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  • El publicista de Rosas

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 16/03/2025 04:36

    Pedro de Angelis, El Publicista de Rosas - Este señor nacido en el Reino de Nápoles, el 29 de junio de 1784, arribó al Río de la Plata en el año 1826. Que paradójico. Atrajo la atención de Bernardino Rivadavia, quien estaba en París como embajador del Río de la Plata, y terminó siendo el escriba intelectual de Rosas. Sin mecenas, ni aliados políticos, De Angelis viajó a París en 1824, con 40 años. Era un hombre de reputación y se codeaba con las personalidades e intelectuales de la época. Bernardino que era un manojo de intelectualidad y un fanático y admirador de los hombres cultos del mundo, como a otros tantos ingenieros, médicos, educadores, etc. lo invitó a este italiano a que viaje al Río de la Plata, ya que él suponía de acuerdo al desarrollo político de los acontecimientos, que se convertiría en un año a más tardar en el Primer Presidente Argentino con una Constitución Nacional alumbrando su sanción. Bernardino, a quien Rosas odió toda su vida, porque era el contraste intelectual de su torpeza, pretendía crear en Buenos Aires un foco de cultura y progreso. Cuando Rivadavia regresó al país, en octubre de 1825, el Congreso General por el auspiciado ya estaba en sus primeras sesiones. Y luego, cuando asumió la presidencia, concretó lo del futuro publicista del tirano. Así, con un contrato asegurado para crear y dirigir dos periódicos, Pedro De Angelis se embarcó para Buenos Aires en el año 1827, con sueldo asegurado y un futuro impensado y no calculado. Rivadavia cumplió con su promesa hecha en París, lo recibió a Pedro de Ángelis y lo designó al frente de la Imprenta del Estado, asociado con un ilustrado español, José Joaquín Mora. Una vez obtenida la ciudadanía en el nuevo país, inició la publicación de dos periódicos: la Crónica Política y Literaria de Buenos Aires, órgano de marcado tinte oficialista y buena calidad editorial; y El Conciliador, que solo tendría un número en la calle. A finales de 1827, la caída de Rivadavia significó la conclusión de las dos publicaciones y una nueva orfandad de aliados y mecenas para De Angelis. El turno del gobierno era para Manuel Dorrego, a quien De Angelis había criticado con vehemencia desde la Crónica, y sus caminos profesionales se hallaban, al menos, clausurados. Se dedicó a dictar clases para sobrevivir y fundó un ateneo, que tuvo numerosos alumnos. Previamente, y aun cuando sus relaciones políticas se deterioraban cada vez más debido al ascenso de Juan Manuel de Rosas al poder, -quien no tenía simpatía alguna por el historiador italiano- ya que De Angelis había hecho otro ensayo periodístico: El Lucero, que aparece en septiembre de 1829, y que fue el primer diario porteño que incluyó partes meteorológicos, movimientos de naves en el puerto, cambios de moneda y entradas diarias de ganado en la ciudad. Realizaba también críticas literarias y, en una ocasión, realizó una elogiosa crítica a la obra de un desconocido poeta: Esteban Echeverría. En sus páginas se publicaron también crónicas de la campaña de Rosas en el desierto, a medida que la figura del futuro gobernador adquiría mayor peso. Mientras tanto, De Angelis se ocupó de organizar un archivo de manuscritos y otros documentos relativos a los primeros años de la nación argentina, que se convertiría en el más importante de su época. Este interés se extendió a la geografía, la etnografía y las lenguas indígenas. De esta manera, reunió un conocimiento único del pasado rioplatense y un archivo de incontable valor, casi tan importante como el que tenía el joven Archivo General de la Nación, que luego dirigiría. En el año 1830, De Angelis publicó varias biografías, iniciando el desarrollo de este género en el país, para el caso: Ensayo histórico sobre la vida del Exmo. D. Juan Manuel de Rosas, que reeditaría en 1842, Noticias biográficas del Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la Provincia de Santa Fe, Brigadier D. Estanislao López, Biografía del Sr. Arenales y del eminente científico Amado Bonpland. Las dos primeras obras le valdrían a De Angelis un profundo desprecio, no sólo de muchos de sus contemporáneos (en particular de todos los exiliados en Montevideo durante la administración de Rosas), sino también de muchos de los historiadores posteriores: aún hoy la figura de De Angelis genera un fuerte rechazo y nunca ha tenido el reconocimiento que su labor pionera ha merecido. Esteban Echeverría y Paul Groussac fueron, cada uno en su momento, sus más enconados detractores. El propio Rosas lo contrataría para difundir los proyectos intelectuales de su gobierno, en propuestas como el Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo, que se editaría en tres idiomas y tendría una vasta circulación en Europa. Esta circunstancia le valió un odio sin límite de varios exiliados, con los que polemizó en duros términos desde las páginas de esa publicación. En 1836, De Angelis comenzó su obra cumbre: la Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata, una compilación de documentos de primera mano y óptima calidad que testimoniaban la epopeya civilizadora española y los primeros tiempos de la nación argentina. La obra alcanzó los seis tomos completos, realizados todos por la labor artesanal de De Angelis, pero se vio frustrada por la ausencia de materiales de edición. Después de la batalla de Caseros, y caído Rosas, no hubo lugar en el país para el historiador, que tuvo que marchar a Río de Janeiro, donde fue recibido con los mayores honores. El 18 de abril de 1856, el gobierno de la Confederación Argentina lo acepta a Pedro De Angelis como Cónsul General del Reino de las dos Sicilias. Sin embargo, De Angelis no pretendía quedarse en Brasil, sino regresar a Buenos Aires, algo que logró luego de un breve paso por Montevideo en 1855. Durante su vejez, y siendo todavía rechazado por la mayoría de la intelectualidad nacional, fue nombrado miembro del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata, a pedido de su creador Bartolomé Mitre. Mitre con su gesto, le demuestra al desterrado dictador, que los amantes de la libertad no tienen rencores guardados contra nadie, pese al daño que este malvado periodista De Angelis causó en su momento con su oficio pagado y ordenado por el déspota. Otra farsa de rosas - (Farsa: Enredo con que se pretende aparentar o engañar): Rosas era un especialista y su “publicista” Pedro de Angelis, siciliano talentoso y experto en estas cosas, con una imaginación superlativa le creó este teatro al tirano. En su infancia y adolescencia, Pedro de Angelis vivió buena parte de los acontecimientos importantes de su tiempo. Presenció la huida de los borbones napolitanos y la desaparición del Reino de Nápoles, su tierra natal, frente al avance arrollador de Napoleón. De Angelis se enroló en el ejército napoleónico de Nápoles, y llegó a ser capitán de artillería. Sin embargo, no estaba hecho para este tipo de armas: su educación en historia y filosofía, y su asombroso manejo de varios idiomas, lo guiaban por otros caminos. Así, pronto pudo ocupar una cátedra en el Colegio Militar y fue maestro particular de los dos hijos del rey. De ahí que para inventarle el combate de la Vuelta de Obligado, combate “trucho” y patriotero, al dictador le vino como anillo al dedo para victimizarse ante el mundo y los ignorantes de argentina. Sin duda fue una farsa o una tramoya, o bien una mentira, o ficción, fingimiento, hipocresía, engaño, falsedad, fraude, embuste o bien, la que mejor le queda al psicópata: pantomima. Y por qué lo afirmo. Además de explicaciones sobradas que han dado sobre este hecho, excelsos historiadores de ayer y de hoy, si hubiera sido en serio la operación militar que comandó su cuñado el veterano general Lucio N. Mansilla (53 años); ¿por qué no puso los 20.000 hombres que integraban sus ejércitos, al igual que lo que ordenó hacer en Pago Largo con 7.000; en Caá Guazú con 6.500, o en Arroyo Grande con 8.000. Porque fue una enorme mentira. Una bravuconada para engañar a los argentinos desprevenidos y a los extranjeros.

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