13/11/2025 03:43
13/11/2025 03:43
13/11/2025 03:43
13/11/2025 03:42
13/11/2025 03:42
13/11/2025 03:42
13/11/2025 03:42
13/11/2025 03:42
13/11/2025 03:42
13/11/2025 03:42
» Misionesopina
Fecha: 13/11/2025 01:54
En General Urquiza las maniobras del clan Blodek sumaron un nuevo capítulo. Ahora, la intendenta Fátima Cabrera –electa diputada provincial y obligada por ley a ceder el mando municipal a su primer concejal, José Ptaszenczuk– intenta instalar, a través de operadores y dirigentes de peso, la idea de que el edil “está con la oposición”. Con ese argumento, buscan justificar que ella no renuncie y se mantenga al frente del municipio, desnaturalizando la sucesión democrática que establece la normativa. Según reconstruyó Misiones Opina, el operativo comunicacional no fue espontáneo: partió de un alto dirigente renovador -que fue candidato- que hizo circular en medios provinciales una versión tendenciosa. En esa operación, se presenta a Cabrera como garante de la “paz local”, dispuesta a sacrificar su banca de diputada para “sostener el municipio”, mientras Ptaszenczuk aparece como un concejal que habla con todos los sectores. Pero esa es una versión interesada de la situación. Como si hablar con otros sectores fuera una conducta prohibida para un concejal. ¿Desde cuándo conversar con la oposición es motivo de destitución? ¿En qué municipio democrático un edil puede ser acusado por dialogar? El absurdo expone la verdadera motivación: impedir que alguien ajeno al núcleo familiar –aunque sea renovador y aliado histórico– asuma el mando municipal. Ptaszenczuk fue aliado de Cabrera los últimos seis años. Dentro de la propia Renovación hay posturas encontradas. Roque Gervasoni, presidente del IMAC, histórico renovador de discurso frontal, salió al cruce en Facebook con una frase que resuena en toda la provincia: “En la Renovación no tenemos candidaturas testimoniales”. Un mensaje dirigido sin vueltas a Cabrera: si no asume la banca para la que fue electa, habrá engañado a sus votantes. Presentarse, pedir el voto, comprometerse públicamente y después no asumir es faltar a la palabra. No hay argumento que lo maquille. El planteo es sencillo y contundente: si una intendenta electa como diputada se queda en el municipio para sostener un esquema familiar, no es por la institucionalidad ni por la “paz social”. Es por la caja y el poder. General Urquiza maneja un presupuesto cercano a los 100 millones de pesos por mes, además de contratos, vales municipales y obra pública concentrada hace años en el mismo círculo familiar. Comparado con eso, el sueldo de diputada es casi secundario. El poder real está en el municipio. La maniobra quedó a la luz cuando Misiones Opina reveló el domingo 9 que había una intención de destituir a Ptaszenczuk para dejar la intendencia en manos de su hija, Agostina Blodek, concejal de 25 años que ni siquiera vive en el pueblo. Ese operativo se frenó solo porque los vecinos advirtieron que cortarían la Ruta 12 si consumaban el atropello. Las operaciones y la maniobra destituyente no convencen. Ni en el pueblo, ni en Posadas. En el Gobierno de la provincia ya dejaron claro que no tolerarán feudos familiares ni escándalos que desgasten al espacio político. Y la sociedad local, mucho menos. Además de Cabrera, se sabe que en la maniobra está su esposo, Horacio Humberto Blodek, el ex ministro de Turismo de Maurice Closs, a quien el exgobernador radical renovador señaló como "su amigo". Blodek es el cerebro mientras que Cabrera es la cara de una alianza política y familiar que se expuso a la luz y mostró una cara desconocida hasta ahora. Hoy el debate es otro: el valor de la palabra, del voto y de las instituciones. Porque si una intendenta electa diputada decide no asumir para perpetuar un esquema familiar, lo que está en juego no es solo un cargo. Es el respeto al mandato popular. Y es, también, el mensaje que queda para el resto de la provincia.
Ver noticia original