juez y marido ya que su propósito era continuar con esta incipiente pasión que había nacido entre ambos. Ella dudaba porque en la ciudad lo tildaban de picaflor pero siguió adelante. Según manifestó Mirta en la causa, él en la intimidad le confió que con Graciela Dieser la relación estaba desgastada. Y quiso saber si terminó complacida luego del acto porque si no se sentiría una “rata”, tal cual se lo expresó. “Fue un encuentro largo y satisfactorio”, manifestó ella ante el juez Risso que oía atento los detalles de lo que parecía más un culebrón que una historia tan real como triste. La habitación de la adolescente donde fue encontrada muerta, con una bolsa de nailon en la cabeza Luego de una noche intensa con su flamante conquista, su despertar no resultó tan placentero porque fue a los gritos que vociferó su esposa, aterrorizada cuando encontró a las siete y media de la mañana a Natalia inconsciente y con la mencionada bolsa en la cabeza. La mamá contó en la comisaría conmovida, quebrada y detalle a detalle cómo fue la noche previa a la muerte, testimonio que fue incorporado al expediente: “Cerca de las nueve de la noche del viernes Natalia me preguntó si tenía salchichas. Quería comerlas con arroz. Mientras le preparaba la cena se sentó en el mesón a mi lado y me dijo que no se había arrepentido de no haber ido a la reunión de amigas. Terminamos de cenar como a las nueve y cuarto. Me ayudó con la cocina, a lavar los platos y ordenamos todo. Mientras mirábamos VideoMatch me dijo: ‘Vamos a ver Buenos Vecinos‘. Tenía la perra a upa cuando le di la medicación. Subimos y preparamos las cosas para bañarnos. Cuando estaban pasando El show del chiste, Natalia se tiró en la cama del hermano -Franco, adoptado-. Yo salí a la terraza a tender los toallones y ahí es donde no me acuerdo si puse llave en la puerta que da a la terraza. Nos tiramos en la cama. Miramos Buenos Vecinos, comimos caramelos; la perra estaba en la cama con nosotras”. A las once menos veinte de la noche la joven le dijo que tenía sueño y le preguntó si se podía quedar a dormir en la cama de Franco: “Enseguida se quedó dormida antes de que termine el programa; yo seguí mirando hasta el final. Le di un beso y apagué el televisor. Fui a mi dormitorio y me puse a rezar el rosario a las once y media. Me quedé dormida y no escuché en qué momento llegó Carlos –Fraticelli-. A las siete menos cuarto él se levantó para ir al baño y se volvió a acostar. Miré la hora en el despertador y me volví a dormir. Cuando me vuelvo a despertar eran las 8 y 20. Voy a la cocina, busco la medicación de Natalia, la llevo arriba y cuando voy llegando veo que está la puerta plegadiza cerrada, siento como un frío, veo que está la luz prendida en el hall y la ventana que da al balcón tiene la persiana abierta a la altura de un metro. La puerta de la pieza de la Nati estaba abierta y la luz prendida, entonces veo a mi hija que estaba con una bolsa de nailon en la cabeza hasta el mentón, que no le llegaba a cubrir la totalidad del cuello. Entonces empiezo a gritar: ‘¡Carlos, Carlos, mirá lo que le pasó a la Nati...!’ Entre los dos le sacamos la bolsa de la cabeza. Vemos que tenía un pañuelo en su muñeca y Carlos se lo saca, pero fácilmente porque estaba como suelto. Cuando Carlos estaba llamando al médico por teléfono, le grito: ‘Está calentita. Está viva, está viva’. Por eso me abrazo a ella, la tapo hasta los hombros y le acomodo los pies, ya que era su costumbre dormir sacando los pies por debajo de la colcha. La abrazo, entonces al tocarla al costado del cuello y acariciándola en la cara es que siento como que estaba calentita”. El médico Víctor Pautasso, gran amigo del juez, fue el segundo profesional en llegar a la casa mientras Carlos Fraticelli no paraba de gritar: “¡mataron a la Nati, estaba con estas bolsas en la cabeza y las manos atadas!”. Pautasso lo primero que hizo fue convocar al especialista forense Juan Carlos Maggi, más allá de que ya se encontraban presentes los doctores Iván Salov y Ulises Cardoso. Luego el cadáver de Natalia fue trasladado al Instituto Médico Legal de Rosario para que se realizara la autopsia. Foto de archivo del ex juez de Rufino, Carlos Fraticelli, su ex esposa, Graciela Dieser y Natalia (Foto NA: ARCHIVO NA.zzzz) El referido doctor Cardoso, jefe de Medicina Criminalística de la Unidad Regional II de Rosario, fue concluyente ante el juez Risso respecto a que la adolescente no había sido atacada. Así lo expresó ante el juez Risso en el expediente judicial: “El cuerpo no tenía ni un arañazo. Daba la sensación de que Natalia estaba durmiendo. No había signo de violencia alguno. No podría ni siquiera especular con que la estrangularon, no hallé marcas de dedos sobre su piel”. En un primer momento, la sospecha recayó sobre los padres de la adolescente Pero a sus dichos luego comprobados científicamente se opusieron otras voces profesionales que aportaron más desorientación y desconcierto. Los forenses del Cuerpo de Medicina Legal que realizaron la autopsia dijeron con contundencia que la habían estrangulado: “En el cadáver se encontraron los indicios decisivos”, concluyeron. Para colmo el doctor Oscar Sánchez, director del Instituto Médico Legal de Rosario se sumaba a esa conclusión argumentando que “golpes o causas de ese tipo produjeron manchas conocidas como equimosis en los músculos del cuello”. No era todo, el estudio histopatológico estableció que Natalia tenía tres marcas de dedos en el cuello y abonó así la versión del estrangulamiento como lo destacó la necropsia. “Quien la ahorcó le fracturó el hueso hioides, situado a la altura de la laringe. El estrangulamiento duró unos tres minutos”, sostuvo el informe. Y la concluyente referencia respecto al hioides terminó resultando clave para aclarar lo ocurrido. No le habían fracturado ese hueso en un ataque, sino en la autopsia, como lo manifestaron otros profesionales de trayectoria. Esto se terminó demostrando sin dudas con la ratificación del doctor Luis Pettinari, responsable de la necropsia, quien terminó admitiendo tiempo después que fue así, lo que le provocó una gran depresión que terminó con su vida. El ex juez Carlos Fraticelli al recuperar su libertad bajo caución (Foto NA: IMAGEN TV/TNzzzz) El hallazgo de la médica Mabel Carlotta en las vísceras de Natalia del antidepresivo Uxen Retard que tomaba Ana Senger, su abuela, aportó aún más a la hipótesis del suicidio. Luego se analizó que ese psicofármaco no solo estaba contraindicado para personas que sufrían epilepsia como era el caso de Natalia, sino que hasta podía provocar graves consecuencias físicas y hasta la muerte. La adolescente solo tomaba Karidium y Lamictal para sus problemas neurológicos, entonces se especuló con que ella misma los podría haber ingerido, pero la justicia nunca descartó la siniestra posibilidad de que sus propios padres se los hubiesen dado para matarla. El juez Carlos Risso se aferró a esta especulación y los metió presos a ambos, primero a la madre, y luego a Fraticelli cuando fue destituido como magistrado, perdió sus fueros y fue a parar a un calabozo denigrante de la alcaldía de Melincué. En 2002 los padres de Natalia terminaron condenados a prisión perpetua por considerarlos “coautores de homicidio doblemente calificado por el vínculo y por alevosía”. Aunque en 2006 la Corte Suprema de Justicia de la Nación anuló tal sentencia y ordenó que se dictara un nuevo fallo. Lo que terminó sucediendo en 2009 cuando la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto revocó la condena y los absolvió. Graciela Dieser, la mamá de la joven volvió a la libertad física, pero su mente estaba destruida por semejante acusación que había padecido y nunca pudo recuperarse de semejante dolor. Intentó salir del pozo depresivo en el que estaba, mudándose a Rafaela, a 500 kilómetros de Rufino. Pero no lo logró. Su hijo Franco la encontró en abril de 2012 en la bañera después de haber tomado somníferos, casi sin vida. Había dejado escritas un par de cartas. En la dirigida al juez que investigaría su muerte dejó en claro que su objetivo era volver a estar junto a su hija. Con semejante determinación, Dieser repitió la aparente conducta suicida de su hija, nunca comprobada fehacientemente por la justicia, y de su ex marido, quien a los pocos días de la muerte de Natalia también intentó quitarse la vida pero sin éxito. Había ingerido 38 comprimidos de Tranquinal, un ansiolítico indicado también para el tratamiento de ataques de pánico. El comportamiento suicida atravesó a la familia Fraticelli y la desmembró para siempre. Finalmente la Corte en 2016 dejó firme el fallo que absolvió a Fraticelli basado en la falta de certezas para inculparlo. Y subió la apuesta criticando severamente a los funcionarios intervinientes de la justicia a cargo de la investigación “por exceder los parámetros razonables dilatando el estado de definición”. Entonces la justicia nunca pudo dilucidar si Natalia se suicidó o la mataron. Carlos Fraticelli sí pudo sobrevivir pese al intento de suicidio. Rehízo su vida de la mano de otra mujer de la que se enamoró, Norma Tejedor, su vecina de Rufino, psicóloga, profesora de letras y la terapeuta que no solo lo rescató de su tristeza, sino que también le brindó cobijo y contención como pareja hasta hoy. Junto a ella el ex juez redactó el libro Divina Justicia, el cielo lo sabía, donde relata pormenores de su vida tras las rejas y de la muerte de su hija. Él además se refugió en la docencia, dando clases de Derecho en el Colegio Superior 50. En el presente ejerce la abogacía en casos civiles y penales y asesoró como letrado a colegas de Costa Rica donde también supo generar vínculos. Por supuesto ya a los 72 años cuida su salud y su físico como en los viejos tiempos. Y no deja de visitar y rezar por su hija en el cementerio.
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