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  • La muerte de Jaisal Adón y el crimen de la videocasetera

    Gualeguaychu » El Argentino

    Fecha: 04/05/2025 11:51

    Parece mentira, y hay quienes aún dudan que ese haya sido el verdadero móvil del homicidio que en aquel tiempo espantó a la opinión pública. Habían matado a golpes, “con un elemento romo” y “destrozándole el cráneo”, a un ex policía, a tres cuadras de la catedral San José. Domingo, 4 de Mayo de 2025, 7:21 Por Carlos Riera 1989 fue un año bisagra, que cambió el mundo para siempre. Fue el período en el que cayó el muro de Berlín y se empezó a escuchar sobre la existencia de la World Wide Web, que poco más tarde se conocería simplemente como internet. En nuestro país las cosas no estaban muy bien: fue la época de la hiperinflación de Alfonsín, que lo obligó a entregar seis meses antes su mandato al “caudillo” que venía de La Rioja. No hace falta brindar más detalles sobre a quién nos referimos. Gualeguaychú, por aquel tiempo, era un lugar tranquilo, sin mayores sobresaltos, en donde se mezclaba la ciudad en crecimiento y la idiosincrasia de un pueblo que se resistía a abandonar, o a resignar, ciertas conductas que la hacían propia. Sin dudas, un lugar que en la actualidad ha sabido comulgar estas dos cuestiones: ser ciudad y pueblo a la misma vez. Pero hasta en los lugares más recónditos del planeta, “donde nunca pasa nada”, hay días que quedan guardados en la memoria de sus habitantes, y hasta el día de hoy hay quienes se acuerdan de lo que sucedió con Jaisal Alejandro Adón. Horrendo y espeluznante Esos fueron los términos que se utilizaron en los diarios para titular el viernes 25 de agosto de 1989 sobre el homicidio del Comisario Inspector retirado de la Policía de Entre Ríos que el día antes había sido encontrado sin vida en el interior de su domicilio en calle San José 226, entre San Juan e Ituzaingó. Para ese momento en que los diarios hicieron público lo que había sucedido, la noticia ya corría como reguero de pólvora por la ciudad. Las radios, que no tenían que esperar tanto para dar detalles de lo ocurrido con Adón, seguían el minuto a minuto de una investigación que en un principio se mostraba cerrada y misteriosa. Nada se sabía sobre el móvil del terrible crimen. Jaisal Alejandro Adón tenía 68 años cuando el 23 de agosto de 1989 abrió la puerta del garage de su casa y fue atacado con un elemento romo (sin puntas) y contundente, que le destrozó el cráneo. Su cuerpo quedó tirado al lado del Citröen que se guardaba en el lugar. Adón había sido subjefe de la Jefatura Departamental de Concordia y su hijo, Héctor Alejandro Adón, que era Inspector Mayor en 1989, estaba a cargo de la misma Jefatura en la que su padre había ejercido años antes, por lo cual, lo sucedido en Gualeguaychú golpeaba fuertemente a toda la familia policial. En un principio el móvil del robo había sido descartado por dos cuestiones. Por un lado, la puerta no estaba violentada, por lo cual se estableció que la víctima conocía a su asesino, a quien le abrió sin la sospecha de lo que ocurriría, y por el otro lado lo único que se confirmó que faltaba en la casa era una videocasetera, y que todo lo demás estaba en su lugar y no había nada revuelto. Entonces, la investigación en un primer momento se orientó a alguna otra cuestión, como una venganza o algo por el estilo, pero esa videocasetera que faltaba jugaría un rol clave en el avance de la causa y permitiría llegar a los autores del hecho. O por lo menos al autor, que es hasta lo que hoy está confirmado. Pasto seco Alrededor de las 22 horas del miércoles 23 de agosto ocurrió el ataque, pero se cree que Jaisal Adón agonizó alrededor de una hora. Cuando lo encontraron a la mañana del día siguiente, había logrado arrastrarse unos metros hasta la puerta de acceso de la casa sobre calle San José. Tenía una media colocada “hasta la garganta”. Con el correr de las horas se confirmó que no sólo se habían llevado una videocasetera, sino también una suma de dinero y un par de anillos de oro, que sumaban en total más de un millón de australes (la moneda argentina de aquellos tiempos). Pero ya comenzaba a hablarse de “los asesinos”, porque dada la modalidad del crimen se creía que más de una persona había actuado en el crimen. Para el sábado 26 ya se tenía a tres personas detenidas, pero solo una de ellas fue la que finalmente quedó como imputada. Se trataba de un joven de 20 años, conocido como “pasto seco” en referencia a su pelo. Néstor Arturo Antonio Quintana fue detenido por tener en su poder la videocasetera de Adón. La encontraron en su domicilio de calle Doello Jurado 1168, casi Rocamora. El juez de Instrucción, Celestino Toller, fue quien tuvo a su cargo la investigación y como era común en aquellos años y hasta el 2013, el mismo magistrado que dirigía la causa e imputaba al sospechoso, era quien estaba a cargo de suministrarle las garantías. Un rol algo “esquizofrénico”, como supo calificar años después otro Juez de Instrucción de Gualeguaychú. Quintana se mantuvo siempre en silencio. Nunca abrió la boca. Pese a que había sospechas de que no había actuado solo, este joven de 20 años decidió no declarar. Y así fue como llegó al juicio. Sin responsabilizarse y sin involucrar a terceros. Pero eso cambiaría años después cuando en el debate realizado en Gualeguay dio su versión de los hechos e involucró a dos ex policías. Toller lo imputó de Homicidio agravado en concurso real con robo simple. Se le dictó prisión preventiva y por cuestiones de seguridad fue trasladado a la Unidad Penal Nº 7 "Dr. Casiano Calderón" de Gualeguay hasta el inicio del juicio que comenzó el 27 de abril de 1992. Dos policías involucrados La Cámara de Gualeguay para este juicio estuvo compuesta por Alberto Ramón Lesca, Eclio Alberto Dumón y Carlos Alberto Pabón Ezpeleta. Fueron estos tres jueces los encargados de escuchar la gran cantidad de testimonios que fueron aportados a la causa por el Juez de Gualeguaychú. Entre el lunes 27 y martes 28 de abril de 1992 declararon tres peritos y 14 testigos, pero los magistrados dispusieron un cuarto intermedio hasta el 8 de mayo porque entendieron que era necesaria la presencia de un joven a quien se señaló como el encargado de vender la videocasetera que había sido sustraída de la casa de Adón, pero como esa persona vivía en Buenos Aires o en el sur del país era necesario ubicarla primero y luego trasladarla a Gualeguay para que declare. Igualmente, su presencia no agregó nada importante a lo que ya se tenía. Hasta ese momento, una de las declaraciones más significativas había sido la de Héctor Alejandro Adón, hijo de Jaisal y jefe de Policía de Concordia. Este hombre dijo conocer a Quintana y precisó que el joven conocía los movimientos de la casa; y sabía que su padre vivía solo. Incluso reveló que la víctima le había contado pocos días antes que el imputado había concurrido a la vivienda de calle San José junto a un familiar, con la excusa de que quería ingresar a la Policía. También relató que Quintana tenía el ingreso prohibido a un boliche bailable de la época por una reacción violenta que había tenido y que en una oportunidad había amenazado de muerte a su propia hermana. Pero lo más importante vino después, cuando el juicio se reanudó el 8 de mayo. Ese fue el día en que Quintana decidió hablar por consejo de su abogado, Virgilio Cardozo. Dos años y nueves meses después del hecho aseguró que no había hablado “por temor a represalias por parte de las personas que en definitiva sindica como autores”. Narró que el 23 de agosto de 1989, alrededor de las 20, se encontraba junto a Jaisal Adón en la vereda de la casa y de allí pasaron a una de las salas. Estaban sentados en un sillón, mirando televisión y conversando durante media hora, cuando tocaron el timbre de la casa. Adón atendió por la puerta del garage, e inmediatamente oyó que entraba gente corriendo. En su declaración mencionó que vio a la víctima tirada en el piso del garage y a dos ex policías que conocía y describió con nombre y apellido. Dijo que uno tenía una herramienta en la mano y el otro tenía un arma. Cuando lo vieron se acercaron hasta él, y el que tenía el arma lo tomó del cabello y le dijo: “quédate tranquilo, a vos no te va a pasar nada”. Relató que logró escapar cuando lo llevaban para un apartamento interior que ocupaba a veces el hijo de Adón cuando llegaba a Gualeguaychú. Pudo zafarse del hombre que lo tenía tomado y por una puerta que estaba abierta se escapó. Luego de allí se fue al bar de Campostrini, se tomó una “naranjada” y se fue a su casa. Pero el relato no terminó allí. Para explicar lo sucedido con la videocasetera, contó que tomó el bolso con elementos de fútbol y se fue para la casa de su novia. Se subió a un colectivo y como conocía al colectivero, este le habría ofrecido el aparato para ver películas y lo tomó. “Llevala”, le habría dicho el colectivero, pero Quintana no pudo bajar en la casa de su novia porque había mucho barro y por eso regresó a su casa con la videocasetera en su poder. Un relato demasiado extraño. Dijo que recién al día siguiente se enteró de la muerte de Adón y que no dijo nada por miedo. Al otro día, es decir el viernes 25, se enteró que a la víctima le habían robado la videocasetera y que entonces se acordó del colectivero. Como lo conocía se la llevó para regresársela. Quintana cayó detenido cuando el colectivero lo marcó como la persona que le había querido vender la videocasetera. En su alegato, el fiscal Antonio Cirigliano enumeró uno a uno las inconsistencias en el relato de Quintana y destacó que no sólo fue el hecho de la videocasetera lo que implicó a Quintana en el crimen. En su declaración confirmó que estuvo presente en el crimen, pero otro de los puntos que lo comprometió fue que un martillo de zapatero que tenía en su poder y una campera “vaquero”, tenían sangre compatible con la del occiso; y que pese a que unas zapatillas Adidas y el bolso fueron lavados, también tenían vestigio de sangre. Otra de las pruebas que lo comprometieron tiene que ver con los pelos que fueron hallados en la media que tenía Adón en su boca. Eran coincidente con otros rastros que fueron cotejados a los encontrados en la campera de Quintana. Probado, con grado de certeza Para la Justicia no hubo dudas respecto a la participación de Quintana en el caso. La única pregunta que restaba responder fue si había actuado solo; y esto nunca llegó a esclarecerse con el grado de certeza que se necesita y por ello Quintana fue el único imputado y condenado a 13 años de prisión. Existió una movilización pidiendo la libertad de Quinta, luego de haber sido condenado. Esto fue fundado en base a la sentencia de los camaristas que en su dictamen coincidieron en que Quintana no actuó solo. Esa movilización pidiendo por la libertad del condenado se realizó frente a la Municipalidad, y fueron los funcionarios de aquel momento los que recibieron a los familiares. El concejal Ernesto Mindeguía, el secretario de Obras Públicas, Pablo Baffico, y el secretario de Gobierno, Ricardo Irigoyen escucharon los reclamos y denuncias que tenían como objetivo que se investigue a los dos ex policías que habían sido nombrados por Quintana en el juicio. Se la llamó la marcha del silencio, en clara resonancia con lo que ocurría en otros puntos del país, principalmente con lo sucedido con María Soledad Morales en Catamarca, que fue asesinada en septiembre de 1990. “Un hecho casi inédito, ya que en Gualeguaychú no se recuerda otra movilización de estas características”, escribían los diarios de aquella época. La madre de Néstor Quintana denunciaba ante los grabadores de los periodistas: “Queremos que se haga justicia. Mi hijo que está detenido no fue culpable de lo ocurrido, simplemente fue testigo del hecho. Y a las personas que Néstor nombró en el juicio, queremos que se las detenga y se las investigue, porque no es justo que vivamos con esta gente”. Nada pasó con esto y hubo un cruce judicial entre los ex policías nombrados en el juicio y en los medios con la madre del condenad que no tuvo ningún empacho en pronunciare nombre y apellido ante los periodistas en la movilización. Pero lo cierto es que nada sucedió judicialmente con estos dos hombres. Lo único que la historia retrata fue la condena de Quintana. Tras permanecer un corto periodo de tiempo en la cárcel de Gualeguay, tras la condena fue trasladado a la Unidad Penal 2 de Gualeguaychú a cumplir con los 13 años. Se supo que mantuvo un buen comportamiento y con los dos tercios de la condena cumplida comenzó con sus salidas transitorias hasta que finalmente recuperó la libertad. El llamado caso Adón fue uno de los sucesos policiales más recordados en Gualeguaychú.

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