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Concordia » El Heraldo
Fecha: 15/11/2025 09:52
El celular opera como un “chupete electrónico”. La comunicación materna y paterna, los abrazos, las caricias, la palabra íntima, ya no calma, en muchos casos, la angustia del niño que comienza el uso, abuso y la adicción de esas máquinas seductoras. ¿Tendrá algo que ver, alguna incidencia, este nuevo escenario con la presencia de las dificultades del habla en muchos niños y con la proliferación de diagnósticos en la infancia? No hay dudas sin embargo que los aparatos tecnológicos, sobre todo los celulares móviles, han transformado la configuración y los modos de construcción de la subjetividad. Los juegos ya no despliegan la fantasía ni elaboran traumas infantiles, ya no nutren el pensamiento y la afectividad, sino que consisten en estímulos visuales de las pantallas, a los que los niños responden pasivamente. El cambio es regresivo. En mi opinión empobrece la imaginación, la inteligencia, la tramitación simbólica de la experiencia. Debilita el procesamiento psíquico de la vida emocional. Pongo un ejemplo: meses atrás una docente me contaba que había dado como consigna a sus alumnos pre-adolescentes “identificar una emoción propia y describirla”. Varios alumnos recurrieron a la IA, al chatgpt. Algunos le pidieron abiertamente utilizar ese recurso. Consultar al chat sobre una emoción propia. Es una paradoja con efectos de desconexión psíquica. Pensar, sentir, actuar se escinden y disocian. Las emociones se alienan, se desconocen. Además la idea de proceso se reemplaza por la inmediatez. Así la relación con el tiempo adquiere otra dimensión, otra velocidad. Con el conocimiento de la realidad pasa lo mismo. Ya no hay búsqueda, indagación. La propuesta puede ser investigar un tema de historia o geografía. Antes de la revuelta tecnológica los alumnos debían comprender las preguntas, seleccionar en ocasiones libros en la biblioteca, leerlos, comprender la lectura y responder las consignas para, ya en la clase el intercambio con sus compañeros de clase y con el docente, enriquecen dialécticamente la producción. Hoy, en virtud de la I.A ese proceso desaparece y con él el pensamiento crítico, porque las respuestas anteceden a los interrogantes que pudieran formularse, aquellos que son el fundamente del pensamiento crítico. La educación bancaria que preocupaba a Paulo Freire es facilitada por el Chatgpt, hoy los estudiantes repiten más dócilmente los conocimientos elaborados por otros. Además las respuestas inmediatas, la ausencia de la duda, de la pregunta, de los tiempos necesarios para el aprendizaje se evidencian en la cada vez más elevada ausencia de tolerancia frente a las frustraciones. Estas suelen vivirse como fracasos catastróficos e irreversibles. Sin embargo el ensayo y el error que implica la paciencia al tropiezo como parte del aprendizaje son fundamentales en el desarrollo humano. Imaginen un bebé abandonando su intento de caminar a la primera caída. La relación alienada con las pantallas y los teléfonos móviles alteraron la comunicación y la socialidad. Es habitual la escena en la que una serie de personas comparten tiempo y espacio paro permanecen aisladas y concentradas, cada una en la pantalla de su celular. Allí donde antes había diálogo, ahora hay soledad, alejamiento, incomunicación. Incluso cuando además del espacio y el tiempo se comparta una tarea, por ejemplo un recreo escolar, un almuerzo familiar. Las palabras y sobre todo el intercambio material, corporal, quedan excluidos. Estamos viviendo un “mundo de soledades híper-comunicadas” (Gabriela Dueñas). De separación corporal, de desconexión social, de silencio y empobrecimiento afectivo bajo la ilusión de la híper-comunicación. En realidad estamos híper-conectados a un aparato, a una máquina, que nos des-sensibiliza, nos deshumaniza. ¿Cuánto tendrá que ver esta pérdida de la sensibilidad con la apatía, la abulia, la desconexión afectiva, y también el aturdimiento, producto del bombardeo de noticias, de abrumadores estímulos, frente a situaciones espantosas que muchos asimilan sin escandalo ni conmoción?; ¿Cuánto de la indiferencia y la impasibilidad frente a acontecimientos espeluznantes como ver personas comiendo de la basura, jubilados reprimidos salvajemente o personas con discapacidad empobrecidos y sin recursos, se afirmarán en estas inconexiones y bloqueos?; ¿Cuánto del odio, la exaltación social y la violencia cotidiana?. Debemos volver a convocar a la palabra, a la sensibilidad, al diálogo y al intercambio afectivo para reafirmar una humanidad más vigorosa y rica, más receptiva y conectada consigo y con los otros, que contribuya a la pacificación y la convivencia y a una ética del respeto irrestricto por los semejantes. En ese sentido quiero destacar la labor extraordinaria que el “Taller de expresión para adolescentes de lazos en red”, la red de vecinos voluntarios para la prevención del suicidio de Concordia, coordinado por la Profesora de lengua y literatura y estudiante de acompañamiento terapéutico, Verónica Bordagaray, está coordinando, todos los sábados a las 18 en la sede de la UADER, Quintana 37. Ella dice sobre esta experiencia que el “objetivo central del taller es generar y sostener la propuesta de encontrarse y acompañarse mutualmente, en el transitar por las distintas experiencias personales. Partiendo de alguna actividad de escritura o de intercambio lúdico, promovemos el encuentro desde la amorosidad para que surja desde allí la palabra y también el silencio contenido por el grupo. Dar lugar al abrazo, a la risa y al llanto, a la cálida cercanía que les permita desplegarse-en y con los otros- de manera singular y única en cada encuentro y a partir de cada encuentro, en todo lo demás”. Para eso “invitamos a prescindir del celular por ese rato y registrar al otro desde la mirada y la escucha plena”. Es un camino y una dirección auspiciosa. Ads Ads
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