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» Diario Cordoba
Fecha: 04/05/2025 09:09
Probablemente, el mayor desafío y el riesgo más evidente que tienen nuestras democracias en la actualidad es la desinformación en todas sus variantes. Desde las mentiras difundidas por todos los medios posibles, hasta las medias verdades, pasando por la información sesgada o deformada que ha encontrado en las nuevas tecnologías el cauce perfecto para su implementación y difusión masiva. Fotografías alteradas, videos manipulados, voces transformadas, titulares engañosos; todo vale para construir una realidad alternativa en función de intereses políticos, económicos y sociales de todo tipo. La crisis de los medios de comunicación tradicionales derivada de los retos planteados, sobre todo, entre las nuevas generaciones, por la universalización de la información a través de las redes sociales, ha llevado no solo a alterar la realidad del presente, sino a intentar también la reescritura de la historia en beneficio de unos determinados ideales. Además, tampoco parte de la sociedad confía ya en los profesionales no solo de la información, sino de la investigación, la educación o la tecnología en todas sus ramas. Ello ha llevado a que hoy día cualquiera pueda pontificar sobre historia, energía nuclear, órbitas planetarias, química, física o medicina, por citar algunos ejemplos. Cualquier indocumentado toma un micrófono y una cámara y llena el espacio de las redes con sus elucubraciones sin fundamento ni consistencia alguna. Y lo grave es que, además, muchos los creen simplemente porque los ven en el espacio virtual y porque esos discursos vienen a consolar o confirmar sus debilidades, sus frustraciones, sus miedos e inseguridades y, sobre todo, aquello en lo que quieren creer. Así es, no lo que es, sino lo que quiero que sea o lo que quiero creer que sea. El Brexit fue el primer gran experimento de alteración de un resultado electoral mediante la difusión de noticias falsas que contribuyeron a formar una opción electoral a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Ya casi nadie se acuerda, pero hay eslóganes convenientemente difundidos mediante sectorización de sus receptores que afirmaban, por ejemplo, que de seguir dentro de la Unión, llegarían a las islas británicas unos ochenta millones de inmigrantes turcos. Semejante barbaridad, habida cuenta de que la población de Turquía ronda los ochenta y ocho millones de habitantes, tuvo cabida entre los votantes más desesperados que pensaban que Europa les robaba semanalmente 400 millones de libras que salían de los fondos de la Seguridad Social directamente a las arcas de Bruselas. En fin, supongo que la historia la conocen y convendrán conmigo que aquellas mentiras sirvieron para alimentar el voto en favor del Brexit. Uno de los artífices de aquellas mentiras, Nigel Farage, es hoy el líder de la ultraderecha igual que entonces y, a pesar de haberse demostrado la falsedad de sus argumentos y a pesar de que hoy muchos estén arrepentidos de haber abandonado la UE, ha cosechado en esta semana un nuevo éxito electoral en las elecciones municipales de aquel país. De la campaña de mentiras de Donald Trump en 2016 y en 2022 no hace falta que les insista; ya es sabida de sobra. Con estos mimbres, comprenderán que el problema y la crisis que amenaza con romper a las democracias desde dentro con la utilización de la desinformación no es una cuestión fácil de abordar. Una vez más, es un problema tremendamente complejo que no puede resolverse con respuestas simples. La cuestión va mucho más allá de, por ejemplo, censurar la información falsa o cerrar canales descaradamente alteradores de la realidad. La crisis de los sistemas de representación en las democracias liberales ha propiciado que sean consideradas como regímenes gobernados por élites ajenas a una parte de la sociedad, que se han visto desfavorecidas por el incremento de las desigualdades y la minoración de las clases medias. No es nada nuevo. Esto ya aconteció en el siglo pasado con los nefastos resultados acaecidos en los años treinta y cuarenta de aquella centuria. Y también como entonces, la mentira encontró hueco entre los votantes para elegir opciones autoritarias que ofrecían soluciones mágicas y consuelo a quienes se sentían olvidados por los gobernantes. La historia nos dejó escrito que el remedio fue infinitamente peor que la enfermedad, pero se ve que los seres humanos respondemos a parámetros que, convenientemente nutridos, producen idénticos resultados. Hoy, por ejemplo, hay realidades políticas nuevas de carácter transnacional, como es la propia Unión Europea; mucha de la desinformación que se produce y que acrecienta el voto de la ultraderecha va dirigida a debilitarla. Ahora ya hemos aprendido, pues así lo ha confesado Trump, que la existencia de la UE es contraria a los intereses de unos Estados Unidos ultranacionalistas, y los partidos «patriotas» de distintos países europeos le hacen el juego acusando a la UE con información falsa de algunos de los males que dicen aquejan a la ciudadanía. Es evidente el interés espurio, pero es tal el grado de escasa formación que tiene buena parte de la ciudadanía, que es muy complicado explicarles que realmente la política anti-UE es una política antipatriótica. En todo caso, vamos a intentar trabajar a favor de esa formación, y a partir de mañana hemos convocado en Córdoba a profesores y periodistas de diversa procedencia para que nos ayuden a reflexionar sobre los retos que tiene la democracia en nuestros días frente a la desinformación que alimenta un voto precisamente contrario a ella. No vamos a rendirnos en nuestra labor intelectual; por ello, el X Congreso Córdoba, ciudad de encuentro y diálogo, que este año lleva precisamente el título Democracia y desinformación, pretende hacer frente a este fenómeno con argumentos, con datos, con evidencias, para mantener que el dato mata al relato y que seamos capaces de distinguir opinión de información y realidad de falsedad. La democracia necesita una ciudadanía capaz de construir por sí misma su pensamiento basándose en información lo más veraz posible. La democracia es el régimen de la ilustración, la educación, el pensamiento crítico. Nos jugamos en las aulas, desde primaria hasta la Universidad, el futuro de nuestras sociedades, que jamás conocieron más esplendor que el que proporcionaron las democracias tal y como las hemos conocido. Reivindicar ahora la vuelta del autoritarismo, las patrias vacías de contenido, la uniformidad de pensamiento, es votar por la vuelta a la oscuridad y la muerte que está escrita en la Historia como recordatorio de nuestra propia fragilidad. *Catedrático en la Universidad de Córdoba Suscríbete para seguir leyendo
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