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  • Francisco, Trump, Putin y Zelenski

    » Diario Cordoba

    Fecha: 04/05/2025 09:01

    Miles de personas, durante el funeral del papa Francisco, en la plaza San Pedro. / EP Están relacionados. Trump cumple en la Casa Blanca cien días caracterizados por un caos generalizado que ha dañado a su propio país en su democracia, su tejido social, su imagen internacional y su misma economía, lo que explica que su grado de aceptación haya caído hasta un modesto 41% con un potencial impacto negativo sobre las elecciones de Mid-Term del año próximo porque los norteamericanos votan con el bolsillo. Si las consecuencias se limitaran a EEUU no sería tan grave, lo malo es que se extienden al mundo entero y a Europa en particular. Al mundo porque el caos arancelario está haciendo caer el comercio y el crecimiento económico globales, mientras la depreciación del dólar encarecerá el pago de la deuda externa de muchos países pobres que con Trump lo van a pasar aún peor. Y a Europa porque su deseo de entenderse con Putin por encima de Ucrania y de nuestra propia seguridad pone a la OTAN en tela de juicio y nos deja indemnes ante una Rusia agresiva y antipática. Vamos a un mundo muy incómodo porque cuando Trump amenaza con apropiarse de Groenlandia, el Canal de Panamá, o Canadá alegando razones de seguridad nacional está utilizando el mismo argumento que Putin aduce para invadir Ucrania o que Xi Jinping utiliza para amenazar a Taiwán. Mal vamos cuando los fuertes no respetan el Derecho Internacional. En un par de días, el 7 de mayo comenzará el cónclave que debe elegir al sucesor de san Pedro. De los 252 cardenales que hay en el mundo, votarán 133 -los menores de 80 años- y de ellos 108 han sido elegidos por el papa Francisco con el que, se supone, debían tener cierta complicidad ideológica. ¿Quiere esto decir que es probable que el sucesor seguirá la línea modernizadora abierta por Francisco tras los papados conservadores de Juan Pablo II y Benedicto XVI? Es imposible saberlo porque esta vez los cardenales vienen de lugares más lejanos que nunca, no se conocen entre sí y no han tenido tiempo de formar grupos y menos aún alianzas, algo que se supone que solo empiezan a hacer en las reuniones de estos días previos al cónclave. Por otra parte la Iglesia no responde a nuestros patrones occidentales de rendir cuentas cada cuatro años porque en el Vaticano no hay legislaturas, allí se piensa en términos de eternidad y además debe hacerlo teniendo en cuenta que las necesidades de los creyentes no son las mismas en Europa, en África, en las Américas, o en Asia. Es una visión global que exige faros largos. Por unos días la muerte del papa Francisco le ha quitado protagonismo a Donald Trump, que para recuperar protagonismo se presentó vestido de azul en su funeral mientras masticaba chicle. Es lo que hay. La homilía pronunciada por el cardenal Pietro Parolin, uno de los teóricamente “papables”, criticó la política de expulsar inmigrantes y de “erigir muros en vez de construir puentes”, como ya dijera en vida el papa ahora fallecido. Eso debió molestar a Trump y más aún el aplauso cerrado con el que la Plaza de San Pedro acogió la entrada de Zelenski. Su ego debió sufrir bastante durante unos minutos. Por eso fue significativo el encuentro que en la basílica de San Pedro reunió a Donald Trump con Volodimir Zelenski robando protagonismo mediático a las espectaculares honras fúnebres que 400.000 personas siguieron en directo en la plaza y en las calles de Roma. Estoy convencido de que esa reunión le hubiera gustado mucho a Francisco, que tanto abominó de las guerras como abogó por la paz y no solo en Ucrania sino también en Gaza (hablaba con su párroco todas las noches) y en las otras “guerras olvidadas” de África, desde Sudán a Mozambique pasando por el Congo y el Sahel. De entrada Putin ha anunciado otra tregua de tres días en torno al 9 de mayo, conmemoración de la victoria sobre el nazismo, aunque sea insuficiente porque lo que hace falta es una tregua indefinida que Moscú por ahora rechaza. A Francisco le hubiera gustado saber que lo último que hizo fue prestar su funeral para facilitar una negociación que ponga fin al sufrimiento de tantos inocentes en Ucrania, ganando así batallas después de muerto como hacia nuestro Cid Campeador. Una forma bonita de terminar una vida dedicada a los más humildes y a mejorar la suerte de los que sufren.

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