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  • Cumbre climática global en la Amazonía: cuáles son los ejes centrales que se discutirán en la COP30 de Brasil

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 08/11/2025 02:43

    El Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, y otros delegados que asisten a la Cumbre del Clima de Belén, previa a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), posan para una foto de familia en Brasil (REUTERS/Adriano Machado) La ciudad de Belém do Pará se prepara para recibir a una de las conferencias climáticas más decisivas del último tiempo: la COP 30. Desde el 10 al 21 de noviembre, cerca de 50.000 representantes de gobiernos, organizaciones científicas, pueblos indígenas, universidades, empresas y organismos internacionales se reunirán allí para discutir los pasos siguientes en la lucha contra el calentamiento global. La elección de esta sede no fue casual: Belém se encuentra en la entrada del mayor bosque tropical del planeta. La decisión de situar la COP30 en la selva apuntó a desplazar el eje de la conversación climática desde los centros de poder financiero hacia los territorios donde el Cambio Climático ya deja huellas visibles. El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva definió esta cumbre con una frase clara: “discutir la Amazonía en la Amazonía”. Brasil buscó afirmar liderazgo regional y mundial al colocar su ecosistema más emblemático como punto de partida para redefinir estrategias globales de mitigación y adaptación. La COP30 reunirá a miles de delegados en Belém para debatir cómo frenar el calentamiento global, proteger los bosques tropicales y fortalecer la transición energética (REUTERS/Adriano Machado) Durante los últimos años, el país pasó por etapas contradictorias en materia ambiental, pero en esta oportunidad intenta mostrarse como promotor de soluciones concretas, mayor inclusión de actores locales y una agenda que reconoce el rol histórico de los bosques en el equilibrio climático planetario. Augusto Carrera, integrante de la Comisión Asesora en Ambiente local, explicó que la presidencia brasileña definió tres prioridades que atravesarán todas las discusiones: implementación, inclusión e innovación. “Esto significa que, más allá de promesas, se buscará acelerar la ejecución concreta de acciones climáticas, incluir y dar voz a actores no tradicionales (gobiernos locales, comunidades indígenas, jóvenes) e incentivar soluciones innovadoras”, sostuvo. También añadió que Brasil propuso el concepto de un “Mutirão Global”, entendido como un esfuerzo colectivo que involucra a todos los sectores sociales, estatales y económicos. Una cumbre que llega en un momento clave del Acuerdo de París Brasil busca consolidar liderazgo climático regional mediante una agenda que coloca a la Amazonía en el centro de las decisiones internacionales sobre el clima (AP) La COP30 se desarrollará 10 años después del Acuerdo de París, el marco internacional que fijó la meta de limitar el calentamiento global a un máximo de 1,5°C. Este aniversario no tiene un carácter simbólico únicamente: funciona como instancia de revisión. Cada país debe presentar compromisos nacionales de reducción de emisiones, llamados NDC (Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional). El problema es que, con los compromisos actuales, el mundo se dirige hacia un incremento de entre 2,1°C y 2,6°C. La distancia entre metas y realidad se ensancha. La COP30 funciona como revisión de los compromisos del Acuerdo de París, evaluando si los países cumplen las metas necesarias para limitar el calentamiento global a 1,5 grados (AP Foto/Eraldo Peres) Eduardo Piacentini, licenciado en Ciencias de la Atmósfera y Matemático de la Universidad de Buenos Aire (UBA), recordó a Infobae que Argentina fue país anfitrión en el 1998 y en el 2004. Y que esta Cumbre Mundial del Clima es la oportunidad para que los países miembros de la ONU envíen sus propuestas, conflictos y necesidades concernientes a las actividades relacionadas al problema del cambio climático. “Los negociadores buscarán el espacio para que todos se comprometan a desarrollar, cumplir y hacer cumplir a los efectos negativos del cambio climático. Y también de mitigar las consecuencias derivadas de fenómenos climáticos cada vez más severos y más frecuentes con los resultados a la vista”, precisó a Infobae el ex director del Departamento de Cambio Global del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). En tanto, Matilde Rusticucci, profesora emérita de la Universidad de Buenos Aires, investigadora del Conicet y coautora de informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, destacó a Infobae que esta cumbre también será una oportunidad para tratar el tema de cambio climático y su impacto en la salud humana. Brasil anunció un aporte inicial de mil millones de dólares al Fondo Bosques Tropicales para Siempre, esperaba que otras naciones confirmen apoyo durante la cumbre (REUTERS/Wagner Santana) La especialista indicó que la creación de la Red de Clima y Salud para América Latina y el Caribe, establecida formalmente en 2021 fue convocada por la Alianza Mundial para el Clima y la Salud (GCHA). La red reúne ahora a más de 40 organizaciones unidas por un objetivo común: amplificar la voz de la comunidad de salud y clima en todo el continente. La entidad entiende que a pesar de ser una región rica en diversidad biológica y cultural, América Latina y el Caribe (ALC) presenta altos niveles de desigualdad y pobreza, lo que la hace más vulnerable al cambio climático. Así, diferentes enfoques, como la salud pública, la salud ambiental, la salud planetaria, la salud mental, la medicina familiar y la pediatría son claves. Seis ejes para negociar en Brasil El Fondo Bosques Tropicales para Siempre propone recompensar a países que preserven sus selvas, creando una base financiera estable para la conservación ecosistémica (REUTERS/Adriano Machado) La presidencia brasileña propuso seis ejes para ordenar las negociaciones: Transición energética Manejo sostenible de bosques y océanos Transformación agrícola Resiliencia urbana Desarrollo humano Financiamiento climático Detrás de estas categorías se encuentra una disputa mayor: cómo financiar la transición ecológica. Durante la COP de 2023 se aprobó el Fondo de Pérdidas y Daños, destinado a compensar a los países más vulnerables por impactos climáticos ya inevitables. Pero ese fondo no recibió aún los aportes suficientes. También existe una meta, aún incumplida, de movilizar 100.000 millones de dólares anuales en financiamiento climático hacia países en desarrollo. Brasil y Azerbaiyán deberán presentar ahora una propuesta que muestre un camino para alcanzar 1,3 billones de dólares por año. El número expresa la magnitud de la transformación requerida. La presidencia de la COP30, a cargo del diplomático brasileño André Corrêa do Lago, lo sintetizó al afirmar: «Ahora es el momento de dejar atrás la inercia». La frase funcionó como señal de urgencia: el tiempo para debates abstractos terminó. Varias cabezas de ganado transitan por un área deforestada ilegalmente en una reserva extractiva cerca de Jaci-Paraná, en el estado de Rondonia, Brasil. (AP Foto/Andre Penner, Archivo) Bosques tropicales como nueva base financiera y política Entre las propuestas más concretas de Brasil se destaca el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF). Este mecanismo apunta a premiar a los países que preserven sus selvas en lugar de estimular su explotación extractiva. A diferencia de programas anteriores, que asignaron fondos según la reducción de deforestación año tras año, el TFFF busca garantizar ingresos estables incluso cuando un país llegue a cero deforestación. La idea consiste en convertir la conservación en una actividad económicamente sostenible. La meta inicial del fondo se fijó en 125.000 millones de dólares. Brasil ya anunció un primer aporte de 1000 millones y espera que otros países y organismos multilaterales anuncien contribuciones durante la cumbre. Si prospera, el proyecto representará un giro conceptual importante: el bosque dejará de ser un espacio económico subordinado a la expansión agropecuaria o minera y pasará a funcionar como un activo global cuyo valor reside en su existencia. La Amazonía cumple un rol que no puede reemplazarse. Sus bosques absorben cerca del 15% del dióxido de carbono emitido en el mundo y regulan lluvias y temperaturas en toda Sudamérica. Países vulnerables reclaman financiamiento estable para adaptación climática, infraestructura resiliente y protección de comunidades afectadas por eventos extremos (REUTERS/Adriano Machado) Sin embargo, enfrenta presiones intensas: incendios, deforestación ilegal, expansión de fronteras agrícolas y actividades económicas que avanzan sobre territorios indígenas. La COP30 introduce la posibilidad de discutir la selva como sujeto de derechos. Este enfoque, inspirado en precedentes legales de países sudamericanos, busca que la protección del bosque sea obligación jurídica y no solo compromiso voluntario. Los pueblos originarios aparecen como actores fundamentales en esta perspectiva. Son ellos quienes sostuvieron prácticas de cuidado territorial durante siglos. Para garantizar su participación plena, el marco internacional reconoce el derecho a la consulta previa, libre e informada establecido en el Convenio 169 de la OIT. La inclusión de estas comunidades no se presenta como gesto simbólico, sino como condición para la conservación efectiva. La cumbre también abordará la transición energética. Brasil planea promover un acuerdo para cuadruplicar la producción de biocombustibles hacia 2035. Este impulso se vincula con otra discusión relevante: cómo “alejarse” de los combustibles fósiles, compromiso asumido por los países en la COP anterior. Aunque no se planteó todavía un calendario común para abandonar petróleo, gas y carbón, el debate promete ocupar espacio central. La COP30 incluirá un esfuerzo para controlar la validez de compromisos corporativos mediante una plataforma que permita verificar avances reales y no anuncios vacíos (REUTERS/Riska Munawarah/File Photo) La Unión Europea llega a Belém con un mensaje ambicioso: reducir 90% de sus emisiones para 2040 respecto de 1990. Este objetivo busca mostrar liderazgo global. Sin embargo, organizaciones ambientalistas cuestionaron la flexibilidad otorgada a ciertos países miembros. La financiación climática vuelve a concentrar tensiones. Países en desarrollo exigen recursos previsibles para infraestructura resiliente, transición energética y cuidado de ecosistemas. La Unión Europea destacó que destinó 31.700 millones de euros en 2024, pero las exigencias globales superan ampliamente estas cifras. La COP30 se convierte entonces en tablero de negociación sobre cómo distribuir responsabilidades y capacidades. Al mismo tiempo, Brasil anunció que buscará mayor transparencia en los compromisos voluntarios de empresas y organizaciones, mediante una plataforma digital que permita monitorear avances reales. La intención apunta a evitar que promesas climáticas queden solo en anuncios sin verificación. La COP30, en este contexto, no se perfila como un evento diplomático más. Funciona como instancia para decidir si el mundo puede acelerar su respuesta antes de que la ventana para limitar el calentamiento se cierre de manera irreversible. La Amazonía se transforma en símbolo y territorio activo. Allí se encuentran comunidades que viven las consecuencias del cambio climático, científicos que estudian sus dinámicas ecológicas y gobiernos que deben coordinar políticas de largo plazo. La cumbre ofrece oportunidad para reorientar prioridades globales. Si logra acuerdos claros, será recordada como el momento en que la protección de la naturaleza dejó de ser declaración y pasó a ser estructura. Si no, se recordará como una oportunidad perdida frente a una crisis que no espera.

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