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» Misionesparatodos
Fecha: 27/11/2025 11:03
Los balances de los bancos ya muestran el impacto de la morosidad de las familias, un deterioro que se aceleró en septiembre y que se combina con un trimestre débil para las entidades financieras, marcado por márgenes comprimidos, volatilidad electoral y una demanda de crédito que perdió dinamismo. La semana abrió con la publicación del balance de Grupo Financiero Galicia, que confirmó lo que el mercado esperaba: números negativos y un recorte pronunciado en los indicadores de rentabilidad. La entidad informó una pérdida trimestral de 87.710 millones de pesos, afectada por mayores exigencias regulatorias, un aumento en el costo del fondeo y los gastos asociados a la integración del HSBC, que sumaron 105.343 millones de pesos netos. Aun así, el acumulado de los primeros nueve meses del año sigue siendo positivo, con 259.223 millones de pesos. Los indicadores de rentabilidad reflejaron la magnitud del golpe: el ROE se ubicó en -4,7 y el ROA en -0,8. El resto del sistema publicará sus resultados en el transcurso de la semana. Están en agenda BBVA Argentina, Grupo Supervielle y Banco Macro. Ninguno enfrenta un escenario distinto. Durante el proceso electoral, los bancos operaron bajo una combinación que presionó directamente sus márgenes: tasas de interés con alta volatilidad, mayores requisitos de encaje que absorbieron liquidez y un crédito que perdió el impulso que había mostrado hasta septiembre. Las entidades aseguran que la demanda existe, pero la cautela prevalece en un contexto donde la irregularidad crediticia avanza de manera sostenida. El Banco Central confirmó que el sector privado presentó una rentabilidad negativa durante el trimestre y que la morosidad llegó a 4,2 por ciento en septiembre. Desde febrero, la irregularidad en el repago de los créditos avanza sin pausa, pero la novedad es el salto en las familias: la cartera morosa trepó a 7,3 por ciento, mientras que en empresas se ubicó en 1,7 por ciento. Para las entidades, el deterioro no pone en riesgo la estabilidad, pero marca un cambio de ciclo que obliga a operar con tasas elevadas y previsiones reforzadas. El impacto de la recesión, la caída de los ingresos reales y una inflación que acumula seis meses consecutivos de aceleración aparece con nitidez en estas cifras. La autoridad monetaria confirmó que las previsiones totales equivalieron a 102 por ciento del crédito irregular, aunque ese ratio retrocedió seis puntos por el crecimiento del stock de préstamos en atraso. Sobre la cartera total, las previsiones alcanzaron 4,2 por ciento, dos décimas por encima del mes anterior, lo que refleja tanto la mayor irregularidad como el aumento precautorio dispuesto por los bancos. La intermediación financiera también mostró un freno relativo. El crédito al sector privado en pesos avanzó apenas 0,5 por ciento real en septiembre, con una dinámica muy desigual: las líneas comerciales retrocedieron 0,7 por ciento, las de consumo prácticamente no se movieron y solo los préstamos con garantía real crecieron con algo más de impulso, con 3,2 por ciento. En moneda extranjera, el financiamiento aumentó 3,2 por ciento en moneda de origen, motorizado por bancos privados nacionales. En conjunto, el crédito total creció 1,3 por ciento real en el mes, con mayor tracción en familias que en empresas. Las acciones bancarias también reflejan la fragilidad del sector. En lo que va del año, los papeles muestran caídas significativas en dólares: Supervielle retrocede 36 por ciento, BBVA Argentina 26, Galicia 24,6 y Macro 23. El alivio posterior a las elecciones solo compensó marginalmente esas pérdidas acumuladas. Aun así, los inversores siguen debatiendo si las valuaciones actuales ya incorporaron lo peor del ciclo. Otro dato que encendió alertas fue el aumento en los rechazos de cheques. La compensación mostró ratios de 1,74 por ciento en cantidades y 1,37 por ciento en montos, ambos por encima de los niveles de agosto y sensiblemente superiores a los de un año atrás. La combinación de más morosidad y más cheques sin fondos termina de delinear un diagnóstico en el que la recesión empieza a filtrarse con fuerza en los indicadores financieros. Así, el sistema financiero ingresa en una etapa en la que la liquidez y la solvencia siguen siendo elevadas, pero el deterioro del crédito y la presión sobre los ingresos de las familias empiezan a impactar en los balances. La incógnita para los próximos meses no pasa sólo por los resultados que publicarán las entidades esta semana, sino por la velocidad con la que la economía real logre estabilizarse para evitar que el deterioro se profundice. Porque aun con colchones regulatorios sólidos, los bancos ya sienten que el ciclo cambió. Por Juan Garriga- P/12
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