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» Diario Cordoba
Fecha: 02/11/2025 16:55
El modelo tradicional de venta minorista está en proceso de transformación. Mayoristas y detallistas de Córdoba parecen convencidos de asistir al final de una era que se extinguirá con ellos y que vive sus últimos coletazos, lo que está forzando a Mercacórdoba a adaptarse a los tiempos y consolidar su faceta como centro de logística alimentaria. La falta de relevo familiar y de personal formado en la cadena de distribución y venta explica esa visión generalizada, alimentada por la convicción de que las nuevas generaciones no están dispuestas al esfuerzo diario que supone trabajar en este sector. Ni siquiera los hijos de los que trabajan en este negocio, cuyos padres aseguran sin dudar que quieren algo mejor para ellos. Es martes, día grande de la venta de pescado en Mercacórdoba, pero la sala donde se producen las transacciones funciona a medio gas. Atrás queda la estampa del bullicio desenfrenado de antaño. Según datos de Mercacórdoba, en sus instalaciones operan actualmente 26 mayoristas, 9 de pescado y 17 de frutas y verdura, una cifra que en los últimos diez años ha caído drásticamente, igual que el volumen de ventas, que en 2024 fue de 4.000 toneladas de marisco y pescado entre fresco y congelado y 46.000 toneladas de fruta y verdura. «Hemos llegado a tener 280 minoristas y ahora estamos en unos 110, menos de la mitad», detallan. Mercacórdoba, con más de 86.000 metros cuadrados, es desde hace más de 30 años punto de encuentro para la compraventa diaria de fruta y pescado (la carne tiene otras vías de distribución directa), un espacio alquilado por los mayoristas, que fijan los precios de sus productos sin que Mercacórdoba intervenga para nada, en un modelo puro de competencia. Ningún precio está a la vista, cada cual es libre de ajustarlo a cada comprador según variables que van desde la urgencia por vender a la relación establecida con los comerciantes a lo largo del tiempo. No se ve mucha variedad de pescado esta mañana, pero sí los más vendidos, que en Córdoba son los boquerones, bacaladilla, sardina, merluza, pescada y chirla mientras en el mercado de fruta predomina el producto de temporada. Manoli, una de las mujeres pescaderas que acuden a Mercacórdoba a por género. / Juan Manuel Vacas Hasta hace un par de décadas, el número de distribuidores y comerciantes que acudían a vender y comprar era el doble que ahora y los protagonistas eran jóvenes al frente de negocios boyantes, muchos de ellos heredados, que participaban alegremente en subastas y regateos para obtener el mejor precio. Había rachas malas de pescado y de fruta, casi siempre debido a la meteorología, pero si detrás del mostrador había un profesional con don de gentes, «algo que escasea», afirman, el ingreso de un sueldo más que holgado estaba garantizado. En la última década, los cambios en los hábitos alimenticios, en el modelo de familia y en las expectativas profesionales y personales han dado al traste con ese mundo. Caída de las ventas La caída de las ventas de pescado ha corrido en paralelo con el cambio de destino del producto, menos demandado por el consumidor particular y más por la hostelería, en fase ascendente. La edad media de los pescaderos cordobeses presentes en Mercacórdoba está entre 55 y 60 años y, salvo excepciones, la mayoría son hombres. Salvi, de La Carlota, y Manoli, de Córdoba son la excepción. «Hay que luchar todos los días porque ya todo el mundo quiere el pescado arreglado y eso nos da más trabajo a nosotros y alarga la jornada diaria». Salvi estudió Empresariales, pero en su deseo de conciliar probó suerte con el negocio familiar y ahí sigue, algo que en su opinión, «ni se plantean los jóvenes porque levantarse a las cuatro de la mañana todos los días es algo impensable para ellos». Francisco Mengual, mayorista de fruta y verdura, en Mercacórdoba. / Juan Manuel Vacas En las fruterías, la realidad es ligeramente distinta. Hay mayoristas como Francisco Mengual que tiene una hija en el negocio. Aún así, es pesimista y asegura que no hay futuro «porque nuestros clientes son los pequeños comercios y si están desapareciendo, a nosotros nos pasará igual». Los mayoristas lamentan el cierre de los negocios de barrio, pero observan que el relevo viene por otro lado. Llevar un negocio de pescadería requiere una mayor formación y conocimiento del producto que una frutería, así que los traspasos de pescaderías parecen condenadas al fracaso. Sin embargo, en muchas fruterías, son los inmigrantes de distinta procedencia y no los hijos de los propietarios los que están dando otra vida a las que cierran. Petidier, frutero minorista que ha aumentado la venta a la hostelería. / Juan Manuel Vacas También hay cordobeses empeñados en buscar nuevos mercados. Petidier es frutero desde hace 25 años. Su negocio está en Arroyo del Moro y, para adaptarse a los tiempos, ha empezado a vender a hostelería y entre sus clientes está el chef Paco Morales. «En hostelería, hemos subido dos peldaños», asegura, «el pequeño comercio está bajando, aunque la calidad sea superior a la que se da en las grandes superficies porque nuestro producto es diario», sentencia, pero toca «buscar nuevos clientes» y, en su opinión, «el futuro está en la hostelería». Innovación en pescado y fruta Si en el pescado La Carihuela o Pablo Pescaderías, entre otros, están optando por la innovación y la transformación, en el mundo de las frutas y verduras, firmas como Valverde son la punta de lanza del negocio, ya que están en toda la cadena de valor, desde el comercio de barrio hasta el negocio mayorista y transformación y la gestión de fruterías de una cadena de supermercados como Deza. Pese a todo, José Valverde, hijo de frutero e impulsor del cambio, no ve futuro a largo plazo. «Falta personal, no hay gente con ganas de trabajar en esto, los jóvenes prueban, pero no están dispuestos al sacrificio que supone trabajar un sábado o levantarse a diario a las cuatro de la mañana», asegura, «cuando hay problemas, a mi me salvan los veteranos». Pese a liderar un negocio boyante, tiene claro que después de él no habrá relevo. «Mis hijos no quieren trabajar en esto y yo tampoco se lo recomiendo», sentencia. Nave de envasado y transformación de fruta y verdura de Valverde. / Juan Manuel Vacas Ese es el sentir general. Javier Baena es mayorista de pescado. Trabaja de martes a sábado viajando por toda España para «traer a Córdoba el mejor pescado posible al mejor precio para los minoristas» , pero «cada vez es más difícil». Heredero del negocio familiar, a sus 54 años tiene claro que su hijo no se dedicará a esto. «Es un trabajo muy duro y él tiene cabeza para estudiar», señala convencido. Salvador, pescadero de toda la vida en el Campo de la Verdad, dice lo mismo y así los demás. Sergio Mármol es mayorista de fruta y verdura y afirma que el negocio está «en tiempos bajos porque hay mucha competencia». Lo que más se vende es la fruta del tiempo aunque la presión por los precios que ejerce el consumidor en tienda se traslada en el mercado al mayorista. Según Sergio, ya no hay compradores fieles «porque la calle ha llevado a eso y todo el mundo aprieta para rascar el céntimo». Ante esta realidad, Mercacórdoba ha optado por potenciar su faceta como unidad de logística alimentaria, compaginando su función como punto de encuentro de mayoristas y minoristas con la de espacio donde realizar los procesos de transformación de producto (Samoa, La Carihuela o Pablo Pescaderías son la avanzadilla) y ofreciendo servicios complementarios como el párking de camiones, la báscula o las cámaras frigoríficas. Reutilización de residuos También se ha puesto las pilas para gestionar la reutilización de los residuos que se generan en la actividad diaria. El corcho blanco se recoge y se recicla para fabricar aislantes en la construcción; los restos de pescado, considerados peligrosos, se derivan a una empresa especializada para su transformación en harina de pescado; y los restos de fruta, para alimentación animal mediante convenios con ganaderos. El futuro ya es presente y solo cabe adaptarse a lo que viene.
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