Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Nazareno Casero: “No presten plata a sus amigos, es muy probable que pierdas la plata y a un amigo”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 05/10/2025 04:37

    Nazareno Casero: “No presten plata a sus amigos, es muy probable que pierdas la plata y a un amigo” El que se va porque lo echan, no vuelve ni aunque lo llamen. Nazareno Casero podría reformular la máxima. Le sucedió cuando su mamá, un tanto cansada por la “acumulación de pequeños quilombos” -como reconoce el propio actor- de aquel adolescente, le dijo: “Andate a lo de tu papá”. Poco después, cuando le pidió que regresara, la respuesta fue clara: “¡Minga! No vuelvo”. Cuando Minerva era apenas una beba, Alfredo Casero recibió por entonces a su hijo mayor, de 14. “Hasta que pasaron dos o tres años y un día mi viejo me dijo: ‘Che, andá yendo’. Y ahí me fui a vivir solo -recuerda este Nazareno, ya de 39 años-. Mi viejo me tiró todas las manos que pudo, pero yo también venía laburando: con el primer sueldo me compré la heladera, la cama, la tele. Sería 2004 y valía todo diferente”. La anécdota podría ser una alegoría de su trayectoria profesional: Nazareno tuvo el reparo de su papá, pero pronto debió valerse por sí mismo. Ocurrió en su vida personal, y se replicó en los medios. “Es cierto que arranqué por mi viejo. Pero hay un momento en el que ya no te contratan por tu viejo, ¿viste? Nadie va a tenerte en su programa o en su película porque le cae bien tu padre”. Hoy, protagoniza Nieve Roja, en Flow, una serie de seis capítulos con una impactante producción en la que se luce con Justina Bustos, Mariano Martínez y Juan Gil Navarro, entre otros. “Estoy contento”, dice Naza, sobre una historia que encuentra un escenario poco explorado por la ficción: la Antártida. “Es un thriller psicológico -cuenta-. Todo pasa en una base en la Antártida a la que llevan a un grupo de empleados, que no se conocen entre sí, para hacer un retiro empresarial. Ahí se dan cuenta de que en realidad, hay algo más: compiten por un puesto”. Quien supo ser Diego Maradona en Sueño Bendito -aunque con un costo importante, como contará-, se presta al diálogo con Infobae para hablar de todo. Su rol junto a Mario Pergolini en Vorterix, los vaivenes en la vida del actor, el segoviano a la distancia con la bailarina Carolina Puntonet, que reside en Italia. Pero también el rechazo que le generan los políticos y su mirada sobre la gestión de Milei. “Al hacer una entrevista tenés muchas posibilidades de quedar crucificado y que te castiguen durante un montón de tiempo. Por eso me divierte el desafío de ser cuidadoso por decir lo que querés decir, sin mucha posibilidad a otras interpretaciones”, dice Nazareno Casero, y se presta al encuentro. —Contame: ¿cómo estás con Mario Pergolini, en Vorterix? —Muy bien, muy bien. —¿Y eso cómo fue? —A Mario lo sigo. Estaba siguiendo el programa, y en cuanto vi que se había ido uno de los integrantes de la mesa, les dije: “Che, yo estoy”; “Dale, venite a una reunión”, me dijeron. Se dio medio así. Estar al lado de Mario es algo que hay que aprovechar: hay un montón para aprender. Tiene una manera de laburar, una cabeza muy singular. No es: “Ya está, estoy acá, digo lo que quiero”. No, no. Y te lo dice al aire: “¿Qué estás diciendo?”. Él quiere hacer las cosas de una manera y vos tenés que acomodarte. —Otro día perdido, el programa en El Trece, fue cuestionado. ¿A vos te gusta? —Me parece que sí, que está bueno. Tampoco hay mucho más para inventar en la tele, como tal: ya está todo visto, todo hecho. Entonces, agarrar un formato que existe y darle una vuelta, que genere interés, y que de golpe vuelva un montón de gente que por ahí no estaba viendo tele, es interesante. Nazareno Casero y Carolina Puntonet —¿Cómo anda el amor? —Muy bien. —¿La distancia ayuda? —En parte sí. También nos pasa que somos bastante relajados y hablamos todo el día por teléfono, mucha videollamada. Ella vuelve del laburo tarde y a mí generalmente me da el horario, y la acompaño y vamos hablando. —¿De cuánto es el lapso más largo que estuvieron sin verse? —Seis meses. —¿Y ahí, cómo es el acuerdo? ¿Pareja abierta? —No, no. Ni loco. No. O sea... no. Si ella tiene que hacer algo, no me quiero ni enterar. Y lo mismo del otro lado. Hay algo de vivir con quilombos, ocultando cosas, y yo no tengo muchas ganas de eso... —No, por eso te preguntaba: me cuesta imaginarlos a ustedes, o a quien sea, seis meses a la distancia. —Es difícil... —Y por eso, dentro del código de la pareja, que para mí recontra vale, uno en todo caso no está ocultando nada. Está todo bien, cada pareja tiene sus códigos. —Yo prefiero que me oculte eh. —¿Sí? —Y sí... ¿para qué? ¿Qué gano yo sabiendo? A mí no me genera algún morbo. Prefiero no saber. Y tal vez, vivís un poco más tranquilo. Aparte, si le das rienda suelta a la imaginación o a la paranoia, terminás en cualquier lado. Es un infierno. —¿Te vas a instalar allá o ella va a venir? —Y... nos está pasando que nos está costando cada vez un poco más. —Vos ahora te fuiste un tiempo más largo. —Sí, estuve tres meses allá. —¿Y se llevan bien cuando están juntos tanto tiempo? —Espectacular. Con tres meses pegado las 24 horas, los primeros días son difíciles porque cada uno viene con sus tiempos, y de golpe: “Lavá los platos”, te dice. “No, ni en pedo”, le digo, y tenés discusiones de cotidianeidad. Eso, más que nada. Problemas más de formas que de fondo, porque vivís solo y tenés tu espacio. —¿Quién de los dos es más fácil para la convivencia? O sea, si tengo que vivir con alguno, ¿con cuál preferiría vivir? —Con ella. Igual, nos llevamos bien porque somos bastante parecidos. ¿La casa es un quilombo? Bueno, podemos correr las cosas. Pero en un momento ella me dice: “No, dale, vamos a limpiar”. “Bueno, dale”, y yo voy y ordeno. Sino, soy un poco más enquilombado. No me gusta la mugre como tal, me da vergüenza invitar a un amigo a mi casa y que de golpe haya unos platos medio así... Me da vergüenza. Pero mientras no viene nadie, por ahí se acumulan las cosas. Bueno, después viene Celina, la señora que me cuida. Si no fuese por ella, estaría en serios problemas. También me pasa que ya estoy grande. No puedo vivir toda la vida como si fuese un pendejo. Son cosas que hablé en terapia: dejar una vida de provisión por una vida de previsión. Nazareno y Rulo (José Quiroga) —Bueno, empezar con Mario requiere de una estructura que, por ejemplo, si estás planificando irte de viaje todos los meses, no lo podés hacer. —Bueno, por esa razón también es que puedo tomar la determinación de estar en un programa diario, en donde tengo que estar. Me sirve mucho tener una estructura, saber que me puedo acostar a cualquier hora, pero al otro día tengo que levantarme a las ocho y media. —¿Estás bien con esa estructura? —Sí. La necesito. Sino, mi vida podría ser casi aleatoria: hoy me voy a Entre Ríos, mañana voy a tirar tiro con arco y flecha, después, en paracaídas... —¿Tuviste mucho tiempo esa falta de estructura y te cansó? —Y... un poco sí, porque tenés que buscar dónde anclarte para poder tener un desarrollo más o menos parejo. —Estamos hablando, por supuesto, siempre de una situación de mucho privilegio: trabajar de lo que a uno le gusta ya es un montón. —Absolutamente. Y eso hay que tenerlo siempre en vista porque sino, en un momento empezás a perder cierto norte y pensás: “Todos me deben y tienen que darme algo lindo”, y no es así. Y eso tenés que saberlo porque en un momento, cuando no tenés ese pensamiento, se te empieza a cagar un poco la química de la cabeza. Empezás a naturalizar cosas que no son naturales, tus necesidades o exigencias no las podés saciar, y ahí empieza el vacío existencial. —¿Te pasó eso? ¿Te encontraste en ese lugar? —No. Pero por ahí, de tener mucho laburo pasás a un momento en el que no estás laburando o tenés menos ofertas, y decís: “Listo, fracasé”. Y a la semana suena el teléfono y de golpe estás arriba, con la cabeza. Por eso es importante tener eso más o menos eso seteado adentro, para no depender de lo que pasa a tu alrededor. —Hay mucha inestabilidad en el recorrido de la carrera del actor, con momentos que, me imagino, afectan en lo económico y también en esto, en la autoestima: “Sirvo, no sirvo”. Hay que estar muy acomodado. —Sí. Por ahí, cuando vos tenés un laburo en el que no estás expuesto, es distinto. La gente no te dice: “Che, ¿qué estás haciendo ahora? ¿Este año, películas no?”. “¿Qué sé yo? No sé, boludo. ¿Qué te tengo que explicar mi agenda de laburo?”. Algunas personas se regodean con que al famoso no le vaya bien. Y en el imaginario colectivo hay algo de que el trabaja en los medios es millonario, poderoso, exitoso y qué sé yo. Entonces, en cuanto pueden ver si te entra una aguja, te la tiran. —¿Sos millonario? —Podría decirse. Sí, hago lo que quiero cuando quiero. Sí, sí. —¿Estás como para prestarme? —Ay, vos sabés que justo estoy quebrado... (risas). Le quiero mandar un mensaje a todos los que están viendo: no presten plata, por más triste que sea la historia, ni a sus amigos ni a nadie, porque es muy probable que pierdas la plata y pierdas a un amigo. —¿Te pasó así? —Y... pasa. Te das cuenta, decís: “El error es mío por prestar plata”. Y es: “No tengo plata, si querés te doy un riñón pero no te doy plata”. Muchas veces la gente cree que vos le prestás plata porque te sobra, y no es así. Hasta que en un momento, decís: “Che, ¿de verdad en tantos años no pudiste ni siquiera hacer un esfuerzo (para devolverme la plata)?”. Y ves vacaciones, ves un viaje. Y decís: “¿Pero te tengo que andar yo pidiendo la plata? ¿No te acordaste?”. —¿Cuánto le habías prestado? —Lindos montos, eh. Linda guita. Nazareno Casero compró una camioneta de 1970 para restaurar el mismo. —¿Alguna vez vos tuviste que pedir plata prestada? —Yo soy muy del problema financiero, no económico. O sea, de golpe no tengo plata líquida y tengo que salir a buscar. Tengo amigos a los que les puedo decir: “Che, ¿me prestás esta guita y te la devuelvo?”. Y me pasa que no duermo, que me agarra calor: “Tengo que devolverle la plata”. Y todo el tiempo te llamo: “Loco, te tengo que devolver la plata”. Tampoco me gusta hacerlo. Lo hago por algún juguete que quiero comprar, alguna cosa. —¿Cuál es el último chiche, el último mimo que te hiciste? —Una camioneta de 1970 para restaurar. Y compré otra camioneta para ponerle el motor, todo un quilombo en el que me metí, que mi viejo me dice: “Tenés dos camionetas tiradas acá. Vení a poner una en marcha porque te las voy a tirar”. Y no está en mi fantasía el hecho de decir: “Tomá, te doy toda esta plata y arreglame la camioneta”. No, no. Quiero astillarme las manos. —¿Viste que ahora muchos están subiendo sus castings a las redes? —Están locos. Bah, yo no lo haría ni loco. El autocasting me parece nefasto, algo terrible. —¿Te volvés a ver en los castings? —No. De hecho, cada vez quedo menos en castings. —¿Eso qué quiere decir? ¿La pasás mal? —Hoy todo es secreto: firmás contrato de confidencialidad hasta que te mandan el libro, y después hacés un casting que lo ve uno, en su coso, y me parece nefasto porque la incertidumbre es mayor. Es un lugar muy incómodo. —¿Pero si te llaman para hacer un casting, estás? —Los hago, los hago. Pasa que tengo que buscar que mi cámara se vea bien, ponerla en un lugar, y las luces... —¿Qué pasó con la segunda temporada de la serie de Maradona? —Se iba a rodar en 2020, y fue la pandemia. Eso estiró un montón de temas contractuales, hubo mucho quilombo con la primera temporada. Estuve mucho tiempo esperando eso. Si bien estaba con un contrato, durante mucho tiempo me perdí un montón de laburo, un montón de cosas. —Me acuerdo que, incluso, había algo de tu look que tenías que cuidar y no lo podías cambiar. Te pagaban, pero estabas afuera del circuito. —Sí, sí. Fue difícil. Si estás tres años sin hacer nada, son esos tres años más el tiempo que tardes en volver a aparecer. Y hay algo muy efímero: no estás un año, dos, y el mundo sigue sin vos. —¿Da miedo estar ese tiempo fuera del circuito? —Miedo no, pero sí te replanteás muchas cosas. El entretenimiento es de las primeras cosas que la gente deja de consumir. Tu laburo depende de si la gente quiere distenderse o quiere ver algo. Te das cuenta de que sos un entretenedor. Entonces, me pregunto: ¿cuán productivo es? Se me ocurren un montón de laburos que son más productivos que el mío y no están tan bien pagos como este. Pasa que todos queremos estar acá porque llegaste y la frase es: “¿Dónde me paro, qué digo, cuándo cobro?”. Y te acostumbrás a que es eso. Pero cuando te ponés un poco del otro lado, empezás a querer producir, te das cuenta con la cantidad de quilombos que tenés que lidiar para que al actor no le llegue nada de eso y llegue impoluto al set. —En el último tiempo apareció un productor, ¿no? —¿Sabés qué me pasa? No tengo la necesidad de querer figurar, aparecer en cámara, esa cosa. También hay otras cosas que puedo hacer que están atrás de cámara y requieren de mucho laburo, y de guita, porque muchas veces tenés que poner. Producir significa tapar huecos, donde la plata va a venir, pero ahora hay que ponerla porque sino, se te cae. Laburo hace bastante ya, y atrás de cámara podés resolver otras cosas. Nazareno Casero con Tatiana Schapiro en Infobae (Maximiliano Luna) —¿Te meterías en política en algún momento? ¿Te puedo ver candidato? —Me divertiría, pero no tengo la vocación de decir “porque quiero cambiar”. Se le ven mucho los hilos a mucha gente, que claramente tienen una vocación de poder, no una vocación de servicio. Quieren estar ahí para agarrar un conchabo y todos los beneficios que les pueden dar. En un país como este, es mucho más redituable agarrar un ministerio, laburar ahí y tener poder, y ser un banana y vivir en Puerto Madero, como un rockstar. A todos ellos, los maldigo desde el fondo de mi corazón. Y es muy subjetiva la política: les caíste bien y te votan. —¿Te ofrecieron alguna vez? —No. Directamente, no. —¿Te sorprendió cuando, por ejemplo, Virginia Gallardo anunció que era candidata? —No. Todo está muy masificado y necesitás de alguien que te mueva el algoritmo, que te mueva un caudal de gente real. ¿A quién vas a votar? ¿A este, que es una promesa, o a esta persona que tiene dos millones de seguidores en sus redes sociales y la gente lo sigue? Vos fijate los senadores, los diputados: hay muchos que son completamente tarados, no pueden ni hablar, no leen bien. Gente tarada. Y no le creés a alguien tarado, inepto. Entonces, necesitás a alguien que pueda comunicar, que pueda hablar, blandir una idea, que mantenga la atención de la gente mientras lo miran. —¿Cómo te sentís con el gobierno de Milei? —Oh, cómo me siento.... Estamos todo el tiempo saltando en una pata a ver qué pasa. Me divierte que de golpe puso en duda todo lo que estaba ya establecido. Y estoy muy enojado porque estoy un tiempo en otro país y me doy cuenta y digo: “Che, nos están recontra cagando los que nos gobiernan”, porque en un territorio más chico que el nuestro y con menos recursos, se puede llevar adelante una vida mucho mejor. Nosotros vivimos para el carajo con poca gente en el país, en un territorio muy extenso. Eso me genera una bronca muy fuerte. ¿Por qué de golpe son ellos los dueños, si nosotros los pusimos a ellos? Lo que ha sucedido con el gobierno de Milei es interesante: les marcó la agenda a todos. Ahora los ves a los radicales hablando con los peronistas porque están desesperados. Después, vamos a tener que ver cómo van a salir las cosas. No me subo a ninguna. Pero es interesante cómo se empezaron a cuestionar cosas que antes, no se cuestionaban. No hay vacas sagradas, no me hinchen los huevos. Todos hablan de discusión filosófica, está bien; pero después hay que pagarla. El que tiene guita y puede bancar todo, viene con unas ideas súper innovadoras progre que son súper copadas, y en realidad es tipo: “Dale, pero vos no vivís como me estás diciendo...”. Te hacen votos de pobreza desde Belgrano R. No, rey, me estás mintiendo, me estás cagando. Y empezás a ver que lo que sucede es que están todos preocupados porque este colifa les está... Después, si empezás a buscar, sí: está la misma gente. Tiene un montón de gente que viene de un lado y del otro. —Pero hay un voto de confianza que todavía le das a Milei. —No sé si es un voto de confianza. Por lo menos me divierte que le marcó la agenda a la política clásica. Y me ha pasado hablar con extranjeros, no españoles, sino con extranjeros que tenés que hablar en inglés para entenderte, y te preguntan por Milei: “¿Y cómo se vive? ¿Está mejor, está peor?”. Y bueno, no se prendió fuego todo, como decían que iba a pasar en cuanto se fueran los gobiernos peronistas o macristas o qué sé yo. Y me alegro que se den cuenta que ahora están las cosas mal, porque las cosas vienen mal hace un montón de años. Si ahora se dan cuenta quiere decir que la mantita no les llega a ellos también viste. Me hablás de industria nacional y lo primero que hacés es sacar un teléfono de 1.500 dólares, de afuera. Acá, ese teléfono vale cuatro lucas. ¿Me hablás de que defendés la industria nacional? Andá y comprate el teléfono de acá. Esas cosas a mí me ponen muy mal. Te hablan de Cuba con una chomba Lacoste, pero ni en pedo vivís allá. —Si en un par de años sos candidato quiero que vengas a anunciarlo acá. —Sí. Me divertiría ir a trolear a diputados o senadores. Ir a provocarlos, a molestarlos. —O sea, serías el rompebolas del Congreso. —Y un poco más. Tiraría de la cuerda a ver hasta dónde revientan. Me parece que falta eso. No puede ser que un tipo de estos tenga 20, 30 pasajes de avión por mes, si no vienen nunca: se los reparten entre la familia. Hay que hacerlos vivir mal. Hay que hacerlos sufrir. Realmente lo creo eh. Ya es tipo una guerra contra ese tipo de política. Hay que volverlos locos.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por