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» El litoral Corrientes
Fecha: 20/04/2025 04:31
“Lo que más odia el rebaño es aquél que piensa de modo distinto; no es tanto la opinión en sí, sino la osadía de querer pensar por sí mismo, algo que ellos no saber hacer” Arthur Schopenhauer Muchas veces la ficción es un reflejo modesto de la realidad. En este mundo hiperconectado y architecnológico, se ha expandido hasta el infinito la posibilidad de llegar a domicilio a la mente de las personas, con mensajes de todo tipo. Creo que la política lo ha aprovechado. En nuestro país, la mejor estrategia tecnológica fue la de los libertarios, que captaron las mentes de millones de pibes nativos digitales, con mensajes sutiles que los convirtieron en manada, incapaces de pensar por sí mismos. Es la misma metodología empleada en el campo del comercio, dónde nos sorprenden con contenidos casi personalizados, dirigidos a azuzar nuestras preferencias y convertirnos en sujetos compradores de cosas que no necesitamos. Si en el mercado vender más no es vender mejor, en al campo de la política convertir en rebaño a un gran universo de ciudadanos no es tener las mejores ideas. Los sujetos pasivos no obran como consecuencia de su propio análisis sino de un convencimiento instintivo, irracional, que los convierten en inconscientes seguidores de cuánto “pescado podrido” circule por las redes. En una serie de Netflix, que trata de las técnicas de control corporativo, el Dr. Ben Wilson (Charles Dance) le enseña a John Weir (Kiefer Sutherland), como expandirlas a los gobiernos: “-Yo inventé esas técnicas de control: -Capítulo 1: haz que la gente empiece a dudar de los medios de comunicación, para que no sepan diferenciar lo verdadero de lo falso. -Capítulo 2: incita la polarización entre las facciones sociales. Cuando la gente deje de ver a los contrarios como humanos, los derechos humanos dejan de ser un obstáculo. -Capítulo 3: margina a los intelectuales. La gente es más influenciable cuando deja de confiar en los expertos. -Capítulo 4: ahora necesitas pasar al capítulo 4. Instala en el poder a un candidato que parezca venir a restaurar el orden. - ¿Y el Capítulo 5? -No necesitas Capítulo 5. Ya tienes el país en tus manos” “Los argentinos vamos de un extremo a otro, con el odio como fertilizante, fomentado desde el poder. Una sociedad que actúa como rebaño”. La serie televisiva lleva por nombre español “La Madriguera del Conejo” (Rabbit/Hole). La transcripción del diálogo viene a cuento de la inmenso poder de penetración que tienen en las mentes humanas las modernas tecnologías de captación de adeptos. La instrumentación de las mismas vienen desde el poder, poder político y poder económico. No en vano los tecnomultimillonrios, como Elon Musk, se están apoderando de las democracias. Pero, si bien las técnicas modernas son más sigilosas y poderosas, ello no significa que antes no hubiera gobiernos con propósitos dictatoriales que emprendieron la tarea y lo consiguieron de una manera asombrosa. Es la meneada “batalla cultural”, que no significa un combate de ideas entre individuos e instituciones de similar ubicación social, sino del propósito de instalar un pensamiento hegemónico desde la enorme asimetría del manejo del poder. En suma, es eliminar lo que es esencial para la democracia: el pluralismo, dónde pensar diferente no sea “delito”, ni tampoco dé lugar a la persecución ni a la cancelación. No se trata, como se puede advertir, de privilegiar una determinada ideología, sino de poner en un plano de equilibrio la discusión pública democrática. “La cuestión no es privilegiar una ideología por sobre la otra, sino de aceptar la pluralidad que supone un sistema democrático” Debo decir, entonces, que el libertarismo es hermano del “wokismo”, dos caras de una misma moneda, pero contrarias. Ambas generaron y generan desde el poder, la cultura del pensamiento único y de la cancelación de lo distinto. El término “woke” se ha puesto de moda en la discusión pública. Javier Milei, en su discurso en Davos, empoderó al “wokismo” como el gran enemigo al que había que borrar de la faz de la tierra. Tiene sus raíces en la comunidad afroamericana de los Estados Unidos, y significa estar alerta ante la injusticia racial. En Argentina, Milei lo asoció con la izquierda y la promoción de la ideología de género, el colectivismo y el igualitarismo, y lo identificó como el enemigo al que hay que destruir. Políticamente hablando, es el kirchnerismo en su expresión más rancia. Tanto uno como el otro, en su momento histórico, constituyen ejemplos de “batalla cultural” devenida en “yihad ideológica”, que pueden derivar en consecuencias nefastas de distinta intensidad. Por ello traemos a cuento aquello que sucedió en la década del treinta del siglo pasado en la Alemania que recién salía de la República de Weimar para instalar a Hitler en la Cancillería. En 1933, se inicia propiamente la “batalla cultural”, con Goebbels y adláteres a la cabeza, que termina por imponer el discurso de la pureza racial y la eliminación de la cultura judía, y culmina con el holocausto. El método empleado por los nazis fue ampliamente exitoso, tanto que la mayoría del pueblo, ensoberbecida con el mensaje de odio, contribuye a la represión más terrible que se conoce en la historia de la humanidad. ¿Que la comparación es exagerada? Sí, puede ser. Pero estos procesos de sembrar semillas de odio en el campo fértil de una sociedad permeable, se sabe cómo comienzan, pero no como terminan. “La asimetría que crea el poder cuando trata de imponer una ideología, es la semilla del odio que fructifica cuando encuentra campo en una sociedad acrítica” Pero, ¿por qué criticar al gobierno libertario y a su líder, cuando algo parecido sucedió en épocas del kirchnerismo? Lo he hecho también, y de manera persistente. Pero, hacerlo hoy se debe simplemente al libertarismo en el poder, lugar desde dónde se utiliza la fuerza del estado para imponer visiones incompatibles con la pluralidad democrática. Y lo que hago con mis columnas, pretende también abonar el debate cultural, pero desde el campo de las ideas y sin intenciones de hegemonizar el mensaje. El pluralismo y la tolerancia son los ejes centrales de mis propósitos. ¿Por qué no confiar en las mayorías sociales? Precisamente por todo lo que decimos antes. Pretendo destacar la luna y no el dedo. Si se señala la luna para mostrársela a un perro, el perro no mira la luna, mira el dedo que la señala. Con este ejemplo, Viktor Frankl (el médico y pensador austríaco que fundó la logoterapia a partir de sus vivencias en el campo de concentración), ilustra la idea de trascendencia. Mirar la luna, decía, es una facultad humana que equivale a trascender, a comprender la totalidad de una circunstancia y a encontrar un sentido en ella. Se refería a un sentido existencial. Que esa sea una facultad humana no significa que todas las personas la ejerzan. Abundan quienes solo miran el dedo, es decir, lo cercano, lo elemental, lo que no requiere mayor capacidad de razonamiento y simbolización. Creo, sinceramente, que como sociedad estamos, cual el perro, más propensos a concentrarnos en el dedo que en la luna.
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