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» Misionesparatodos
Fecha: 16/03/2025 08:02
Ante la reacción de la sociedad civil, el gobierno da por cancelado el ciclo inaugurado en 1983 “El anarcocapitalismo es una corriente del pensamiento libertario que aboga por la eliminación del Estado en favor de un sistema de libre mercado sin regulaciones. Los anarcocapitalistas sostienen que todas las funciones que tradicionalmente ha desempeñado el Estado, como la seguridad, la justicia y la infraestructura, pueden ser gestionadas por individuos y empresas privadas en un mercado completamente libre. La competencia y el interés propio, según ellos, son suficientes para asegurar la provisión de bienes y servicios de manera eficiente y justa. En este esquema, la propiedad privada y el contrato voluntario son los pilares fundamentales. La ausencia de un gobierno coercitivo o punitivo permitiría a los individuos actuar en completa libertad, siempre que respeten los derechos de propiedad de los demás. Sin embargo, este modelo ha sido criticado por su potencial para exacerbar las desigualdades, ya que no contempla mecanismos para corregir las disparidades económicas y de poder que podrían surgir”. Juan Carlos Romero López Periodista, docente y escritor “Anarcocapitalismo, tecnofeudalismo y transhumanismo, una nueva triple alianza”. Lo que alguna vez llamamos democracia hoy se cae a pedazos Ya que el sentido común imperante aún parece continuar construyéndose desde la capital – puerto, desconociendo hechos tan auspiciosos como el impresionante “Contra Carrusel” llevado a cabo en plena vendimia por más de diez mil personas que marcharon por las calles mendocinas (jóvenes, candombe, sikuris, cultura popular local encabezada por las Asambleas en Defensa del Agua, exigiendo la libertad de los encarcelados y perseguidos de Uspallata), asumamos que mal ha de andar un país donde, ante la deserción de la política en la defensa del bien común – con la única y honrosa excepción, hasta ahora, de lxs referentes del Frente de Izquierda y los Trabajadorxs -, han sido las hinchadas futbolísticas la masa crítica que, motorizada por una mística fogueada en la defensa de una camiseta, ha hecho punta en acompañar a uno de los sectores sociales más desprotegidos y esquilmados, semanalmente gaseado y garroteado frente a un Congreso Nacional enfrascado en transas de cenáculo, que ya no escucha ni ve el sufrimiento de las mayorías. En las últimas horas, al avance de la interpelación parlamentaria por el Affaire BitCoima se ha sumado una nueva señal de alarma para el Gobierno: Algunos sectores del movimiento obrero organizado comienzan a saltar las tranqueras impuestas por una Confederación General del Trabajo que no ha estado a la altura de las circunstancias. Así ha ocurrido, por ejemplo, con las dos confederaciones sindicales del transporte (CATT y UGATT), que decidieron movilizarse juntas en apoyo a lxs jubiladxs. Sea por sensibilidad social, vergüenza u oportunismo, el hecho es digno de celebración: Nunca se sabe por dónde ha de saltar la liebre. No hace tanto tiempo, en Chile, un molinetazo de lxs estudiantes inauguró una nueva etapa. Además, a la sentida causa del sector pasivo se sumó el rechazo a un nuevo acuerdo con el FMI, aún no aprobado por la entidad financiera global, pero bajo amenaza de ser habilitado mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) para sortear el trámite parlamentario al que debería someterse. La Ministra de Seguridad que carga sobre sus espaldas con varios muertos queridos echó mano a sus conocidas bravatas, amenazando a lo que calificó como “barras bravas” – aunque durante la previa a la movilización quedó de manifiesto que los convocantes no eran esos – con Restricción de Concurrencia Administrativa a todo evento deportivo. Y la previsible respuesta de las hinchadas fue lo más parecido a “¡mirá cómo tiemblo!”. De modo tal que, a pesar de semejante campaña intimidatoria, el noble pueblo argentino respondió poniendo el cuerpo. Porque para jaquear a este gobierno no basta con escrachar al presidente en la red X machacando con “Che Milei”. La desmedida reacción oficial de la que hemos sido testigos, propia de un gobierno sin estirpe de centuriones (las “huestes” libertarianas, bien lejos de los camisas negras de Mussolini, solo pegan en Tik Tok), no se ha hecho esperar, apelando a todas las fuerzas de seguridad de las que dispone un Estado en franca demolición. Las imágenes que recogieron algunos medios y otras tantas – menos filtradas – que circulan en las redes sociales dan cuenta de un despliegue represivo que solo puede responder a un gobierno indefendible que ha entrado en pánico: La hinchada de Atlanta sorprendiendo a la Policía Federal por calle Rivadavia; un RoboCop de Patricia Bullrich partiéndole la cabeza a una anciana y ocultándose detrás del cordón policial, el Dr. Jorge Rachid asistiendo a la mujer herida; la periodista Débora Plagger describiendo a la concurrencia como “delincuentes con camisetas” desde la pantalla de La Nación +; Nicolás Munafó convertido en corresponsal de guerra para C5N; y los muchachos del tablón, que no son bebés de pecho, respondiendo a los gases con lo que encontraron a mano, porque muchos son hijos y nietos de jubilados. El saldo de la jornada dejó alrededor de 130 detenidos (en su mayoría liberados por orden de una jueza que el Ministro de Justicia, desconociendo la división de poderes, viene desautorizando) y cerca de 30 civiles heridos, de los cuales al menos 4 fueron internados, permaneciendo con pronóstico reservado el joven camarógrafo Pablo Grillo, impactado en la cabeza por una cápsula de gas policial mientras cubría los acontecimientos. Un millar de vecinos suyos han caceroleado en Remedios de Escalada, así como se han producido camarazos de reporteros en CABA, La Plata y otros puntos del país, reclamando su pronta recuperación y la renuncia de la Ministra responsable de que peligre su vida. Nota de color (negro, en este caso) consignada por Página 12, que da cuenta del modus operandi de los esbirros de Bullrich: “A Armando, de 12 años, y Lautaro de 14, la policía los detuvo como parte del centenar de arrestos arbitrarios, en medio de la represión de la marcha de los jubilados. Los chicos van a una escuela técnica en la calle Lavalle y al salir del colegio se encontraron con el operativo policial en la Plaza de Mayo; como estaban todas las cuadras cortadas y no pudieron tomar el colectivo, empezaron a caminar. ‘Ellos no conocen mucho la zona; cuando llegaron (a la plaza de Mayo) había corridas, escucharon los disparos, se asustaron y empezaron a correr’, contó Mariana Gómez, la mamá de Lautaro. ‘La policía los detuvo y los acusó de tirar piedras contra la Casa Rosada’ ”. Como era de esperar, la prensa hegemónica editorializa argumentando que, mientras los abuelos se bancaban el garroteo solitos, daban muestra de civismo. Pero la novedad es que ahora los apoyan jóvenes aguerridos que hacen honor a la legendaria sentencia del Diego (“hay que ser muy cagón para no defender a los jubilados”) y a la canción de Pappo (“Nadie se atreva a tocar a mi vieja”) Y cumplen lo que prometen. Por eso el poder desempolva para la gilada la funesta Teoría de los Infiltrados, de oscura memoria, como si quien se defiende de un disparo al cuerpo encendiendo un contenedor fuera más sospechable de integrar algún servicio secreto que de ser un hijo desahuciado de la Argentina Profunda. La cuenten como la cuenten, se acabó el deporte de verduguear a nuestros mayores. Mucha tela para cortar por parte de varios sectores de la militancia, que quedaron a la saga de los acontecimientos. Por lo pronto, la sangrienta jornada parece haber despertado a la central obrera: El triunviro Daer acaba de aventurar que, al cabo de la próxima reunión de su Comisión Directiva, se aprobaría un paro nacional de 24 hs., a realizarse antes del próximo10 de abril. Mientras que las dos CTAs y los organismos de DDHH han convocado a continuar movilizándose los miércoles en apoyo al sector pasivo. A su turno, la UTEP – ratificando su voluntad de integrarse a la CGT -, en su Primer Congreso Nacional, celebrado en la sede sindical de Azopardo, también se comprometió a recuperar las calles, con la mira puesta, además de en el apoyo permanente a nuestros mayores, en el 24/3 y el 1° de Mayo. Conviene celebrarlo sin apostar el todo por el todo, dado que, hasta la fecha, ya nos comimos la curva de dos posibles clivajes, como lo fueron la Marcha Universitaria y la del Orgullo Antifascista y Antirracista. Aunque esta vez el punto de acumulación es el desconocimiento al valor del trabajo de los argentinos y argentinas que ya lo dieron todo por su familia y por su país. Y eso merece ser defendido con la misma enjundia que las islas del Atlántico Sur. Urge frenar tanto daño irreparable Ampliando la mira de los acontecimientos, para que una vez más, “los árboles no nos tapen el bosque”, cabe señalar que, desde hace un tiempo considerable, y estimuladas por eventos cada vez más extremos (el viernes 7/3 lxs bonaerenses padecimos una sensación térmica de 47°, y alrededor de 30 horas después, el domingo amaneció con 17°), han venido proliferando narrativas colapcistas basadas en todo tipo de hipótesis. El magnate tecnológico y CEO de Tesla, Elon Musk, por ejemplo, lanzó una nueva advertencia que podría cambiar el rumbo de la energía en todo el mundo. En una reciente intervención en la conferencia Bosch Connected World, señaló que 2025 podría marcar el comienzo de una “sequía eléctrica”, fenómeno que, según él, será mucho más grave que cualquier escasez de agua. De acuerdo a la lógica de Musk, la creciente demanda de energía, impulsada principalmente por el acelerado avance de la inteligencia artificial (IA), está poniendo en jaque la capacidad de generación eléctrica global. La discusión sobre un probable colapso general del sistema no tiene por ahora mayor presencia en nuestros medios de incomunicación. Tampoco la tiene en el discurso de los políticos, incluidos los que pasan por ser más innovadores y alternativos. En cambio, viene ganando enorme terreno a nivel ensayístico y de ficción, impactando más en el espacio dedicado al ocio y la diversión (películas y series alusivas) que en la reflexión crítica. En este último campo, el pensador anarquista español Carlos Taibo – ex docente de Ciencia Política y Administración en la Universidad Autónoma de Madrid – en su libro titulado Colapso, analiza las presuntas causas del fenómeno, entre ellas, primordialmente el cambio climático y el agotamiento de las materias primas energéticas, y estudia los rasgos previsibles de la sociedad poscolapsista. Pero presta atención, también, a dos respuestas distintas ante el hundimiento general del sistema: la propia de los movimientos por la transición ecosocial y la característica del llamado ecofascismo (*) En relación con los primeros defiende un horizonte que, de la mano de una combinación de elementos precapitalistas y anticapitalistas, se ve marcado por verbos como decrecer, desurbanizar, destecnologizar, despatriarcalizar, descolonizar y descomplejizar. Este valioso aporte, que va por su cuarta edición, es un manual útil para moverse en un debate que aparece como cada vez más urgente. En nuestro contexto inmediato, la activista y politóloga Flavia Broffoni ha escrito otro estudio sobre el tema, que lleva el mismo título que el anteriormente citado. En dicho trabajo se interroga acerca de cómo transitar el umbral de los mundos por venir, asumiendo que los pasos que ha dado la humanidad en las últimas décadas llevan inevitablemente a algún final, al derrumbe de la civilización tal como la conocemos, y que corresponde enunciarlo con todas las letras. A todo esto, quien escribe estas líneas lo hace desde un barrio modesto, que – como tantos otros – viene de padecer un corte de luz de 48 hs. Al igual que la mayoría del vecindario, el susodicho se abastece desde un pozo de agua, lo cual, al cabo de unas pocas horas, impone desalojar el hogar por carencia del fluido eléctrico y del líquido elemento, imprescindible para cocinar y mantener la higiene. Esto no es infrecuente en la zona, más bien ocurre al cabo de cada temporal. Lo inédito es que esta vez colapsaron también las conexiones satelitales que habilitan las redes e incomunicaron en forma absoluta a los celulares, que a esta altura son, en su versión pesimista, el equivalente al Pentágono en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, y en su versión optimista, algo así como nuestro pase libre a la Biblioteca de Alejandría. De modo que, respecto al infaltable aparatito, parafraseando categorías propuestas en un antiguo texto de Umberto Eco, conviene no ser ni apocalípticos ni integrados. En tales casos, tanto la pérdida del suministro de datos como la de carga, dada la total dependencia actual en materia de conectividad, salvo que aún se coexista con algunos insumos de carácter analógico (reloj despertador, radio portátil a batería, o agenda/ordenador de tareas/directorio en formato físico), hasta nuevo aviso nos excluirá de la civilización, devolviéndonos a una cierta prehistoria en la que los nativos digitales ignoran cómo manejarse, contexto en el cual, de perpetuarse, no resulta improbable que primero pierdan la paciencia las jaurías que vagan por nuestros conurbanos, y poco después lo haga la abundante ranchada de guachines tan rotos como dispuestos a sobrevivir. Semejantes “experiencias piloto” son los fenómenos que más nos acercan a la nevada mortal y las estrategias para enfrentarla, que propusiera el ilustre guionista montonero Héctor Germán Oesterheld en El Eternauta, esa cumbre de la novela gráfica nacional. Quien dedique mayor atención a la evolución de la crisis civilizatoria que a las series de Netflix, coincidirá en que tales interrupciones de lo que llamamos “normalidad” se llevarán puestxs primero a esxs excluidxs que pueblan las zonas de sacrificio de las que el poder se desentiende y, a la larga, incluso a buena parte de lxs incluídxs que no estén en condiciones de solventarse el éxodo previsto por el pool tecnológico global, destinado a conquistar y poblar nuevas colonias en el cosmos. No hace falta ser Nostradamus para advertir que, a este tren, y con un gobierno aceleracionista de derecha que no para de demoler el Estado, tales fenómenos serán cada vez más frecuentes. De hecho, la reciente emergencia vivida en Bahía Blanca es el ejemplo más a mano para analizar el cuadro descripto, con sus dramáticas consecuencias inmediatas (más de 16 muertxs, saqueos, incomunicación total) Y también para desmentir categóricamente que el pueblo argentino se haya rendido o no tenga capacidad de reacción. Antes bien, ahí se verificó con didáctica nitidez que “sólo el pueblo salvará al pueblo”. En conclusión, la eliminación sin cortapisas de la mediación estatal entre capital y trabajo, la crueldad manifiesta en el desconocimiento de emergencias sanitarias como las que confluyen en el Hospital Bonaparte, la criminal desidia exhibida ante los incendios suscitados en El Bolsón, o la catastrófica situación ya descripta que padecen lxs compatriotas bahienses, alcanzan como botón de muestra para recordar el altísimo costo que pagó el pueblo argentino cuando su dirigencia optó por canalizar electoralmente la rebeldía expresada por los manifestantes que en diciembre de 2017 se opusieron drásticamente a la Reforma Previsional de Mauricio Macri. Es cierto, cagada a palos como está gran parte de la gente, apretando los dientes por sobrevivir, tiene lógica que ciertos sectores de la militancia vacilen en apostar por otro Argentinazo como el de 2001. Eso es tan indiscutible como que esas rebeliones, si no cambian la historia, al menos marcan agenda en favor de lxs desposeídxs. Por todo lo expuesto hasta aquí, que bien lejos está de la ciencia ficción apocalíptica tan de moda, diremos que nos resulta lisa y llanamente suicida el discurso de lxs políticxs demoliberales que sostienen que un presidente como el nuestro – equivalente a Ralph El Demoledor -, por el solo hecho de haber sido “democráticamente electo”, debe completar su mandato. No es así. Como enemigo de la Nación Argentina, debe ser destituido por la demanda de las mayorías en las calles, afrontar todos sus cargos en juicio, e ir preso como reo de lesa patria (**) Aquí. No en Guantánamo. – (*) Para Taibo, el ecofascismo es una apuesta en virtud de la cual algunos de los estamentos dirigentes del globo – conscientes de los efectos del cambio climático, del agotamiento de las materias primas energéticas y del asentamiento de un sinfín de crisis paralelas – habrían puesto manos a la tarea de preservar para una minoría selecta recursos visiblemente escasos. Y a la de marginar, en la versión más suave, y exterminar, en la más dura, a lo que se entiende que serían poblaciones sobrantes en un planeta que habría roto visiblemente sus límites. En esa perspectiva, el ecofascismo no sería un proyecto negacionista vinculado con marginales circuitos de la extrema derecha, sino que surgiría, antes bien, en el seno de los principales poderes políticos y económicos. Aunque tendría como núcleo principal a las élites occidentales, a ellas podrían sumarse otras radicadas en espacios geográficos diversos. El ecofascismo hundiría sus raíces, por lo demás, en muchas de las manifestaciones del colonialismo y el imperialismo de siempre, que en adelante tanto podrían apostar por el exterminio, ya sugerido, de quienes se estima que sobran como servirse de poblaciones enteras en un régimen de explotación que recordaría a la esclavitud de hace bien poco. En más de un sentido el ecofascismo sería, en fin, una forma de colapso. (**): Lesa patria es un delito que atenta contra la seguridad exterior de un Estado. También se puede definir como una conducta o actuación que va en contra de las instituciones que benefician a un país. Algunos ejemplos de lesa patria son: Revelar secretos políticos o militares, Espionaje, Traición a la patria. La lesa patria es un delito contra los poderes públicos y el orden constitucional. Por Jorge Falcone-La Gomera de David
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