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Parana » El Once Digital
Fecha: 22/11/2025 11:31
La morosidad en el sistema bancario argentino ha alcanzado niveles que no se registraban en más de una década y media, reflejando el creciente deterioro de la capacidad de pago de las familias. En septiembre, la cartera irregular de los bancos privados trepó al 4,2%, el ratio más alto desde febrero de 2022. El dato confirma una tendencia que se ha prolongado por diez meses consecutivos y que amenaza con tener repercusiones directas en los balances de las entidades financieras y, por extensión, en sus cotizaciones bursátiles. El segmento más golpeado es el de los hogares. La morosidad de las familias escaló al 7,3%, lo que equivale a unos $4,07 billones. Se trata del registro más elevado de la serie histórica que abarca más de 15 años. El deterioro no es homogéneo: mientras los créditos hipotecarios se mantienen relativamente estables con una morosidad de apenas 0,9%, todas las demás líneas han mostrado incrementos significativos en la cantidad de préstamos impagos. Préstamos personales y tarjetas de crédito, los focos de mayor tensión Los préstamos personales concentran el mayor nivel de incumplimiento. Con una morosidad del 9,1%, equivalente a $1,69 billones, se han convertido en el principal foco de preocupación para los bancos. Las tarjetas de crédito, por su parte, registran un 7,4% de morosidad, lo que representa $1,46 billones. Estos dos segmentos, que suelen ser los más utilizados por las familias para financiar consumo corriente, muestran un deterioro acelerado y explican buena parte del incremento general. El fenómeno no es aislado ni coyuntural. La morosidad prácticamente se ha triplicado en comparación con el mismo período del año anterior. La persistencia de esta tendencia sugiere que no se trata de un shock puntual, sino de un desajuste estructural entre las condiciones de financiamiento y la capacidad de repago de los hogares. Tasas de interés desalineadas con la inflación Uno de los factores determinantes detrás del incremento de la morosidad es el nivel de las tasas de interés. Incluso antes del endurecimiento monetario aplicado por el Banco Central en la previa de las elecciones para contener la presión cambiaria, los bancos de primera línea ofrecían créditos personales con un costo financiero total (CFT) promedio del 140%. Esa cifra contrasta con una inflación proyectada en torno al 25%-30% anual. La brecha entre el costo del dinero y la evolución de los precios genera un desajuste que vuelve prácticamente impagables las cuotas para buena parte de los prestatarios. La situación se agrava al considerar la evolución de los ingresos. Según datos oficiales del INDEC, los salarios registrados tuvieron en septiembre un incremento interanual del 33,6%. Aunque la mejora nominal puede parecer significativa, queda muy por debajo del nivel de las tasas de interés. El resultado es un ensanchamiento del “gap” entre ingresos y costos financieros, que erosiona la capacidad de pago de las familias y las empuja hacia la morosidad. Impacto en los balances bancarios El incremento de la morosidad no solo afecta a los hogares. Las entidades financieras deben realizar previsiones contables para cubrir el riesgo de incobrabilidad, lo que impactará en los balances que se presentarán la próxima semana en la Bolsa de Valores. Las provisiones por créditos incobrables podrían absorber una parte significativa de los ingresos financieros, reduciendo la rentabilidad del sector. Este escenario se produce en un contexto en el que las acciones bancarias, pese al rebote general del mercado tras las elecciones, siguen siendo uno de los segmentos más castigados. La expectativa de mayores provisiones y un deterioro en la calidad de los activos podría limitar cualquier recuperación sostenida en las cotizaciones. Una tendencia con implicancias macroeconómicas La morosidad creciente en los créditos familiares tiene implicancias que van más allá del sistema bancario. Por un lado, limita la capacidad de consumo de los hogares, que deben destinar una proporción creciente de sus ingresos al pago de deudas. Por otro, restringe la capacidad de los bancos de expandir el crédito, dado que deben ser más cautelosos en la concesión de nuevos préstamos. El resultado es un círculo vicioso: menos crédito disponible, menor consumo y mayor presión sobre la actividad económica. El panorama monetario suma un matiz adicional. Si bien el Banco Central ha iniciado un proceso de reducción de las tasas de referencia, el efecto aún no se traslada a las líneas de crédito destinadas a las familias. Los préstamos personales y las tarjetas de crédito continúan con costos financieros que superan ampliamente la capacidad de repago de los hogares, lo que evidencia una desconexión entre la política monetaria y la realidad del mercado minorista. En consecuencia, la baja de tasas todavía no logra aliviar la presión sobre los deudores y el riesgo de morosidad permanece elevado. Perspectivas para los próximos meses Los analistas coinciden en que la tendencia de la morosidad difícilmente se revierta en el corto plazo. La combinación de tasas de interés elevadas, salarios que crecen por debajo del costo financiero y un contexto macroeconómico incierto conforman un escenario adverso para los hogares. La única excepción parcial podría ser el segmento hipotecario, donde la morosidad se mantiene en niveles bajos. Sin embargo, este mercado representa una proporción relativamente pequeña del total de créditos y no alcanza a compensar el deterioro en préstamos personales y tarjetas. La evolución de la morosidad será un indicador clave para los inversores en los próximos meses. No solo porque afecta directamente la rentabilidad de los bancos, sino porque constituye una señal temprana del estado de la economía doméstica. Un incremento sostenido en los incumplimientos puede anticipar una contracción en el consumo y, eventualmente, en la actividad económica general. Conclusión El récord de morosidad alcanzado en septiembre expone la vulnerabilidad financiera de las familias argentinas y plantea un desafío significativo para el sistema bancario. La desalineación entre tasas de interés e inflación, sumada al rezago en los salarios, ha generado un desajuste estructural que se refleja en el deterioro de la cartera crediticia. Los próximos balances bancarios y la reacción del mercado bursátil ofrecerán una primera medida del impacto de esta tendencia. Para el mercado, el seguimiento de la morosidad se convierte en una variable crítica para evaluar la salud del sistema financiero y las perspectivas de la economía en su conjunto. (fuente Ámbito)
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