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  • Espíritus en Las Mil Viviendas

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 04/05/2025 02:45

    n La ciudad vio con asombro emerger a los lejos hacia el sur, pasando el antiguo Aero Club Corrientes, bastante más allá, el portento de las mil viviendas, toda una promesa para una ciudad que necesitaba urgente habitaciones. Largo es el trecho para llegar a ellas, pero una vivienda con facilidades del Estado es algo que siempre es necesario. La Avenida de la Paz no tenía en ese entonces nada de paz, el recorrido se hace interminable, los postergados de los planes sociales miraban con ojos cansados de miseria e injusticia, cómo ante sus pobres ranchos alejados del confort mínimo, eran objeto de curiosidad de los forasteros que marchaban cual conquistadores a la nueva ciudadela, detrás había solo campo y más campo. Los buses de línea traían al centro a los alejados ciudadanos, comenzaba en nuevo asiento habitacional, una nueva zona, pequeños negocios, distribuidores, caminos de tierra, alguno que otro árbol, los primeros conflictos de conventillo moderno, ruidos molestos, seres extraños entre sí, para enumerar ejemplos. De pronto comenzó a correr de monoblock en monoblock que en la parada de los colectivos, buses o como se llamen habían aparecidos, poras, duendes poco amigables. Ese disparador motivó que las personas que trabajaban en el centro, denominado así al histórico dentro de las cuatro avenidas, se pusieran de acuerdo para salir temprano, cuando el sol ni asomaba, a esperar el colectivo, entre varios podrían enfrentar a los espectros, o eso pensaban. La situación se agravaba los días de lluvia, no había refugios, por lo que aparecían los paraguas de todo color y calidad. Lo que sí observaban era siempre la presencia extraña de dos hombres, vestidos extrañamente, uno con uniforme militar de tiempos cué (viejos) y el otro de levita (jaqué) que hablaban animadamente, pero sin voz que se oyera al menos en este mundo, lo más aterrador como he dicho, eran los días de lluvia porque los dos personajes no tenían cubierta alguna, pero el agua no les mojaba, las gotas se desviaban groseramente. Podrán imaginarse los lectores el julepe general de los presentes, lo mismo ocurría cuando en las siestas, digamos quince horas, el mismo dúo estaba con la misma vestimenta sin una gota de transpiración. Uno de los pasajeros más letrado hizo una denuncia contra los desconocidos, ante la mirada burlona de los policiales pensando que estaba loco. Formalizado el acto precisamente un día de lluvia un grupo de policías, cinco, en un patrullero procedieron en consecuencia, se presentaron a las seis de la mañana en la parada de colectivos, llegaron los habituales pasajeros, los dos disfrazados como fueron bautizados por el común estaban en plena charla silenciosa, ante el grito y aprestos de la autoridad de pronto los “disfrazados” mostraron sus caras esqueléticas lanzando rayos rojos variados, gesticulando de manera altanera, al pretender asirlos las manos cruzaban la nada, el espacio vacío. El toque de retirada fue automático, el auto salió echando humo, los pasajeros quedaron mudos de espanto, ante la mirada aterradora de los espectros que parecían decirles cosas que no entendían, estaban enojados. El chofer del colectivo que observó la escena temblaba en su asiento sin atinar a nada. Al llegar a la comisaría los agentes fueron objetos de burla, sólo el comisario los escuchó con atención, uno puede equivocarse, pero cinco es mucho, más los pasajeros que posteriormente fueron citados, no, esto superaba la realidad. -Cabo Ramírez vaya hasta lo de doña Emeteria y tráigala a la comisaría que quiero hablar con ella-, expresó el jefe, luego añadió -agente Gómez busque al cura de la Santa Rosa dígale que venga urgente, espérelo con el móvil-. Prestos los mandaderos partieron a cumplir la orden, volvieron con sus pasajeros, que al encontrarse intercambiaron miradas poco amigables, pero estaban juntos en una operación policial. El sacerdote el domingo a la mañana procedió en presencia del barrio, en el lugar de los hechos a realizar una misa, rara ya porque latín viene y latín va. Lo extraño fue, que el par de espectros desde atrás seguían la misa con atención, hasta se arrodillaron cuando debían, el cura se puso pálido no estaba habituado a contemplar espíritus. En cambio doña Emeteria más ducha en el campo de los muertos, nigromante al fin, consultó entre algunos pobladores que sobrevivieron a la obra en los alrededores, quienes le informaron que en el lugar de la parada de los colectivos, había dos tumbas antiguas como la ciudad, que la gente del lugar colocaba ofrendas en respeto a los muertos, el ingeniero cuando se encontró con la dificultad y en vez de hacerle un monolito o algo por el estilo, con la topadora levantó los sepulcros y fueron a parar vaya a saber dónde. Emeteria esperó sola en la parada de colectivo un día de lluvia, los vecinos observaban abiertamente la escena. Emeteria se sentó con una ramo de flores a las seis de mañana de un lunes, una vela encendida y observó las dos figuras aparecer de la nada, con el cirio hizo señas a las apariciones para hablar, estuvieron largo tiempo conversando, expresaron que estaban enojados por haber sido molestados en sus antiguas sepulturas, que sus huesos o lo que quedaba de ellos fueron a parar a los cimientos de esos horribles edificios. Emeteria les prometió una cruz, un monolito, lo de los huesos era imposible les explicó, debían conformarse con el ofrecimiento, luego de un breve intercambio de ideas los espíritus prometieron no desaparecer, porque no perdonaban, pero si disminuir mucho su presencia por estos lares, siempre y cuando la vecindad les encendiera algunas velas. Firmado el pacto entre la Emeteria y los espíritus, la policía con ayuda de vecinos caritativos, más los agentes procedieron a hacer un monolito en el lugar indicado por el soldado y el caballero. Hasta hoy se ven velas encendidas, el dúo de fantasmas aparece de vez en cuando, sólo porque los cirios disminuyen drásticamente, por ejemplo. Como es de suponer el sacerdote se opuso a ese tipo de acción, era fomentar cultos paganos manifestó ceremoniosamente, el comisario y los vecinos le agradecieron su intervención, lo mandaron a freír mandiocas, -con los muertos no se juega- expresó el funcionario, agregando -además cristianos, me extraña padre su actitud. Doña Emeteria como buena nigromante se da una vuelta por el lugar, le agrega algunas florecillas que adornan el hito, pues allí están sus amigos de los tiempos cué, según sus dichos don Fermín Capitán militar y don Gregorio caballero español.

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