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  • “Tantas palabras que hilamos juntos”: en memoria de Marina Colasanti

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/02/2025 04:56

    Marina Colasanti murió a los 87 años y deja una obra literaria enorme y con gran variedad de géneros. (Foto: archivo familiar) Marina Colasanti (1937-2025) nació en Asmara, capital de Eritrea, entonces colonia africana. Periodista, poeta, narradora y artista visual, creció en Italia y desde 1948 vivió en Brasil hasta el día de su muerte, el 28 de enero pasado. Autora de una obra clave de la literatura latinoamericana, publicó decenas de libros para niños y adultos que han sido traducidos a diversas lenguas y premiados a lo largo de los años por críticos, libreros y especialistas. Infatigable promotora de la lectura, su trabajo con los cuentos de hadas le otorgó nuevos bríos al género clásico de tantas infancias. Entre sus libros en español se encuentran: Veintitrés historias de un viajero, Lejos como mi querer, Mi guerra ajena, La joven tejedora, La niña y el cordero, La amistad bate la cola, Fragatas para tierras lejanas, Cuentos de amor rasgados y Como una carta de amor. A modo de homenaje, Infobae seleccionó cuatro de sus poemas. Se trata de textos incluidos en su libro Ruta de colisión, de 1993, que fueron traducidos años atrás por la escritora argentina María Teresa Andruetto, quien fue además gran amiga de Marina. Marina Colasanti y María Teresa Andruetto, durante el I Festival Internacional de Poesía de Córdoba, marzo de 2012. (Crédito: Lula Boix) Muerte bajo el sol Cuando se tira abajo una casa no se clava el hacha de un solo golpe bien de raíz. Ni es de pie que ella cae con sus ramajes. Una casa se mata despacio. Se arrancan primero los pasamanos de la escalera] abriendo a la ruina los peldaños inútiles. Se retiran los herrajes y las vigas. Después se arrancan puertas y ventanas se vacían en la fachada los alfeizares ciegos) Y quien pasa ya sabe. Aquí no se vive más. Entonces es la hora de las tejas despellejadas sin sangre una por una. Mostrando los huesos yace más que muerto el descarnado esqueleto en el jardín. Cruel laparoscopia de mis fantasmas la casa en que viví fue tirada abajo. Se van los espectros, todos sin abrigo deshaciendo las imágenes superpuestas. Vamos nosotros sin marcas en el polvo. Y las palabras tantas palabras que hilamos juntos y que las paredes guardan en sus entrañas] son deshechas a mazazos. **** Frutos y flores Mi amado me dice que soy como una manzana partida en dos. Yo tengo las semillas es verdad. Y la simetría de las curvas. Tuve un cierto rubor en la piel lisa que no sé si todavía tengo. Pero si en abril florece el manzano yo hecha manzana y por demás madura todavía me despliego en flores blancas cada vez que su daga me traspasa. **** En veinte años Tengo mucho en común con este hombre: una docena vigorosa de cipreses algunas generaciones de benteveos la neblina de un río en Austin, Texas, y las gaviotas en las aguas de Estambul. Y tenemos más dos hijas dos casas dos pares de lentes y tantas camas tantas. El puede amar a otra en cualquier momento - las gaviotas no bastan para retener a un hombre- pero lo que juntos quisimos junto queda porque se separan los cuerpos pero no se amputan los recuerdos. Marina Colasanti junto al poeta, ensayista y académico Alfonso Romano de Sant'Anna, su esposo y padre de sus hijas. (Foto: archivo familiar) Ruta de colisión ¿De quién es esta piel que recubre mi mano como un guante? ¿Qué viento es éste que sopla sin soplar encrespando la sensible superficie? Por fuera la corteza ajena adentro la pulpa y entre las dos la distancia que me atropella. Pensé que entraría en la vejez por entero como un barco o un caballo. Pero me sorprendo joven vieja y madura al mismo tiempo. Y todavía aprendo a vivir mientras avanzo por un camino en cuyo final la vida colinda con la muerte.

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