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  • Un problema reactivado: España y Portugal (y 2)

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/05/2025 08:45

    Pese a los problemas que dificultan en la más estricta actualidad el diálogo e, incluso, el entendimiento fraternal entre las dos naciones peninsulares, estos se asientan sobre un terreno de granítica voluntad de un futuro de permanente cooperación. Venturosamente, de tal modo semejan confirmarlo los más recientes acontecimientos. Así, no ha más que unos días atrás el impecable rey constitucional que está al frente del Estado español recibió con insuperable atrezzo académico la alta designación como Dr. Honoris Causa de una de las Universidades de mayor vitola y aureola del Alma Mater europea: Coimbra. Dicho acto implicaba una oportunidad envidiable para reforzar los lazos entre Lisboa y Madrid y D. Felipe, ciertamente, no desaprovechó la ocasión para así ejecutarlo. Simultáneamente, los dirigentes lusitanos frenaban su ofensiva antiespañola al situar las principales causas del famoso «apagón» en tierras francesas, y esbozaban una clara cercanía a los planteamientos españoles, en verdad, todavía poco desarrollados. Al mismo tiempo, el fútbol, ese espectáculo esencial para la honda trabazón de las sociedades hodiernas, ofrecía otro esperanzador dato para recorrer la senda de la reconciliación, al profundizar en los contactos entre las dos Federaciones balompédicas ibéricas cara al cada vez más próximo Campeonato Mundial de 2028. Y, justamente, en el penúltimo domingo del presente mes de mayo, las elecciones generales celebradas en esa fecha volvían dar la victoria a la coalición de centro derecha Alianza Democrática, comandada por su líder Luis Montenegro. Con los graves temores surgidos del estrepitoso fiasco de los socialistas y la espectacular remontada de la derecha heredera del salazarismo los ejes de la política portuguesa retornaban a sus posiciones tradicionales. En el caso español ello equivalía al retorno de la política de medias tintas y ambigüedad muy calculada de los últimos años. De otro lado, la acusación a París por ambas potencias peninsulares del desastre electrónico del «apagón» impulsa a pensar en un enfriamiento semi- completo de las tensiones de pasadas semanas a causa de dicho acontecimiento. En política y aún más en política internacional entre vecinos resulta quimérico concebir un clima de entendimiento sustancial entre las fuerzas en juego. De ahí, por un momento que ojalá dure varios años, que los españoles tengamos que cruzar los dedos frente al veleidoso destino, sin perder de vista la Unión Ibérica de nuestros mejores antepasados ochocentistas como muy preciado sueño colectivo. *Catedrático

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