21/11/2025 19:09
21/11/2025 19:02
21/11/2025 19:01
21/11/2025 19:00
21/11/2025 18:58
21/11/2025 18:57
21/11/2025 18:56
21/11/2025 18:54
21/11/2025 18:54
21/11/2025 18:53
» Diario Cordoba
Fecha: 21/11/2025 18:13
Mujer de carácter que lo ha vivido todo, no es fácil lidiar con Annie Leibovitz. La fundación MOP le invita a hacer una exposición sobre su trabajo como fotógrafa de moda, la especialidad a la que está consagrado el principal brazo cultural del imperio Inditex en A Coruña, y ella dice sin perder la sonrisa ante 70 periodistas que la moda no es lo más importante en su trabajo, y también que tuvo muchas dudas a la hora de hacer esta muestra. Después terminaría animándose: al fin y al cabo, la moda ha sido una de las grandes vetas de la segunda parte de su carrera, "un lugar fantástico que me ha permitido jugar y donde, con los años, he aprendido que los diseñadores son grandes artistas", decía durante su presentación a los medios este viernes. "En este momento, además, la moda, la fantasía, casi la comedia, nos ayudan a sobrevivir en unos tiempos tan difíciles políticamente", añadía. Pero esa grieta que separa su trabajo de reportera, sola con su cámara y a menudo en blanco y negro, de las grandes sesiones de fotos ultraproducidas y saturadas de color, dos hemisferios que ella ha tratado de reconciliar a veces, es la que ha marcado su obra desde que empezó a trabajar a finales de los años 60 y hasta convertirse en una de las fotógrafas más célebres y respetadas del mundo. La que, como si fuera un Zelig de la imagen, ha retratado a todos y casi todo. Esa escisión personal también tiene su reflejo en 'Wonderland', la muestra dedicada a su carrera que se puede ver a partir de este 22 de noviembre y hasta el 1 de mayo en A Coruña. Carlos Pardellas "Lo que he querido hacer con esta exposición es enseñar a los jóvenes fotógrafos cómo se pueden hacer las cosas", decía Leibovitz en el espectacular espacio expositivo que la fundación Marta Ortega Pérez tiene en el Muelle de Batería de la ciudad herculina. Sexta muestra sobre fotógrafos de moda que acoge esta institución en sus cuatro años de historia, supone el debut de una mujer, "espero que la primera de muchas", apuntaba su protagonista. Peter Lindbergh, Steven Meisel, Helmut Newton, Irving Penn y David Bailey fueron los anteriores. Leibovitz, ante algunas de sus fotografías en A Coruña. / M. Dylan - EP El título de la muestra, que procede de un libro que publicó hace unos años para recoger su trabajo de moda, es en realidad el que corresponde a solo dos salas de la exposición en las que se concentra esa parte de su carrera. Ese 'Wonderland' (país de las maravillas, como el de Alicia) en el que se impone la fantasía en grandes producciones concebidas fundamentalmente para la revista 'Vogue', donde recalaría en los años 90, aunque ya su trabajo para Vanity Fair en la década anterior había empezado a conducirla en esa dirección. Pero incluso entonces, Leibovitz ya tenía en su haber una carrera anterior más que reseñable Inicios como reportera La muestra, que cuenta con cientos de fotografías expuestas a propósito de una manera extremadamente informal, prendidas con chinchetas sobre paredes o paneles de corcho como si estuviéramos en su estudio, arranca con un enorme panel en el que se recogen los dos meses que pasó acompañando a los Rolling Stones durante su gira por Estados Unidos de 1975. Formada como pintora que asistía a clases nocturnas de fotografía, educada en la escuela de Robert Frank y Cartier-Bresson, en aquel trabajo interminable se aprecia a una joven reportera (tenía 26 años entonces) permanentemente atenta a lo que pudiera suceder, desde los grandes momentos en el escenario hasta las escenas más íntimas en camerinos o autobuses de gira. El panel con fotografías de los Rolling Stones que abre la muestra. / Cortesía de la Fundación MOP "Ustedes ven a los músicos, a los Rolling Stones, pero yo lo que veo es un reportaje muy personal y muy obsesivo en el que me entregué por completo a aquella gira de rock and roll que casi me mata. El primer día sabía que nos íbamos a alojar en un hotel y me llevé mi raqueta de tenis pensando que iba a tener tiempo para jugar. Nunca volví a ver la luz del día: me pasaba despierta toda la noche", cuenta la fotógrafa, que dice convencida: "la fotografía me salvó la vida". Ahora le divierte contemplar las imágenes con la distancia que dan el tiempo y la madurez. "Puedo situarme fuera de mí misma y verme como aquella joven fotógrafa, con toda la furia, el impulso y la locura que necesitas para empezar tu trabajo. Nunca bajaba la cámara". Como recuerda en el catálogo de la exposición Matthieu Humery, comisario de una muestra anterior de la fotógrafa, la obra de Annie Leibovitz ha tenido siempre algo de 'road trip', de viaje por carretera. En sus inicios de una forma evidente, con ese peregrinar permanente acompañando a músicos del rock, pero más tarde también, de forma más metafórica, como si ese viaje se produjera más bien hacia la vida interior de las personas a las que retrataba. La fotógrafa es hija de un miembro de la fuerza aérea estadounidense, y se pasó su infancia dando tumbos, viajando a los diferentes destinos de su padre. Sus hermanas recordaban en un documental dirigido por una de ellas las interminables horas pasadas en coches, de un lado a otro, viendo su país a través de una ventanilla que acabaría siendo como el marco inicial de una foto. Vida salvaje En la exposición, ese gusto por la velocidad y la carretera que Leibovitz disfrutó en su juventud, recorriendo las carreteras californianas desde su base en San Francisco, se aprecia también en la foto que hace del cantante Sly Stone conduciendo su coche por la autopista 5. Ella dispara desde el asiento del copiloto del Porsche 356C descapotable que lleva, en paralelo, la entonces compañera de Jann Wenner, el fundador de la revista Rolling Stone en la que ella comenzó a publicar su trabajo y de la que se convertiría en fotógrafa estrella. Allí trabajó durante 13 años con reporteros de la talla de Hunter S. Thompson, Tom Wolfe o Joe Eszterhas. "Tenías que ser bastante espabilada y divertida", recuerda de sus años allí. Su condición de mujer, su teórica inocencia, ayudaba entonces a que la dejasen acceder a ciertos lugares y momentos donde otros fotógrafos no habrían sido admitidos. 'Rolling Stone' fue para ella un campo de experimentación: para una portada de los Blues Brothers, les pintó la cara de azul. En una serie de fotos que están al lado, la fotógrafa señala divertida al que en aquellos años era su camello. Pero la vida rockera pasa factura, y a principios de los 80 tuvo que instalarse en una clínica de desintoxicación de la que saldría renovada. Pero sin duda la más célebre de las fotos que hizo para la revista fue la polaroid de John Lennon y Yoko Ono, abrazados sobre la alfombra, John desnudo y Yoko vestida. "John me contó que esa foto reflejaba exactamente su historia". Solo unas horas más tarde, asesinaban al cantante en la puerta de su casa. Aquella misma noche, Leibovitz volvió al hospital donde trataban de salvarle la vida para fotografiar a los fans que le lloraban. Una vista de la exposición. / Cortesía de la Fundación MOP En aquella época, su objetivo buscaba algo más que la celebridad. Quería ser testigo de la historia. Cuando Nixon dimitió por el escándalo Watergate, ella estaba en la Casa Blanca para recoger el momento en que abandonaba la presidencia en helicóptero, pero la foto que más trascendió de aquel reportaje, la que se puede ver en la exposición, es la que muestra a los soldados recogiendo la alfombra mientras el aparato despega. "Tengo mucho respeto por el fotoperiodismo. La fotografía es un medio muy potente", recalcará varias veces a lo largo del recorrido. 'Life' fue otra revista en la que pudo realizar esa faceta, con una serie sobre poetas que realizó en 1980. Aparece la moda El gran giro en su carrera llegó en 1983, cuando comenzó a trabajar para 'Vanity Fair'. Fue la directora de arte Bea Feitler, con la que había trabajado en Rolling, quien la recomendó y quien le dijo que tenía que empezar a editar más su trabajo, hasta entonces mucho más espontáneo, y entregarse a un tipo de retrato más serio como el que proponía esta publicación. Fue ahí cuando dio el salto del mundo de la música, con su lado salvaje y en el que todo valía, al universo mucho más controlado de Hollywood y sus 'celebrities'. Sin ser exactamente fotografía de moda, de repente la ropa que llevaba la gente importaba. Ella no entendía que alquien tuviera que arreglarse tanto, o que los fotografiados se empeñaran en explicarle cuál era su perfil bueno. "La moda empezó a imponerse, casi por encima del fotógrafo y de la persona. Mis personajes quedaban un paso por detrás de la ropa que llevaban", cuenta Leibovitz de cómo vivió ese shock. "Como fotógrafa joven, yo no había sabido realmente cómo trabajar el color ni cómo colocar a la gente, cómo dirigirla. No tenía ni idea. No podía permitirme comprar esas revistas, eran muy caras. Me quedaba horas de pie, hojeándolas en el quiosco. Lo que me interesaba, más que la moda, era la técnica: cómo utilizaban el color, la composición, qué hacían los personajes...". El último empujón para que se entregara a la causa se lo dió Anna Wintour, cuando la fichó para que en la revista que dirigía, Vogue, se convirtiera definitivamente en una fotógrafa de moda. Universo de fantasía En la pantalla gigante que da entrada a 'Wonderland', la sección puramente de moda de la exposición, se van sucediendo unos 70 diseñadores con los que han trabajado. No faltan Lagerfeld, Tom Ford o McQueen. Después, algunos de sus trabajos más conocidos para Vogue: la sesión llena de cuernos de alce que realizó con Ben Stiller y conocidas modelos con motivo del estreno de 'Zoolander' (2001); las que al hilo de la 'María Antonieta' de Sofia Coppola (2006) realiza con Kirsten Dunst y Jason Schwartzman en Versalles; Natalia Vodianova encaramada al Arco del Triunfo en París. También, las tituladas precisamente 'Alicia en el País de las Maravillas' o 'El Mago de Oz'. Son fotos llenas de fantasía, un universo como de Disney para adultos de imágenes fuertemente retocadas, donde los colores se saturan y hay miles y miles de dólares empeñados en equipo humano y 'atrezzo': si hay que hacerse con un carruaje del siglo XVIII para las fotos de 'Maria Antonieta', es Condé Nast quien paga, para desesperación de Wintour. Casi todos aquellos trabajos los hace con Grace Coddington, directora creativa de Vogue y toda una leyenda que en el vídeo que abre la exposición dice de su compañera fotógrafa: "en el mundo de la moda no hay nadie que pueda hacer lo mismo que ella". Otra vista de la muestra de Annie Leibovitz en A Coruña. / Cortesía de la Fundación MOP Subraya en todo momento Leibovitz que su fotografía siempre ha buscado conocer bien a los personajes, que la fotoperiodista que es esté siempre presente. En sus imágenes de las Kardashian dice que se puede encontrar un cierto análisis social. Cuando viene a España a fotografiar a Penélope Cruz en una célebre sesión muy racial, con Almodóvar y el torero Cayetano Rivera, disfruta conociendo el luegar del que proviene la actriz, con la que ya había trabajado antes en EEUU. Le encanta además el carácter que transmite su retrato, postrada en un sofá antiguo: "Tiene tanta conciencia de si misma...", comenta sobre Cruz. También se para en las fotos de Rihanna embarazada, aunque no son tan célebres como las que había hecho con Demi Moore para la portada de 'Vanity Fair'. O en la de Lenna Dunham en un escaparate de Begdorf & Goodman, con transeúntes reales pasando por delante en la acera. Vuelta a la esencia La exposición se cierra fuera del universo moda, con algunas de sus fotografías más recientes: Elon Musk vestido de astronauta, Salman Rushdie después del ataque, uno de los últimos retratos de Joan Didion o el escultor Michael Heizer y su trabajo de 'land art'. "Me interesan los artistas porque me interesa el proceso", dice Leibovitz. Hay un aire más intimista en todas ellas, menos luz y tonos más apagados, sin artificio, como si la fotógrafa buscase volver a lo esencial. Un gran corcho muestra una multitud de fotografías en pequeño tamaño entre las que quedan muchos huecos libres, como si estuviéramos metidos en su estudio en plena fase de edición. En una pantalla se proyectan algunos de sus mejores retratos, entre los que no falta el de los reyes de España. "El rey estaba muy relajado; la reina estaba un poco más tensa y preocupada, pero es normal: a nadie le entusiasma que le hagan fotos, es duro", dice la fotógrafa, que asegura que tiene "mucha empatía por cualquiera que se ponga delante de una cámara". Faltan en la muestra algunas de sus fotos más icónicas: no está Bette Midler cubierta de rosas, ni Woopie Goldberg emergiendo de un baño de leche, ni tampoco la célebre portada de 'Vanity Fair' con Demi Moore embarazada ya mencionada. Tampoco hay rastro de las dramáticas imágenes que captó en Sarajevo cuando acudió con su pareja, Susan Sontag, a dejar testimonio de la guerra de Bosnia. Ni de las muy polémicas fotos que le hizo a esta durante su agonía hospitalaria y una vez muerta. Mejor obivar ese capítulo que tantos disgustos le ha causado. El que propone la muestra es un viaje a la historia del último siglo en el que no falta casi nadie, al menos de un ámbito como el 'show business' en el que los personajes se muestran con una mezcla muy particular de vulnerabilidad y monumentalidad. "Para conocer la cultura popular de los últimos 50 años tienes que que ver sus fotografías", dice Bruce Springsteen en el vídeo que se exhibe en la entrada. "Un día descubrí que estaba en esta posición privilegiada para fotografiar mi tiempo", asegura ella ante los periodistas, aunque después añada que su apuesta, como su legado demuestra, ha sido siempre la de hacer una fotografía atemporal.
Ver noticia original