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Concordia » El Heraldo
Fecha: 22/11/2025 20:55
Su kiosco comenzó como un emprendimiento familiar. “Empezó con mi hermana, que en paz descanse”, recuerda. Después continuó con su madre y, finalmente, en 2003 él tomó definitivamente las riendas del negocio. Aquellos primeros años eran muy distintos: las ventas eran abundantes y el papel formaba parte de la rutina diaria de cientos de vecinos. “Yo vendía 40 Clarín un domingo. Ahora vendo tres nomás”, dice, resignado, pero sin perder la calma. Las revistas también tuvieron épocas doradas: Pronto, Flash, Gente, Para Ti, Patoruzito, Billiken, Anteojito. “Todas esas desaparecieron. Quedaron nomás Caras y Hola”, cuenta. Del papel al reparto: cómo sobrevivir hoy El avance de lo digital redujo de manera drástica la venta espontánea, pero Francisco encontró un sostén en otra modalidad: el reparto. “Me mantengo por el reparto. Tengo reparto de El Heraldo, de un diario de Buenos Aires y colecciones. Eso me salva”, explica. Al mismo tiempo, conserva un público fiel que compra colecciones de libros, historietas y fascículos de todo tipo. “Eso se vende. A pesar de que son caros, se vende”, asegura. Desde libros infantiles hasta autos para armar, vasos cerveceros, cocina o decoración: las colecciones se convirtieron en una pata fundamental del negocio. Pero el panorama es incierto. El diario porteño que recibe llega cada vez con menos regularidad. “El diario de Buenos Aires está desapareciendo”, afirma, y calcula que en Concordia “no llegamos a 15 kioscos” en actividad. Ads Clientes fieles, pandemia y pérdidas Aunque el hábito cambió, aún quedan lectores que prefieren el papel. Muchos de ellos son adultos mayores. La pandemia, sin embargo, dejó una marca profunda. “Perdí muchos clientes… muchos. Gente grande que falleció”, cuenta con tristeza. Eran lectores de Clarín, de El Heraldo, habituados al diario como ritual cotidiano. Un trabajo sin descanso Para Francisco, su kiosco significa mucho más que un ingreso económico. Es un compromiso diario. “Nosotros no tenemos descanso. Trabajamos casi todo el año, sin feriados, sin domingos”, describe. Su rutina comienza temprano: “Todos los días a las 5 en punto me voy a la cooperativa”. Además, trabaja como ordenanza, extendiendo su jornada hasta la noche. Aun así, cuando se le pregunta qué lo motiva a seguir, responde sin dudar: “Porque me gusta”. Ads Mirando hacia adelante Al pensar en el futuro de los diarios en papel, Francisco no ofrece un mensaje esperanzador, sino sincero. “Si se termina el diario en papel, vamos a quedar con las colecciones… no sé hasta dónde vamos a sobrevivir”, reflexiona. Y respecto a lo que viene, es contundente: “No hay mucha tela para cortar”. Sin certezas, pero con constancia, Francisco sigue allí: abriendo su kiosco cada mañana y entregando, uno a uno, los diarios que todavía llegan. En Concordia quedan pocos como él, y su resistencia silenciosa sigue marcando la identidad de un oficio que, aunque cambie, no se rinde. Ads
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