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  • Continuidad con cambio

    » Misionesparatodos

    Fecha: 19/10/2025 10:01

    En Misiones, la política no repite escenas: las reescribe. Mientras el país sigue atrapado en la saga del centralismo, el Frente Renovador de la Concordia ensaya una secuela distinta, donde la continuidad no es rutina y el cambio no es ruptura, sino la evolución natural de un proyecto que aprendió a gobernar con sensatez, gestión y pertenencia. En política, como en las buenas películas, no todo lo que cambia es una ruptura ni todo lo que continúa es una repetición. “Continuidad con cambio” podría ser el título de una secuela dirigida por un cineasta que entiende el arte de la transición: los mismos protagonistas, nuevos escenarios, y una trama que conserva su espíritu pero ajusta el guion a las circunstancias del tiempo. Eso es, en definitiva, lo que propone el Frente Renovador de la Concordia. La provincia sigue su curso, con políticas que sostienen un modelo probado —basado en la sensatez, la previsibilidad y la gestión—, pero con una lectura actualizada del contexto nacional. Porque si algo enseñó la historia reciente, es que los gobiernos nacionales, sean del color que sean, siempre terminan mirando al país desde Buenos Aires. Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y ahora el propio Javier Milei… distintos nombres, mismo libreto. La visión unitaria se repite como una saga que no aprende de sus errores. Frente a ese centralismo reincidente, la Renovación vuelve a plantarse con equilibrio. Hugo Passalacqua encarna la serenidad del estadista que prioriza lo concreto; Lucas Romero Spinelli acompaña desde la gestión con mirada técnica y cercana; y Oscar Herrera Ahuad, anticipando su nuevo rol, consolida una línea de continuidad que no se conforma con administrar, sino que busca ampliar la frontera política del misionerismo. El 17 de octubre encontró a la militancia misionera reunida en el club Huracán de Posadas, donde la Renovación volvió a demostrar que los símbolos pueden actualizarse sin perder su esencia. En un acto multitudinario que desbordó de energía y convicción, el presidente de la Cámara de Representantes y candidato a diputado nacional, Oscar Herrera Ahuad, encabezó la conmemoración del Día de la Lealtad Peronista con un mensaje que trascendió las fronteras partidarias. “Estuvimos por todos lados y vamos a seguir recorriendo, porque es la única forma de confeccionar la agenda legislativa necesaria para resolver nuestros problemas”, afirmó Herrera Ahuad, en alusión a su paso por municipios, chacras y colonias, donde viene recogiendo las demandas que llevaría al Congreso Nacional. Su discurso, más que una arenga, fue una reafirmación del método: la política del territorio, del diálogo y de la cercanía. También puso el foco en el sector productivo, recordando su trabajo en defensa de los yerbateros y de la forestoindustria, y los logros obtenidos durante su gestión como gobernador: “El productor nos necesita y nosotros estamos a disposición”, dijo, evocando el mejor precio histórico para la hoja verde y los avances logrados en la apertura de mercados internacionales y la implementación de la tasa 0 de exportación, que garantizó que toda la obra pública nacional utilice madera misionera. En materia social, reafirmó su compromiso con la educación y la salud pública, y con los sectores más vulnerables: “Impulsaremos una ley para la devolución del IVA en productos de la canasta básica para jubilados y pensionados”, anunció, dejando en claro que la representación de Misiones en el Congreso tendrá una brújula clara: la defensa de los derechos y la economía familiar. Así, la jornada del 17 de octubre fue algo más que una efeméride. Fue un mensaje político: el de una fuerza que reivindica su raíz popular, pero que mira hacia adelante, con la convicción de que la continuidad con cambio no es un eslogan, sino una práctica cotidiana de gestión y compromiso con la gente. La semana también dejó una noticia triste: la muerte de Hernán Damiani, en pleno debate transmitido por streaming. Tenía 64 años y habría cumplido 65 en diciembre. Fue concejal de Posadas, diputado nacional, presidente de la Unión Cívica Radical en Misiones y, sobre todo, un hombre generoso con los demás. Padre político de varias de las figuras que hoy representan el recambio dentro del radicalismo, Damiani encarnó una forma de hacer política que trascendía las fronteras partidarias: la del respeto, la del diálogo y la de la palabra empeñada. Su partida deja un vacío en un tiempo donde sobran voces y escasean ejemplos. Y quizás, en medio de la vorágine de la coyuntura, valga recordarlo así: como un dirigente que entendía que la política, antes que una disputa por el poder, es una forma de cuidar al otro. En un país que repite sus películas, Misiones elige escribir su propio guion. Continuidad, sí, pero con cambio; cambio, sí, pero con rumbo. Focos vietnamitas Por primera vez en la historia, el Tesoro de los Estados Unidos intervino para intentar contener el derrumbe del peso argentino… y fracasó. Ni los dólares del norte, ni las fotos de ocasión con Javier Milei alcanzaron para torcer la desconfianza que late en la city porteña, ese campo de batalla donde los operadores financieros parecen más cercanos al espíritu vietnamita que al libreto del Fondo Monetario Internacional (FMI). El símil no es exagerado. Aquellos pequeños focos de resistencia en el sudeste asiático lograron desgastar a una de las potencias más poderosas del mundo. Y hoy, salvando las distancias, algo parecido ocurre en el corazón del sistema financiero argentino: una guerrilla de desconfianza, una resistencia silenciosa al relato del milagro libertario. Milei sonríe con los dólares en la mano, pero el mercado —ese juez que no perdona— ya no le cree. No se trata solo de números o reservas. Es una cuestión de credibilidad, un bien más escaso que los billetes verdes. La gente ya no confía en las promesas de estabilización, ni en los discursos épicos que aseguran que el ajuste ya terminó. En las calles, los precios suben; en las casas, falta plata; y en las pantallas, la volatilidad se volvió paisaje cotidiano. El experimento económico del gobierno empieza a parecerse a un Vietnam financiero: el enemigo no está afuera, sino adentro. Los propios aliados —los bancos, los fondos, los empresarios— empiezan a dudar. Y cuando los que tienen dólares no los venden, ni el Tesoro estadounidense puede sostener la fe en el peso. El problema de fondo es político: la inseguridad no está solo en las calles, sino en la conducción económica. Un país que delega su soberanía monetaria, que celebra la intervención extranjera como un triunfo y que aplaude la fuga de capitales como libertad de mercado, termina convertido en un territorio sitiado por la incertidumbre. Mientras Milei exhibe su foto con Trump y su fe en el orden natural del dólar, la realidad le devuelve un espejo impiadoso: el poder no se mide en selfies, sino en confianza. Y la confianza, una vez perdida, no se recompra ni con todo el oro de la Reserva Federal. Por Sergio Fernández

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