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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 04/05/2025 07:03
Sebastián Pareja, Karina Milei y Martín Menem La política, específicamente si se la aborda con una perspectiva estratégica, siempre ha abrevado en las analogías militares. Tres obras clásicas, como Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, el Arte de la Guerra de Sun Tzu y De la Guerra de Von Clausewitz, son una clara evidencia de este universo de referencias y significantes compartidos. Es más, el propio concepto de estrategia, que deriva del griego strategos, tiene un origen militar, tanto que su traducción literal al español es “general”, e implica la capacidad de enfrentar la mayor fuerza propia con la mayor debilidad del enemigo. En Argentina, al calor de la crispación y la confrontación permanente, y en el marco de las grietas y antinomias recurrentes en nuestra trágica historia pendular, hemos interiorizado con naturalidad ese lenguaje de estirpe militar. Y no sólo en el análisis y la praxis política, sino también en la conversación cotidiana. Términos como “fuego amigo”, ataques y contraataques, defensa y contraofensiva, despliegue y repliegue, escalada, tregua, operaciones, son algunos de los tantos conceptos a los que apelamos a diario para hablar de la situación política. Más allá de las implicancias culturalmente más profundas que puedan derivarse de la normalización de este léxico, lo cierto es que desde hace por lo menos cincuenta años, de la mano del proceso de creciente profesionalización y modernización de las campañas electorales y la comunicación de gobierno en las democracias occidentales ha venido adquiriendo cada vez mayor centralidad política el concepto de estrategia y, por añadidura, la importancia de distinguirla de la táctica. Joseph Napolitan, ex asesor de Kennedy considerado el “decano” de la consultoría política moderna, solía poner en valor la planificación estratégica acuñando una suerte de axioma que sigue teniendo mucha actualidad: “Una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre, pero incluso una campaña brillante puede fallar si la estrategia es errónea”. Y, en sus ya clásicas recomendaciones para los consultores políticos alertaba sobre las potenciales consecuencias de la peligrosa confusión entre táctica y estrategia. Así, mientras la estrategia busca responder al interrogante de ¿qué hay que hacer para alcanzar los objetivos proyectados?, y, en cuanto tal, se proyecta necesariamente hacia el futuro; la táctica da respuesta al ¿cómo? y ¿cuándo? hacerlo en el presente. En términos más sencillos, la táctica no es otra cosa que la herramienta para ejecutar la estrategia diseñada y, como tal, refiere a la operación concreta y cotidiana de la campaña. Por estas horas, esta confusión entre táctica y estrategia parece haberse colado en el marco de la interna que enfrenta a diversos sectores de LLA con respecto a las (mejores) formas de encarar un largo calendario electoral que ya comenzó (con un resultado desfavorable para el oficialismo) en Santa Fe y que, si bien tendrá varias citas en el corto plazo, encuentra en los comicios porteños del 18 de mayo uno de sus hitos principales. No tanto por la relevancia político-institucional de una elección legislativa local que está lejos de suscitar un genuino interés de la ciudadanía, sino más que nada por la expectativa respecto al potencial efecto “ordenador” que una contienda ya indudablemente “nacionalizada” en el plano simbólico y discursivo, podría tener -tanto para oficialismo y oposición- de cara a las generales de octubre. Una discusión interna que parece corporizarse en el cada vez más explícito enfrentamiento entre los dos vértices que integran el “triángulo de hierro” del poder presidencial en Argentina. De un lado, la secretaria general de la presidencia y hermana del presidente, Karina Milei, junto a sus “armadores” territoriales (los Menem, Pareja, etc.); y del otro, Santiago Caputo, a la cabeza de un grupo más bien integrado por “consultores” y por perfiles más vinculados a la construcción de las imágenes y mensajes que dan forma a la “narrativa” libertaria. Nicolás Mayoraz y Romina Diez junto a Patricia Bullrich, quien viajó a Santa Fe para apoyar la lista de convencionales constituyentes Una confrontación que, más allá de los condimentos personales o de las disputas de poder, deja en evidencia dos formas muy distintas de encarar un proceso electoral que tiene muchas citas en la previa a la elección más importante para el oficialismo, que es la del 26 de octubre. Como quedó en evidencia en las elecciones para convencionales constituyentes de Santa Fe, donde la lista encabezada por el diputado Mayoraz salió tercera con apenas 14 puntos, Caputo parece entender que más allá de la importancia del andamiaje partidario propio liderado por Karina Milei, en un calendario electoral tan extenso y con citas anticipadas en muchas provincias donde la construcción política libertaria es aún incipiente, lo conveniente es elegir cuidadosamente las “batallas”, en función de aquellos territorios en donde se pueda trabajar estratégicamente con candidatos de peso. La idea del consultor y hombre de confianza del primer mandatario es que todas las discusiones y armados locales deberían subordinarse -incluso sacrificarse si fuese necesario- en función de un objetivo superior, que ya no solo es el de unas elecciones de octubre que se leerán inevitablemente en clave plebiscitaria y que serán fundamentales para el anclaje de las expectativas de los mercados sino, más importante aún, el de preservar la imagen y el rol gravitante del presidente Milei. Una definición más bien estratégica, que pone el foco en objetivos y expectativas de escenarios futuros, y que pareciera entender que el proceso de acumulación política del proyecto libertario es -al menos a esta altura- un fenómeno de “arriba hacia abajo”, verticalista y altamente centralizado, y alimentado por una narrativa de impronta rupturista que puede en esta instancia prescindir de la dimensión territorial de la política, habitualmente asociada a la visión de la “casta”, si ello fuese necesario para preservar “la marca”. Por el contrario, los “armadores” parecen más enfocados en preocupaciones eminentemente tácticas, vinculadas a resolver problemas concretos vinculados a la articulación de los armados locales, con la premisa de que es imprescindible acompañar el debut del partido nacional con boletas propias en todos los lugares en los que sea posible y, en muchos casos, a como dé lugar. Un ejemplo de esto es la particular alianza entre LLA y el gobernador Zdero en las elecciones de Chaco. Desde la terminal del consultor se entiende que se trata de acciones tácticas sin una estrategia que ordene, y que al exponer al oficialismo a previsibles derrotas se está perjudicando la imagen del presidente y horadando la propia marca. Estas diferencias parecen por momentos disimularse en la ciudad de Buenos Aires, donde el oficialismo tiene un objetivo ambicioso, una estrategia de contornos más nítidos y un candidato competitivo cuya asociación con Milei es más que evidente. Sin embargo, en la provincia la disputa entre el armador Pareja y las “fuerzas del cielo” (asociados más a Caputo) se torna cada vez más descarnada: denuncias de purgas a referentes de “las fuerzas del cielo” en Junín, críticas a la utilización política de las “cajas” de Pami y Anses, o presencia de ex referentes del kirchnerismo en armados locales, son solo un ejemplo del “fuego amigo” que se multiplica por estas horas. El propio Caputo lo vivió en carne propia cuando, tras “provocar” una foto con Macri en la cena de la Fundación Libertad, el propio Pareja retrucó los comentarios del ex mandatario en Mar del Plata, diciendo que “a los de Pro no necesitamos comprarlos, estaban regalados”. Así las cosas, los ruidos son cada vez más audibles y los roces cada vez más visibles, aunque ello no implique aún que no sea posible eventualmente que estrategia y táctica se alineen, y que los “armadores” y “consultores” se integren en un comando común de cara a las elecciones de octubre. Y, en este sentido, es muy probable que lo que suceda el próximo 18 de mayo en suelo porteño sea un factor clave para ello.
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