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» El litoral Corrientes
Fecha: 20/04/2025 13:39
Pasó una semana de la Argentina sin cepo minorista y las nuevas condiciones económicas parecieran haber encajado como una pieza más del nuevo Tetris social que, con la velocidad de un Concorde, construye el presidente Javier Milei bajo instrucciones del Fondo Monetario, sus amigos de Washington y las corporaciones que se frotan las manos ante la posibilidad de echar mano sobre los recursos naturales de un país que no es precisamente Bangladesh. ¿Por qué importa tanto la Argentina desde el punto de vista geopolítico? Sin que esto implique ostentar cierto infundado síndrome de superioridad propio del nacionalismo ciego, lo que alguna vez fue el puerto de salida de las riquezas esquilmadas (conforme denunciara con destreza literaria Eduardo Galeano en “Las Venas Abiertas de América Latina”) continúa siendo un “oscuro” objeto del deseo para los capitales internacionales. La metáfora apela a la palabra “oscuro” entre comillas porque la Argentina es como la protagonista central de la famosísima película homónima de Luis Buñuel, Conchita, quien por momentos seduce a un admirador obsesionado por consumar actos coitales con ella (personificado por el genial actor Fernando Rey) y por momentos se aleja del rol de femme fatale para adquirir una postura menos impúdica, más acorde con lo que se podría esperar de una dama con intenciones de relaciones regulares, más duraderas, menos promiscuas. La magia del largometraje estrenado en 1977 es que apela a dos actrices muy diferentes para representar a una misma persona. Son dos mujeres unificadas en un mismo rol, cada una con sus caracteres. Y esa extraña alquimia de dos que en realidad son una sintetiza lo que podríamos definir como la bipolaridad jurídicopolítica de la Argentina ante el mundo: a veces proteccionista y socialdemócrata, atada a los dogmas redistributivos del peronismo clásico; y otras veces abierta a los mercados internacionales, desregulada y dispuesta a ser tomada por los inversores externos que no pretenden casarse para toda la vida, sino llevarse “eso” que tanto los desvela. ¿Qué es “eso”, una vez más entrecomillado el término? “Eso” es la idea fija. El objetivo económico de las corporaciones interesadas en los recursos naturales de un país inagotable como la Argentina, cuya sensualidad mineral, hidrocarburífera y alimenticia es comparable con el neurocentro de la obsesión clitoriana que mueve a Mateo (Fernando Rey) en sus interminables intentos por hacer suya a la tan hermosa como contradictoria Conchita. Así como Buñuel apeló a dos actrices bien diferentes para encarnar al mismo personaje (la libidinosa Ángela Molina y la recatada Carole Bouquet) la Argentina va de un extremo a otro en su devenir histórico. Del conservador Saavedra al reformista Moreno, del anglófilo Rivadavia al autoritario Rosas, del federal Urquiza al unitario Mitre, etcétera. Como decíamos al principio. Aquí no está en disputa la escuálida renta de una ex colonia británica situada sobre el golfo de Bengala (donde tanto aman a la Argentina desde que Maradona eliminó a Inglaterra de México 86 con dos goles atemporales, justicieros y maravillosos) sino de un vasto territorio bendecido por una variedad climática y topográfica que redunda en una inconmensurable riqueza innata: litio, petróleo, gas natural, tierras fértiles sobre las que crecen millones de quintales de soja, trigo, sorgo y girasol. Y un dato más que nadie debería perder de vista: incalculables reservas de agua dulce como la que alguna vez, hace unos 10.000 años, bañó la Mesopotamia asiática hasta motivar el primer asentamiento comunitario de los humanos organizados bajo un orden convivencial pacífico: el pueblo sumerio, que cultivó sus propios alimentos en la medialuna fértil situada entre los ríos Éufrates y Tigris. Ahora que pasaron siete días desde que el Gobierno Nacional acrecentó el endeudamiento público al acudir al acreedor de última instancia porque su modelo de sostenimiento cambiario no daba para más, pareciera que los argentinos se han adaptado a un nuevo estándar cultural donde importa poco la suerte de los jubilados desnutridos siempre que el dólar se mantenga estable y pueda ser adquirido para atesoramiento por una pequeña burguesía que se contenta con poder comprar 3, 4 o 5 billetes de la divisa norteamericana al mes. El sistema de flotación entre bandas ofrece resultados interesantes por cuanto tranquiliza a las masas que temían una escalada inflacionaria, pero al mismo tiempo inquieta a los agroexportadores que esperaban una cotización más cercana al techo de 1.400 para liquidar los porotos que vienen guardando desde hace meses en sus campos, con la expectativa de vender al mejor precio posible en una ventana de tiempo que tiene fecha de vencimiento: en julio el minarquista Milei volverá a contradecir los preceptos de su dogma originario para subir las retenciones. ¿Se cortará el brazo el presidente cuando incremente los impuestos a la exportaciones, tal como había perjurado a sus votantes al ser consultado sobre qué daños se autoinfligiría como penitencia en caso de subir gravámenes? Chi lo sa. Algunos gurúes de la economía aseguran que la devaluación que aplicó el ministro Caputo al tomar el crédito del FMI se licuará pronto porque no logrará reunir dólares suficientes para abastecer una demanda creciente de ahorristas, importadores y acreedores externos. Otros pronosticadores de la economía pontifican lo contrario, al argumentar que la sociedad argentina se está acostumbrando a vivir sin ayudas estatales, sin consumir lo mismo que antes en caso de que no le dé el bolsillo, sin apelar a la asistencia paternalista de los gobiernos clientelares. Se oyó decir a un economista del riñón libertario que puede pasar (y que tal hipótesis es plausible) que un pobre deba elegir entre comprar comida o remedios. Y que su suerte -en caso de ser desventurada y cruel- no debería ser atribuida a las políticas motosierrísticas del jefe de Estado, sino a su propia incapacidad para generar el dinero que necesitaba para consumir lo esencial. Pero el principio de solidaridad que movilizó a la especie humana a organizarse en estructuras gregarias de coexistencia (por aquel simple apotegma de que la unión hace la fuerza) motiva a miles de personas a una introspección autocrítica como la exteriorizada por Rubén Rubín, un miembro del Congreso de Paraguay cuyas aseveraciones calaron hondo en las redes y los medios masivos de este lado del río Paraná. ¿Por qué? Simplemente porque el legislador advirtió sobre el peligro de un individualismo paroxístico como el que propone La Libertad Avanza. Y puso como ejemplo de las consecuencias sociales negativas a su propio país, víctima histórica de una herejía asesina de culpas concurrentes llamada “Triple Alianza”. Rubín, quien el año próximo lanzará su propio partido político “Hagamos”, plantó bandera sobre la línea de equilibrio que debería zanjar las diferencias entre las obsesiones que han conducido a la Argentina del puritanismo de Bouquet al erotismo de Molina. Su visión de la simbiosis entre lo público y lo privado promete una alentadora reformulación de la matriz conservadora del país hermano. Sobre esas ideas, este diputado se presenta como una rara avis. Una suerte de renovador liberal de centroderecha, defensor de la inversión privada pero, a la vez, custodio de las necesidades esenciales de los sectores más vulnerables. Dijo Rubín, en un reciente discurso parlamentario que logró escala viral en las redes argentinas, que sería muy bueno aplicar la motosierra del presidente Milei en Paraguay, pero con el fin de cortar el despilfarro de la recaudación impositiva. Advirtió que su país muchas veces malgasta el dinero público “en pavadas” mientras descuida aspectos centrales como la salud, la educación y la seguridad. Rubín está a años luz de la demagogia maniabierta de los regímenes populistas. De hecho, representa todo lo contrario, pero su punto de vista traza una línea de aristotélica equidistancia entre las banquinas que frenaron el progreso argentino cuando, desde una perspectiva liberal ortodoxa, advierte a los libertarios argentinos: “No es suficiente con un buen Excel que muestre números en crecimiento como Paraguay. Todo esto que hacemos de ir a elecciones y formar gobierno tiene un sentido que es mejorar la vida de la gente. Nosotros en Paraguay tenemos un buen Excel, con números macroeconómicos positivos, pero debemos traducir eso en bienestar para la ciudadanía. ¿De qué sirve una buena economía si no está al servicio de su gente?”.
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