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Parana » Informe Digital
Fecha: 17/11/2025 15:10
Entre 1961 y 2022 la productividad total de la agricultura argentina creció a una tasa anual promedio del 1,78%, con el impulso principal proveniente del aumento en la producción de cultivos. Sin embargo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) advirtió en un informe difundido hoy que, pese a que la producción total del agro se multiplicó casi por seis desde la década del 60, el crecimiento más reciente se sustentó sobre todo en la expansión de insumos como tierra, mano de obra, fertilizantes, maquinaria y agua, y no tanto en mejoras de la eficiencia productiva. En ese marco, aunque la década de 1990 concentró el mayor ritmo de avance (3,29% anual), en la última década se registró una desaceleración marcada. El capítulo dedicado a la Argentina en el informe Agricultural Productivity in Latin America and the Caribbean: What We Know and Where We Are Heading, que actualiza las estimaciones de Productividad Total de los Factores (PTF) del sector agropecuario y analiza sus determinantes, señala que en 2018 la eficiencia técnica promedio se estimó en alrededor del 50%, con disparidades significativas entre explotaciones y regiones. “Estos hallazgos sugieren que se podrían lograr ganancias sustanciales de productividad mejorando la gestión de las tecnologías existentes, en lugar de mediante el uso de insumos adicionales o la expansión de tierras”, subrayó. El documento sostuvo que el objetivo fue “presentar estimaciones actualizadas de los niveles de eficiencia total agrícola en la Argentina”, clave para “identificar oportunidades para un uso más efectivo de los recursos y fortalecer la competitividad a través de políticas específicas”. Entre 1961 y 2022 la producción agrícola total creció a un ritmo del 2,6% anual, mientras que la PTF avanzó 1,78% Según el Banco Mundial, entre 1961 y 2022 la producción agrícola total creció a un ritmo del 2,6% anual, mientras que la PTF avanzó 1,78%. Ese diferencial muestra que una parte significativa del crecimiento provino del incremento en el uso de insumos y no de mejoras tecnológicas o de eficiencia productiva. “Los factores y cambios en la productividad total se relacionan directamente con cambios identificables en las políticas comerciales, fiscales y regulatorias que afectan al sector”, asegura el Banco Mundial. Vale recordar que la agricultura es un componente importante de la economía argentina, representando casi el 60% del valor total de las exportaciones y alrededor del 8% del PBI (Indec, 2025). Dentro del agro, los cultivos fueron el gran motor del progreso. La producción de granos creció a una tasa anual del 2,93%, frente al 0,95% de la producción ganadera, detalló el reporte, que también precisó que los cultivos representan hoy el 70% del valor total de la producción agropecuaria argentina. En 1990, la producción total de granos era de 40 millones de toneladas, mientras que en 2024 alcanzó 140 millones, un incremento cercano al 250%; en cambio, la producción de carne vacuna se mantuvo estable en torno a las 3 millones de toneladas anuales durante décadas Esa transformación quedó marcada en los volúmenes: “En 1990, la producción total de granos era de 40 millones de toneladas, mientras que en 2024 alcanzó 140 millones”, un incremento cercano al 250%. En cambio, la producción de carne vacuna se mantuvo estable en torno a las 3 millones de toneladas anuales durante décadas. Evolución de la producción, los insumos y la PTF siguió diferentes trayectorias a largo plazo, con variaciones en las tasas de crecimiento Para medir la productividad, el organismo empleó el índice Färe–Primont que, según explicó, es adecuado en contextos donde la información de precios es limitada, distorsionada o no comparable. Los insumos medidos incluyeron tierra, mano de obra, maquinaria, fertilizantes, nutrientes, semillas, estiércol, agroquímicos, ganado y alimentos para animales. Esta combinación permitió trazar con precisión la evolución de la eficiencia del sector en las últimas seis décadas. El crecimiento de la PTF en diferentes períodos que representan los principales regímenes de política agrícola de Argentina, según lo propuesto por la OCDE (2019), muestra cómo los cambios en las políticas han moldeado el desempeño de la producción y la productividad a lo largo del tiempo El informe recuerda que en los años 60, los cultivos y la ganadería aportaban partes similares del PBI agropecuario pero que, con el correr del tiempo, la relación se modificó profundamente. Esta evolución se visualiza en la variación de la participación relativa de ambos complejos dentro del valor agregado agrícola del país. En paralelo, el documento también incorporó un análisis de eficiencia técnica basado en microdatos del Censo Nacional Agropecuario 2018. Allí, el organismo internacional examinó el comportamiento productivo de soja, trigo, maíz y girasol en seis provincias clave: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa, Entre Ríos y San Luis, que concentran más del 70% del área de granos y oleaginosas del país. El organismo internacional examinó el comportamiento productivo de soja, trigo, maíz y girasol en seis provincias clave: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa, Entre Ríos y San Luis, que concentran más del 70% del área de granos y oleaginosas del país Según esos datos, en la región pampeana operan unas 90.000 explotaciones agropecuarias, alrededor del 36% del total nacional, aunque representan casi las tres cuartas partes de la superficie destinada a los principales cultivos analizados. Para estimar la eficiencia se aplicó un modelo de frontera estocástica, que permite medir el desvío entre los productores más eficientes y el resto. De esta forma, el estudio busca identificar brechas tecnológicas y potencial de mejora dentro del mismo sistema productivo. En detalle, el análisis de eficiencia revela un margen de mejora considerable, principalmente mediante un mejor aprovechamiento de las tecnologías y los recursos existentes: “La eficiencia técnica promedio estimada es de aproximadamente el 50%, lo que indica que los productores actualmente operan a solo la mitad de su potencial. Esto subraya la oportunidad de aumentar los rendimientos optimizando las prácticas actuales en lugar de incrementar las cantidades de insumos. Es importante destacar que, dado que el análisis no encontró una variación significativa en la eficiencia técnica según el tamaño de las parcelas, se podrían lograr aumentos potenciales de productividad en diferentes escalas de producción, lo que refuerza el potencial de un impacto generalizado mediante una mejor utilización de los recursos”. Enfatizó que entender estas brechas es clave para diseñar políticas que permitan ganar competitividad sin necesidad de expandir indefinidamente la frontera agrícola. Esto adquiere mayor relevancia ante el hallazgo central del informe: en los últimos años, la Argentina creció más por sumar insumos que por multiplicar su eficiencia. El capítulo dedicado a la Argentina en el informe Agricultural Productivity in Latin America and the Caribbean: What We Know and Where We Are Heading, que actualiza las estimaciones de Productividad Total de los Factores (PTF) del sector agropecuario y analiza sus determinantes, dice que en 2018, la eficiencia técnica promedio se estima en alrededor del 50%, con disparidades significativas entre explotaciones y regiones La comparación histórica deja en evidencia que el incremento del uso de tierra, maquinaria y fertilizantes acompañó —y en muchos casos superó— las mejoras en eficiencia logradas a través de innovación, genética, manejo o incorporación de tecnología de procesos. El informe plantea que esta tendencia señala la necesidad de políticas específicas orientadas a impulsar la productividad total de los factores: gestión de suelos, desarrollo tecnológico, digitalización, genética, mejora en infraestructura y eliminación de cuellos de botella que afectan la competitividad del sector. Destacó que cualquier mejora marginal en productividad tiene impactos significativos sobre el crecimiento, las exportaciones y la sostenibilidad ambiental del país. Hacia el final, el BID subrayó que la Argentina posee uno de los sistemas agrícolas más dinámicos de América Latina, pero que enfrenta el desafío de volver a acelerar la productividad, especialmente en un contexto global de mayor demanda de eficiencia y menor margen para expandir la frontera agrícola. “El fortalecimiento de los sistemas de información agrícola y la garantía de la disponibilidad pública de datos confiables son esenciales para el diseño e implementación de políticas eficaces. Para mejorar el diseño y la focalización de las políticas, las inversiones deben priorizar la mejora de la disponibilidad y la accesibilidad de información detallada sobre producción, insumos, precios, acceso a tecnologías, adopción de prácticas y características socioeconómicas”, detalla.
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