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  • Los hechiceros de la devaluación

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 20/04/2025 10:23

    Han militado esta visión de un modo persistente. Algunos lo hicieron por convicción, mientras otros solamente apelaron a esto como un mecanismo que responde a sus propios intereses. Pocas veces transparentan sus motivos reales. Se amparan en una suerte de falso altruismo como si se tratara de una causa patriótica. Habrá que reconocer que su dinámica es la histórica en un país que jamás corrige sus vicios de fondo, sino que trastoca normas emparchando todo para disimular sus profundos dramas y postergar crónicamente las consecuencias esperables hacia el infinito para inexorablemente volver a encontrarse con la tragedia varios años después. Algunos sectores que por décadas toleraron todo tipo de atrocidades y hasta apoyaron explícitamente a dictadorzuelos impresentables hoy parecen estar espantados por ciertas declaraciones mediáticas por el solo hecho de no encajar con sus expectativas de corto plazo. La desproporción de actitudes es muy difícil de entender. Se ofenden en la actualidad por circunstancias que no tienen ni punto de comparación con los abusos de autoridad y los reiterados atropellos que se han concretado en el pasado reciente. "Ese es el sendero que hay que recorrer. El de bajar costos, el de ser exigente con los gobernantes para que achiquen el elefante blanco que se ha engendrado durante siglos y que hoy agobia a todos. Eso requiere talento, pero también claridad para saber dónde hay que recortar, que debe dejar de hacer el Estado y soportar las consecuencias de esas difíciles decisiones." El club de los devaluadores tiene una larga trayectoria por estas latitudes. Ese fue el remedio utilizado para salir del paso en cuanta crisis se ha enfrentado. Ha sido el atajo recurrente para esquivar los malos tragos, a sabiendas de que ese no era el camino correcto. Un conjunto de chantas y de desprevenidos vienen protagonizando esta embestida. Los primeros son sicarios que aparecen en medios de comunicación profetizando sobre lo que hay que hacer y asustando a la población con un colapso inminente absolutamente alejado de la verdad. Son lobistas disfrazados de técnicos que en realidad apuntalan a sus eventuales clientes llevando agua para su molino. Aterrorizan a todos argumentando que si no se devalúa la economía nacional entrará en caída libre. Es obvio que lo que anhelan es que el gobierno intervenga artificialmente para “adecuar” valores que sirvan a sus opacos fines. Otros, más genuinos, creen fervientemente en el deber gubernamental de fijar cotizaciones para que todo esté en sintonía fina. No hay allí más que una interpretación distorsionada, un sinfín de conceptos erróneos y una mirada poco ecuánime de lo que está pasando. Algunos defienden sus negocios sin dimensionar el impacto que su sesgo genera en el resto del ecosistema. Omiten, quizás sin intención, lo que su postura significa tal vez porque solo observan su metro cuadrado sin tomar nota de que los equilibrios tienden a ser integrales. Tampoco faltan a la cita los pseudointelectuales y falsos académicos que pretenden hablar desde un atril que se construyeron a sí mismos para darle una entidad superior a sus opiniones. Con una retórica tan retorcida como falaz aspiran a imponer una lógica que no tiene soporte alguno. En medio de ese ida y vuelta, llegaron nuevas flexibilizaciones y tras el debut de las bandas de flotación, a pesar de los pronósticos fallidos de los agoreros del caos, el mercado respondió con su propio esquema poniendo las cosas en su lugar. "Los más sensatos ya comprendieron el mensaje. Para competir habrá que hacer cuentas, abrir la cabeza, buscar variantes, repensar todo, o hasta cambiar de rubro si eso fuera vital. Después de todo, es lo que hace cualquiera cuando un negocio no rinde según lo planificado." El tan mentado “atraso” cambiario parece haber quedado en el camino. Ahora son los actores económicos los que proponen precios, es la oferta y la demanda, los compradores y vendedores y entonces el debate original se esteriliza quedando completamente en abstracto. Ante el desconcierto que eso produce en algunos, ya están recalculando y revisando sus estrategias, ya que las que usaron han caído en saco roto. Quizás deban enfadarse con el mercado y no con el oficialismo. A la luz de los resultados parece que no tienen las cartas suficientes para presionar y conseguir que sus berrinches se cumplan. Los más sensatos ya comprendieron el mensaje. Para competir habrá que hacer cuentas, abrir la cabeza, buscar variantes, repensar todo, o hasta cambiar de rubro si eso fuera vital. Después de todo, es lo que hace cualquiera cuando un negocio no rinde según lo planificado. Para ser empresario hay que estar dispuesto a correr riesgos y ciertas cuestiones que exceden el ámbito de influencia propia son definitivamente parte del paisaje. Algunos lo vieron a tiempo, otros siguen refunfuñando infantilmente como si algo fuera a modificarse por un simple pataleo. "Para ser empresario hay que estar dispuesto a correr riesgos y ciertas cuestiones que exceden el ámbito de influencia propia son definitivamente parte del paisaje. Algunos lo vieron a tiempo, otros siguen refunfuñando infantilmente como si algo fuera a modificarse por un simple pataleo." La tarea gubernamental no consiste en acomodar precios, sino en bajar el peso del Estado, gastar menos pero no como una consigna vacía, sino como una herramienta para reducir impuestos y liberar las energías, esas que hacen que los productos y servicios sean de mejor calidad y puedan comercializarse a un menor valor. "La tarea gubernamental no consiste en acomodar precios, sino en bajar el peso del Estado, gastar menos pero no como una consigna vacía, sino como una herramienta para reducir impuestos y liberar las energías, esas que hacen que los productos y servicios sean de mejor calidad y puedan comercializarse a un menor valor." Ese es el sendero que hay que recorrer. El de bajar costos, el de ser exigente con los gobernantes para que achiquen el elefante blanco que se ha engendrado durante siglos y que hoy agobia a todos. Eso requiere talento, pero también claridad para saber dónde hay que recortar, que debe dejar de hacer el Estado y soportar las consecuencias de esas difíciles decisiones.

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