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  • El domador de zurdos y mandriles

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/05/2025 05:03

    Javier Milei y Karina Milei Una de las maneras de contar una etapa política consiste en enumerar los palabras, las frases, las expresiones, los modismos que esa época aportó al debate público. Las personas con cierta edad y algo de pasión política seguramente sean capaces de determinar a qué período presidencial corresponde adjudicar las siguientes expresiones: “La Ferrari es mía, mía, mía”; “Medios hegemónicos”; “A vos no te va tan mal, gordito”; ”Cómplice de la dictadura"; “Uno a uno”; “Austral”; “Corralito”; “Con la democracia se come”; “Los abrazo sobre mi corazón”; “Nadie muere en las vísperas”; “Vamos por todo”; “¿Quién sos? ¿El general Alais?“; ”Yabrán"; “Grupo Sushi”; “La coordinadora”; “Déficit gemelos”; “La Cámpora”; “Siganme”; “Nestornauta”; “Todo negativo”; “Gradualismo”; “Yegua”; “Vos sos la dictadura”. El presidente Javier Milei ha sido pródigo en la incorporación de nuevas expresiones al debate político desde aquellas recordadas noches del programa Intratables. Pero, una vez que llegó a la Presidencia, algunas de esas se transformaron en sus preferidas: domar, zurdos, mandriles, por ejemplo. Esta semana, frente a un público repleto de financistas que aplaudía todo lo que decía, el Presidente le agradeció a su vocero Manuel Adorni por “tanta domada”. -Los domaste, Manuel. Gracias, gracias por tanta domada. Javier Milei y Manuel Adorni El Presidente se había referido al debate entre candidatos ocurrido unas horas antes. En un momento de esa discusión un candidato del Frente de Izquierda le había preguntado a Adorni por los magros ingresos de los jubilados. El vocero presidencial no contestó la pregunta. Simplemente le dijo que él no pensaba dirigirle la palabra a un “zurdo”. Ese intercambio puede ser interpretado de varias maneras. La más obvia es que Adorni pateó la pelota afuera, no respondió lo que se le preguntaba. Otra es que su respuesta es autoritaria porque impugna una pregunta por la ideología, supuestamente demoníaca, de quien la formula. Otra es que se trata de un típico intercambio en un debate de candidatos, poco más que eso. La del Presidente, en cambio, es que se trató de una “domada”. Es un recurso muy habitual en estos tiempos. Cuando un periodista crítico entrevista a un libertario, las redes oficialistas explotan de algarabía. Qué doma. Doma histórica. Periodista fue domado por economista. Y así hasta el infinito. Muchas veces, esas entrevistas son en verdad el ejercicio amable de un diálogo entre dos personas. O sea que la reacción es un tanto extraña. Pero, claro, es una marca de época. En estos tiempos, el Presidente interpreta cualquier diálogo como una “domada”. O una “domada de zurdos” o una “domada de mandriles”. Analizar estas expresiones tal vez ayude a entender algunos rasgos del grupo de personas que, circunstancialmente, ocupan el poder político de la Argentina. Hay una diferencia, por ejemplo, entre vencer, derrotar y domar. El domingo pasado, por ejemplo, River derrotó a Boca en el Monumental. También Milei podría celebrar que Adorni ganó el debate, si eso pensara, o lamentar que lo perdió. En esos caso se trata de una competencia donde alguien se desempeña mejor que otro. Domar es otra cosa. Se trata de someter al enemigo o, más precisamente, de doblegar su voluntad, producir su rendición. En un triunfo deportivo, puede haber algo de humillación, pero nunca es el objetivo en sí mismo. En cambio, no hay doma sin doblegar la voluntad del otro, sin someterlo. Seguramente debe haber razones profundas por las cuales algunas personas pueden convivir con pares sin demasiados conflictos, y otras, en cambio, se desesperan por humillar, someter, domar. Hay una enorme distinción de calidad humana entre los dos grupos. La expresión “zurdo” en otra marca de época. Durante los cuarenta años de democracia prácticamente no se utilizó en sentido peyorativo, en gran parte, porque integraba el léxico que utilizaba la dictadura para marcar personas que luego eran víctimas de violaciones a los derechos humanos. Hay un momento en que el término recuperó cierta relevancia. En mayo de 2003, Néstor Kirchner acababa de ganar la presidencia y fue invitado, junto a la entonces senadora Cristina Fernández, a almorzar con Mirtha Legrand. -¿Se viene el zurdaje?—le preguntó ella. Kirchner le respondió que la utilización de ese término llevó a la desaparición de mucha gente durante la dictadura. Día después, Mirtha explicó: “Tal vez sea necesario un poco de zurdaje”. Ramiro Marra Muchos años después la palabra se usa habitualmente para referirse a una de las expresiones del “mal”. “Gracias por luchar contra los zurdos”, le dijo Ramiro Marra a Adorni en el debate. “Te agradezco que me reconozcas la lucha contra los zurdos”, le respondió el vocero presidencial. Todo, como si fuera muy normal. El Presidente suele usar la palabrita para descalificar a Dios y María Santísima. Zurdo puede ser tanto Miriam Bregman como un multimillonario que participa del Foro de Davos, pasando por Luis Novaresio, Román Riquelme, Joaquín Morales Solá, el papa Francisco, el New York Times o Alejandro Borensztein. Por momentos, da la impresión que el presidente confunde “zurdo” con “persona que cree en la democracia”. Esa deducción, de todas maneras, requiere más espacio que el de esta nota para ser fundamentada. El tercer término de moda -mandriles- es más difícil de analizar porque incluye un contenido sexual muy delicado y desciende hacia lo escatológico. Como se sabe, el mandril es un tipo de simio muy particular porque tiene la cola roja. Simplemente es su color de piel en esa zona. Solo una imaginación muy peculiar puede concluir que eso se debe a algún tipo de práctica sexual. Cada vez que presume de haber ganado una discusión -algo que ocurre muy a menudo, la haya ganado o no-, Javier Milei se burla de los “mandriles” y les recomienda que se apliquen “adermicina”, una crema cicatrizante, otra de las palabras de la época. La traducción es tan obvia que es mejor evitarla por motivos de buen gusto. Pero si alguien tuviera alguna duda, Milei siempre las despeja: “La tienen adentro, mandriles”, dijo esta semana. Algunas personas disfrutarán de ese estilo. Otras no. A otras les parecerá que estimula conductas muy desintegradoras para la sociedad. Otras pensarán que todo esto no es importante si baja la inflación. Así es la democracia: mucha gente piensa cosas distintas. Pero, a efectos del análisis, corresponde preguntarse si la idea de “domar” a los que piensan distinto, no constituye un programa político problemático. Conducir la Argentina es una tarea muy difícil. Poner en marcha un plan económico consistente es un desafío devastador. Domar a una sociedad, someterla, doblegar su voluntad, ¿no será demasiado aun para alguien que se cree un elegido? ¿No traerá problemas extras a los que ya existen? Santiago Caputo Un ejemplo de esto es lo que sucedió con Santiago Caputo antes del debate de candidatos. Como se sabe un joven reportero gráfico se le acercó a tomarle fotos y Caputo, el hombre más poderoso del Gobierno después de Milei, le tapó la cámara y le fotografío su credencial para identificarlo. Ese gesto generó una reacción inmediata de gran parte de la prensa. El joven fotógrafo estaba haciendo su trabajo libremente: una demostración de que no estaba “domado”. El todopoderoso Caputo no toleró esa irreverencia, y lo amenazó. Eso, más allá de las opiniones, ¿le suma o le resta a un gobierno? La reacción de Caputo se produjo en un contexto de creciente agresividad contra el periodismo. Roberto Navarro, director de El Destape, fue golpeado salvajemente hace diez días y terminó internado. Un fotógrafo aun lucha por su vida en un hospital luego de haber sido herido por la policía durante una marcha. El Presidente dice que está dispuesto a escrachar a los periodistas que, según él, mienten. Varias veces por día se dedica a eso. En ese contexto, intenta instalarla consigna “la gente no odia lo suficiente a los periodistas”. Su principal gladiador en la batalla cultural, Agustín Laje, habla de “periodistas basura”. El Gordo Dan, el streamer preferido de Milei, pide que detengan a un periodista. Mientras, la Argentina se derrumba en los rankings de libertad de prensa del mundo. Todo esto no tiene demasiada relación con lo que tradicionalmente se considera actos de gobierno, o esfuerzos por enderezar la economía. Parece algo más compatible con la idea de “domar zurdos y mandriles”: someterlos, doblegar su voluntad. Pocas veces eso se manifestó de manera tan contundente como esta semana. ¿Tendrá éxito? Si uno mira los antecedentes, seguramente no. El kirchnerismo, a su manera, también lo intentó y generó una fuerza tan potente en contra, que es imposible no incorporar esas desmesuras como causa de muchas de sus derrotas. Un nuevo intento, en ese sentido, ha comenzado. El tiempo dirá si la sociedad ha cambiado tanto que esta vez está dispuesta a avalar que un presidente dedique tanto tiempo y tanta energía a “domar” a quienes piensan distinto. Hay una pregunta que sobrevuela todas estas conductas y que excede, por mucho, a Milei y sus domadores. ¿Qué le habrá ocurrido en la vida a personas que no se contentan con triunfar, ser exitosos, conseguir cosas que otras no logran? ¿Por qué necesitan domar, humillar y someter? La respuesta, claro, corresponde a otras disciplinas, pero no es exagerado especular con que se trata de una revancha, algo malo les pasó en la vida y los volvió sedientos de venganza. Esa sed no se apaga nunca, con lo cual el proceso, al final, es siempre frustrante. Pero causa mucho daño. Cuanto más poder tenga el afectado, será más duro convencerlo de sus límites. Así las cosas, esas palabras –“domar”, “mandriles”, “zurdos”, “adermicina”- quedarán para siempre como marca de esta época. La batalla cultural tiene esas delicias.

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