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  • La expulsión de los migrantes y el exilio espiritual de “la Tierra sin mal”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/02/2025 04:49

    Migrantes caminan en caravana en México rumbo a Estados Unidos “Pero donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rom. 5, 20) Dice San Pablo… “Como consecuencia, nunca deberíamos tratar sobre el pecado de Adán y de la humanidad separándolos del contexto de la salvación, es decir, sin situarlos en el horizonte de la justificación en Cristo”. (Benedicto XVI, audiencia general, miércoles 3 de diciembre de 2008). El hombre contra el hombre Según las enseñanzas de los Libros Sagrados tras la creación Dios prohibió a Adán y Eva (la humanidad) a comer del árbol del conocimiento del bien y del mal y su desobediencia los condenó a ellos y al resto de la humanidad. “Maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida”. (Génesis 3:17) La violencia del hombre contra el hombre habría comenzado cuando los primeros seres humanos, los primeros grupos que habitaban el planeta, tuvieron los primeros encuentros hostiles en la lucha por el alimento. Cuando mucho después, con el gran descubrimiento de la agricultura esos grupos, sin abandonar la caza y la pesca, se fijaron de modo más o menos permanente en la tierra, delimitaron el ámbito donde habitaban con sus familias o grupos de familias o tribus, después pueblos, comenzaron los primeros choques. Puso a unos contra otros y a partir de entonces se produjeron los conflictos. Esas luchas, desde el principio fueron verdaderas “invasiones” por otros medios pero tan violentas como las actuales que en muchos casos culminaban en el saqueo o lo que es peor: el exterminio de unos por los otros. Sobre todo cuando las animaba la pretensión de hacerse de las riquezas, esclavizar a los hombres, abusar de las mujeres y apoderarse de las tierras ajenas. Este mal se produjo en toda la tierra. Para poner un ejemplo más que elocuente y no tan lejano en la historia de nuestros ancestros europeos, en la península itálica los etruscos sometieron a los romanos y estos después los derrotaron hasta el aniquilamiento borrándolos del mapa y haciendo desaparecer todo vestigio de su gran civilización. Después los romanos lucharán contra la invasión de los pueblos germánicos: vándalos, ostrogodos y visigodos. Estos se harán dueños del Mediterráneo hasta perderlo después de la segunda guerra púnica, sangrienta y despiadada, en la que se impuso Roma (183 a.C.) sobre Aníbal, el gran general cartaginés. La historia del mapa es una prueba elocuente, desde los principios cambia y desaparecen unas poblaciones y aparecen otras. De una relación hostil a la cultura del encuentro Comencemos por la palabra “encuentro”. P. Laín Entralgo nos recuerda que esta palabra proviene del bajo latín incontra, en contra y otro tanto sucede con el francés y el alemán, de donde concluye que etimológicamente significa “topar con otro hombre de un modo más o menos hostil” de donde encontrarse con otro hombre comenzó siendo un “sentir que otro está contra mí”. Más allá de las reservas que pueda provocar la recurrencia a los significados etimológicos, en este caso cargado de negatividad de la palabra “encuentro”, lo cierto es que hay un progreso en el campo cultural de la humanidad y de los primeros encuentros -más o menos hostiles- se han consagrado las relaciones interpersonales afectivas y dilectivas antes que las del odio y la bajeza del ser humano. Para una cultura del encuentro remitimos a nuestras notas anteriores en esta columna. Los judíos habían sido duramente perseguidos y esclavizados en Egipto, peregrinaron siguiendo la Voz del Señor. Hallaron y fundaron su “Tierra prometida” (o “Tierra sin mal”), cultivaron la religión y transmitieron a sus descendientes las enseñanzas de los Libros Sagrados. Jesús, el Salvador, nació en ese contexto social y religioso, divulgo con su Palabra la Voluntad de quien lo había enviado, ya que en la historia persistía el mal, el egoísmo y la crueldad demoníaca generada por el pecado de desobediencia cometido por Adán y Eva. Y como decimos al comienzo de esta nota, por el pecado de desobediencia fueron expulsados del Edén y con ellos la humanidad fue condenada a “ganar el pan con el sudor de su frente” (Génesis 3:19). Por eso mismo y como contrapartida Nuestro Señor Jesucristo llegó para ser el cordero de Dios y fuimos redimidos por Él. En búsqueda de “la tierra sin mal” como resistencia no violenta En el primer milenio d.C. los tupies-guaraníes migraron de sus lugares originarios como lo que mucho después fue la región de la Mesopotamia Argentina, Uruguay y el sur de Brasil hacia la costa atlántica y hacia el norte, ocupando parte del lado este de la cadena montañosa de Yacaré-Paguá hasta el Amazonas y sus afluentes. Otro grupo de guaraníes se movía hacia el oeste y sudeste, tomando la cuenca del Río de la Plata. Aquellas migraciones de principios de nuestra era se produjeron, entre otras razones por la búsqueda de la “tierra-sin-mal”. Que para esos pueblos se trataba de una tierra fértil y apacible, donde se puede vivir a gusto. Pero a ella puede sobrevenir el mal, entonces hay que superarlo o abandonarla. Para los guaraníes, males son: una tierra agotada, que ya no es apta para la agricultura, o un lugar en el que se produzcan enfermedades graves, epidemias y muertes; o si hubiera desorden, desentendimiento y conflictos sociales o políticos entre los miembros y familias de la comunidad. La tierra sin mal constituye no solamente un horizonte utópico que puede presentarse de maneras muy diversas, sino también una motivación muy profunda para liberarse de situaciones de injusticia, dependencia y hasta esclavitud. Es una práctica espiritual que se torna política y provoca consecuencias reales en lugares concretos. “La Tierra sin mal se presenta… como un modo de resistencia no violenta, no conflictiva, que practica la estrategia de la ‘no cooperación’ (véase Mahatma Gandhi en la independencia de la India) y se niega a participar en las estructuras y prácticas de la injusticia…. En la búsqueda de la Tierra sin mal, por tanto, no es un lugar utópico, quimérico o del más allá, sino un proyecto político y espiritual que se dirige hacia cambios concretos en el modo plural de relacionarse todos los seres creados entre sí”. “Los pueblos originarios denuncian hoy la fuerza del dinamismo de la economía actual que destruye no solamente la solidaridad, sino también la vida misma de las personas lo que conlleva consecuencias letales para muchas relaciones ecológicas”. Y por último, afirma Silber que estos saberes ancestrales de los pueblos indígenas profundizan la historización del Evangelio con la coherencia entre lo humano y lo ecológico, tan enfatizado también por el papa Francisco” - (Stefan Silber prof. de la Univ. de Vechta, Alemania en Los pueblos indígenas. La teología ante los nuevos movimientos sociales – En diálogo con Ignacio Ellacuría Ed. Salterrae ST. 2023, España varios autores, pag. 98/113). ¿Dónde está “la tierra sin mal”? Dialogando sobre el Estado y la Justicia dice el Sócrates de Platón: “- ¡Glaucón! -exclamé, de pronto, al poner atención-.Me parece que contamos con alguna pista, y ya no creo que la justicia se nos esfume. - ¡Buena noticia!- En realidad, hemos sido estúpidos. -¿Por qué? - Hace rato, y ya desde el principio, querido amigo, creo que ha estado rodando delante de nuestros pies, pero que no la hemos percibido, sino que nos hemos comportado ridículamente, como los que a veces se desesperan buscando algo que tienen en sus manos. Así nosotros no dirigimos nuestra vista hacia ella sino que la hemos mirado desde lejos, y por ello probablemente ha permanecido oculta para nosotros.- ¿Qué quieres decir?-Que me parece que todo el tiempo hemos estado hablando y conversando sobre la justicia, sin percatar. nos de que estábamos mencionándola de algún modo.” (Platón, Diálogos, Rep. 433, Biblioteca Clásica, Gredos, 94). Descartada la violencia, la colaboración con las ideologías y estructuras de injusticia, la destrucción del Estado, rechazamos la corrupción y adherimos al ejemplo redentor de Cristo, tendríamos que tener -como la Tierra sin mal -la acción espiritual y política a la vista. El papa Francisco en la Carta Encíclica Fratelli Tutti “…los migrantes deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Hay que evitar migraciones no necesarias, afirma el Pontífice, creando en los países de origen posibilidades concretas de vivir con dignidad. Pero al mismo tiempo, el derecho a buscar una vida mejor en otro lugar debe ser respetado En los países de destino, el equilibrio adecuado será aquel entre la protección de los derechos de los ciudadanos y la garantía de acogida y asistencia a los migrantes (38-40). Invita a los gobiernos de los países que reciben a los migrantes a la adopción de medidas concretas de recepción y atención a sus necesidades básicas. El Papa también invita a establecer el concepto de “ciudadanía plena” en la sociedad, renunciando al uso discriminatorio del término “minorías” (129-131 - las negritas son n.) Una gobernanza mundial para poner en marcha la ayuda Lo que se necesita sobre todo es una gobernanza mundial, una colaboración internacional para las migraciones que ponga en marcha proyectos a largo plazo, que vayan más allá de las emergencias individuales (132)…Una cultura sana es una cultura acogedora que sabe abrirse al otro, sin renunciar a sí misma, ofreciéndole algo auténtico.

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