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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 21/04/2025 04:52
Desde Aristóteles hasta la actualidad, la relación entre locura y genialidad generó teorías, mitos y estudios sobre creatividad y padecimiento psíquico (Imagen Ilustrativa Infobae) La asociación entre creatividad y locura ha sido, desde la antigüedad, un lugar común en la cultura occidental. Es que entre los múltiples lugares comunes sobre los comportamientos humanos, se encuentra el de la creatividad y la psicopatología, o más comúnmente presentada como la aparente paradoja de “genialidad y locura”. En el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, instaurado por las Naciones Unidas, cómo los artistas y su personalidad fueron objeto de múltiples romantizaciones que, a fin de cuentas, ocultan padecimientos más profundos. Esto abre una serie de interrogantes y también, inevitablemente, mitos relativos a la relación entre creatividad - genialidad y las diferentes enfermedades o estados mentales. Los casos célebres son innumerables y los encontramos en todas las áreas: la música, las artes plásticas, las letras, la filosofía, las ciencias, por citar solo algunos ejemplos. Aristóteles, a quien se le atribuye la cita: “No hay gran genio sin una dosis de locura”, ya se preguntaba “por qué tantos hombres destacados en filosofía, poesía o política parecían tener un exceso de ‘bilis negra’?”. Hemos mencionado, al tratar los cuadros bipolares y cómo evolucionó su concepción en la historia, la teoría de los humores en la cual la bilis negra se refería a una disposición melancólica. La vida de Van Gogh, marcada por crisis y encierros, reforzó el mito del genio torturado, con obras creadas durante internaciones y episodios psicóticos Courtesy of The Courtauld/Handout via REUTERS Es muy interesante este planteo de Aristóteles que introdujo así una pregunta: ¿la melancolía es un obstáculo para la felicidad o un medio para llegar a ella? Estas aparentes contradicciones han generado una enorme fascinación que ha sido abordada por poetas, médicos, filósofos, psiquiatras, y neurocientíficos. Esa ambivalencia entre lo que representa una dolencia y lo que implica mayores capacidades, como la genialidad, ha llevado a que, en algunos casos, se asocien como causa y efecto, y viceversa. Así, por ejemplo, el consumo de sustancias que alteran la sensopercepción, como los alucinógenos, ha figurado, quizá más en el pasado, en el imaginario colectivo como una forma de “despertar” la genialidad o de instalar que en toda genialidad existe “una dosis de locura”, lo que de alguna manera excusa o banaliza el verdadero malestar. Este enigma, como causa o consecuencia, se refiere en este caso a las adicciones, pero es trasladable a otras condiciones. Es uno de los mitos en salud mental, que evade la pregunta de cuánto de verdad, cuánto de mito romántico y cuánto de sufrimiento no comprendido hay en esa aparente brillantez que oculta el malestar. La figura del artista loco consolidó un imaginario cultural que idealiza el sufrimiento mental y refuerza estereotipos sobre la creación y la enfermedad (Imagen Ilustrativa Infobae) Vincent Van Gogh es probablemente el caso más repetido del arquetipo del genio torturado. Del artista loco. Fue diagnosticado retrospectivamente con infinidad de patologías: trastorno bipolar, epilepsia, incluso esquizofrenia, y su vida estuvo marcada por episodios de violentas crisis y hospitalizaciones. Su famoso episodio de automutilación (cortarse la oreja), fue interpretado como brote psicótico, disociación o epilepsia. El retrato profundamente melancólico de uno de sus psiquiatras, el doctor Gachet, muestra cómo la enfermedad mental y los diferentes tratamientos, formaban parte central de su existencia, como también lo muestra el cuadro “La noche estrellada”, donde pintó lo que veía desde la ventana del asilo en que estaba en Saint-Rémy-de-Provence. En realidad, produjo algunas de sus miles de obras más celebradas en ese ámbito. Muchas de ellas durante crisis profundas. Sin duda, toda su historia es una de las que refuerzan el mito de que el sufrimiento es una condición para el arte. En una de sus cartas dirigidas a su hermano Theo le dice: “Las penas no desaparecen, pero se convierten en energía creativa”. El escritor y hombre de teatro Antonin Artaud, quien reaccionó al suicidio de Van Gogh con un escrito titulado ‘Van Gogh, el suicidado por la sociedad’, denuncia en él a la psiquiatría por los tratamientos a los que el artista era sometido. En esos años, la psiquiatría aún carecía de respuestas farmacológicas y seguía vinculada a un modelo asilar, a menudo punitivo. Creatividad y locura, conceptos entrelazados en la historia de la salud mental y la psiquiatría. (Imagen Ilustrativa Infobae) Artaud fue un genio que manifestó precozmente sus dotes, pero también es una historia vital que se podría parecer a un argumento de ficción con ribetes trágicos. Fue diagnosticado, en su momento y retrospectivamente, con una esquizofrenia paranoide, un trastorno esquizoafectivo, o también un trastorno bipolar. Una etiología probable es que habría padecido una forma tardía de la sífilis, con sus consecuencias neuropsiquiátricas. Sus obras, quizás en particular el “Teatro de la crueldad”, escapan a la lógica convencional, pero abren preguntas sobre la frontera entre delirio y la genialidad. Otro caso es el Friedrich Nietzsche, que fue internado en clínicas psiquiátricas hasta su muerte con diagnósticos similares a Artaud: trastorno esquizoafectivo y psicosis posiblemente sifilítica. Muchos autores se han preguntado en virtud de la profundidad de su obra, a veces poco comprendida, si la lucidez filosófica extrema puede devenir en algo insostenible. Un caso más cercano y que llegó al cine en la película “A Beautiful Mind” (“Una mente brillante”), es el del matemático y Premio Nobel John Nash, fallecido en 2015. Su patología era una esquizofrenia paranoide que lo llevó a padecer frecuentes delirios de grandeza y persecución, que lo condujeron a diversas internaciones psiquiátricas y al aislamiento durante años. Investigaciones recientes indican que la mayoría de los creativos no están clínicamente enfermos, y que la creatividad depende también del entorno (Imagen Ilustrativa Infobae) Es uno de los pocos casos documentados de alguien que logró funcionar profesionalmente tras un diagnóstico severo, sin depender siempre de medicación. En su discurso al recibir el Nobel dijo: “No me he curado, pero he empezado a rechazar conscientemente ciertas ideas irracionales”. Otro ejemplo de esta situación es Fiódor Dostoyevski, que experimentaba epilepsia y ludopatía, entre otros padecimientos. Sin embargo, y al mismo tiempo, la profundidad de sus escritos ha hecho que se lo considere el más grande observador de la mente humana, junto a Shakespeare. También el inventor y polímata Nikola Tesla ha recibido diversos diagnósticos: desde un posible espectro autista, pasando por forma de esquizofrenia o trastorno esquizoafectivo, hasta un trastorno compulsivo. A la vez, sus invenciones aún hoy parecen ser parte del futuro. Él decía que podía ver un proyecto entero en su mente, sin necesidad de proyectarlo. En Argentina tenemos los casos de las escritoras Alejandra Pizarnik, quien padecía presuntamente de trastorno depresivo mayor y un trastorno límite de la personalidad, que la llevaron a internaciones en nuestro país y en Francia; y Alfonsina Storni, quien también habría padecido de una depresión mayor. La teoría antigua de los humores relacionaba la bilis negra con la melancolía, atribuyendo a esta última una influencia en la filosofía y la poesía (Imagen Ilustrativa Infobae) El artista ¿loco? Todos estos casos, y muchos otros, han llevado a un lugar común: el “artista loco” (y en algunos casos trágicos, también denominado “artista maldito”), que se ha convertido en una figura romántica. Sin embargo, este posicionamiento deja en las sombras tanto el sufrimiento real como la diversidad de experiencias creativas. Asimismo, esta narrativa tiene riesgos: idealiza la patología, estigmatiza y trivializa los trastornos mentales reales. Mientras que, en paralelo, además refleja una cierta estética de la transgresión en la que un creador es alguien que cruza los límites, no sólo del arte, sino también de la cordura. Así, a veces, los comportamientos por imitación idealizan el profundo malestar. Pero no todos los artistas mentalmente perturbados fueron genios, ni todos los genios padecieron una enfermedad mental. Desde el punto de vista más estrictamente de las ciencias de los comportamientos, el tema ha llevado a interesantes perspectivas. Kay Redfield Jamison, una psicóloga clínica con trastorno bipolar, publicó diversas obras desde esa doble mirada de profesional y de paciente, planteándose entre otras cuestiones el tema de la relación entre patología mental y creatividad. Lou Andreas-Salomé propuso que el arte no es producto de la enfermedad, sino una vía de expresión que permite a algunos sobrevivir a su padecimiento (Imagen Ilustrativa Infobae) En “Una mente inquieta: Memorias de la locura y la esperanza” (An Unquiet Mind: A Memoir of Moods and Madness), expresa en primera persona sus vivencias y en “La locura lúcida: Manía, depresión y genialidad” (Touched with Fire), muestra cómo muchos creadores desde Lord Byron, Robert Schumann hasta el ya citado Van Gogh (entre otros varios), padecieron trastornos del estado de ánimo. Algunos años antes, la reconocida psiquiatra Nancy Andreasen publicó un estudio sobre la creatividad y la enfermedad mental, en el que investigó casos de escritores particularmente creativos. En él, encontró una prevalencia significativamente mayor de trastornos del ánimo, especialmente bipolaridad, en comparación con la población general. Sin embargo, existen estudios más recientes, como el de Simonton, que se pregunta si la creatividad se correlaciona con la salud mental, pero si la genialidad no tiene la misma relación con la patología, lo que él denomina la “paradoja del Genio Loco”. También destacan los trabajos de Simon Kyaga, especialmente su libro “Creatividad y Salud Mental” (Creativity and Mental Illness: The Mad Genius in Question), en el que se interroga sobre si existe una línea entre genialidad y enfermedad. Los estudios muestran una mayor prevalencia de bipolaridad entre los creativos, pero advierten que los casos graves reducen la productividad (Imagen Ilustrativa Infobae) Las conclusiones de estas investigaciones porponen que, aunque existe una correlación entre ciertos trastornos, como el trastorno bipolar o la esquizotipia, y la creatividad, la mayoría de los creativos no están clínicamente enfermos. Por otro lado, señalan que los casos más graves tienden a bloquear la productividad, en lugar de potenciarla. Desde los estudios de la neurociencia cognitiva se van encontrando como ciertos rasgos intermedios a la enfermedad, como la hipersensibilidad emocional, la imaginación divergente o la capacidad de tolerar ambigüedad; potenciarían la creatividad. Algunas investigaciones apuntan a una actividad diferente en regiones frontales del cerebro y menor inhibición cognitiva (reduced latent inhibition), lo que podría favorecer conexiones inusuales, una característica compartida entre la creatividad y ciertos perfiles psicopatológicos leves. La idea del genio loco es tentadora, pero simplificadora. El mito del artista que se inmola debe ser reemplazado por una visión más integradora. Lo que la experiencia histórica muestra es que el sufrimiento psíquico no es fuente directa de la creatividad, pero puede ser materia prima si se transforma. Las condiciones culturales, el entorno social y la práctica disciplinada son factores centrales en la creatividad, más allá del estado mental del autor (Imagen Ilustrativa Infobae) No se habla lo suficiente de la disciplina, la práctica constante y el entorno cultural como factores decisivos de la creatividad más allá de la patología y habitualmente tampoco se considera que muchos artistas dejaron de crear cuando la enfermedad se volvió incapacitante, como son los casos del genial bailarín y coreógrafo Nijinsky o el músico Robert Schumann. Los creadores no son profetas enfermos, sino seres humanos sensibles, muchas veces vulnerables, que encuentran en el arte una manera de dar forma al caos, y a veces de esta manera soportar su carga y sobrevivirlo. Como planteara la escritora y psicoanalista rusa Lou Andreas-Salomé: “El arte no es el resultado de la enfermedad, sino una forma de salvarse de ella”. * El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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